(CORRIGIENDO)
A Laia Martín y a su familia les sale la oportunidad de mudarse a Argentina por cuestiones laborales, la cual aceptan sin pensárselo mucho.
Allí asistirá a un colegio pupilo lleno de gente adinerada y muy caprichosa; al principio no l...
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El local era increíble. Estaba todo lleno, había una gran pista de baile con un segundo piso abierto al de abajo donde se encontraba la mesa del Dj. También había una gran barra donde había bebidas de todo tipo.
Nos situamos en el centro de la pista donde empezamos a bailar, al principio con un poco de dificultad, ya que había muchísima gente, pero luego nos fuimos soltando y lo gozamos.
—¡Este lugar está buenísimo! —gritó Luna, eufórica.
Luján se sumó al ataque de adrenalina:
—¡Nunca estuve en un boliche y nunca me gustaron, pero este está bárbaro!
—¡Venga, basta de charla y vamos a bailar!
Empezamos a bailar todas cuatro juntas. El grupo de Mía también se encontraba cerca a nosotras, y aunque Luna y yo queríamos que se unieran a nosotras, Marizza y Luján no estuvieron de acuerdo y seguimos bailando nosotras solas. En realidad, todos los del curso estábamos bailando en el centro, estábamos todos juntos, no nos habíamos llegado a separar.
Sonó una canción que me encantaba, así que me moví aún más contenta. No había ido nunca a un boliche, y solo había asistido a un par de fiestas, pero no eran nada en comparación de esto. Nico y Manuel se unieron a nosotras. Este último me agarró de la mano y me invitó a bailar con él: puso su mano en mi cadera y yo en su pecho y nos movimos animadamente al compás de la música. Debía aceptar que era un gran bailarín.
—Si Felicitas nos ve bailando juntos, probablemente me agarre del pelo con tanta fuerza que me quede calva —le aseguré acercando mi rostro a su oreja para que me escuchara bien por culpa de la música.
—Eso no va a pasar, tú tranquila.
—Confío en ti, pero por si acaso... Aclaremos que si eso pasa, me pagarás tú la implantación de cabello, ¿vale?
—Vale —se rio.
La canción terminó y no tardó demasiado en sonar otra. Pero esta ya no me gustaba y de repente me estaba muriendo de sed.
—¿Ves? Te dije que eso no iba a pasar —se refirió a lo de Feli, yo me reí—. ¿Te apetece ir a por algo de beber?
Parecía que hubiera leído mi mente, y como parecía que no había bebido nada en tres días, acepté.
Caminamos como pudimos a causa de toda la gente hasta que llegamos a la barra. Nos hicimos un sitio y nos esperamos a que el camarero nos atendiera.
—¿Qué quieres para beber? Te invito.
—No — negó rápidamente—. Gracias, pero no Laia, no quiero que me invites.
—¿Por? Manuel no seas terco y déjame invitarte.
—No, en serio, no quiero.
—Mira, esta vez invito yo y a la próxima me invitas tú, ¿vale?
—¿Quién te ha dicho que habrá próxima vez? —se burló divertido, y al ver mi cara de advertimiento, intentó arreglarlo:— Bueno, está bien, pues quiero un refresco.
—Disculpen, ¿qué pedirán?
—Una cerveza y un refresco para él.
Manuel pareció dudar un segundo, pero volvió a hablar antes de que el camarero se diera la vuelta.
—Mejor me pones lo mismo que ella, ¿sí?
—Claro... —nos miró desconfiado, hasta que hizo la pregunta que estaba esperando— ¿Cuántos años tenéis?
—Estamos invitados por Sonia Rey. —le aseguré.
—Ya claro, y yo soy el hijo de Brad Pitt —se rio—. Identificación, por favor.
—Le estamos diciendo la verdad, señor. Si quiere la llamo ahora para que lo vea.
—Claro, hazlo. Pero apúrate porque tengo trabajo.
Manuel sacó su móvil y empezó a marcar su número. El camarero no se lo creía y se pensaba que nos estábamos intentando burlar de él, así que íbamos a demostrarle que se equivocaba.
—No creo que le haga demasiada gracia que la moleste por esta tontería, y menos en sus horas de sueño.
—Hablas como si la conocieras —se burló.
—Es que la conozco, ¿está sordo o qué? Se lo he dicho antes.
—Mira nena, a mí me bajas el tonito porque si no te quedas sin bebida y sin fiesta, ¿queda claro?
—Tú espérate a que responda y verás como teníamos razón.
—¡Sonia! —Genial, le había respondido. Manuel miró al camarero con una sonrisa satisfactoria, mientras que se escuchaba a Sonia saludándole. —Verás, siento molestarte, pero estamos aquí con un señor que no se cree que somos tus invitados, y claro, no nos quiere servir las bebidas que le pedimos —explicó y, seguidamente, alargó su brazo en dirección del camarero tendiéndole su móvil. —Quiere hablar con usted.
—Hola, buenas noches, señora. Es usted... ¿Sonia Rey? —levantó la vista y nos miró de una forma distinta a la que nos había estado mirando hasta ahora—. De acuerdo, sí. No, está bien... Solo quería asegurarme, ya sabe, son menores y habían pedido unas bebidas con alcohol. Ya sabe que eso va en contra de la ley... Sí, por supuesto, yo también tuve su edad y sé como se siente... Entiendo, gracias por todo. Hasta luego.
Pareció avergonzado. No sabía muy bien qué le había dicho Sonia, pero podía deducirlo. Nos siguió mirando durante unos pocos segundos hasta que habló:
—Ahora os traigo vuestras bebidas.
—Creí que no te gustaba el alcohol —se dirigió a mí cuando el camarero se marchó.
—Pues creíste mal. No va mal un poco en una fiesta... No me malinterpretes, no quiero abusar.
—Vaya... Y yo que quería quedar como el chico bueno delante de ti, pidiéndome un refresco...
—A la próxima eres sincero y te pides lo que te dé la gana.
—Vuelvo a repetir, ¿quién dice que habrá una próxima vez? —preguntó divertido con una sonrisa burlona en sus labios. Estaba intentando vacilarme.
—Aquí tenéis.
—Gracias. —Le pagué lo que me pedía y me giré hacia Manuel—. Vamos a bailar.
Volvimos a la pista donde se encontraban todos y empezamos a bailar todos juntos.
Marizza y yo empezamos a bailar con unos chicos muy guapos que había ahí hasta que nos dimos cuenta de que la gente nos estaba empujando para hacer un círculo donde dentro se encontraba alguien bailando.
Empujé a la gente hasta llegar a primera fila del círculo, y para mi gran sorpresa, Feli se encontraba en el medio bailando borracha. Se sacó los zapatos y luego, poco a poco, se fue deshaciendo el vestido hasta que se lo quitó quedándose en ropa interior. Por suerte, Manuel la sacó de ahí rápidamente.
Unos chicos empezaron a gritarle cosas a Feli, sin estar ella presente, y los del Élite salimos en su defensa. La mayoría en ese boliche estaban medio borrachos, así que empezó una gran pelea donde no había nadie que no estuviera pegando o siendo atacado.
Finalmente, tuvo que venir la policía para parar la pelea, obligándonos a que un adulto nos viniera a buscar. Todos empezaron a llamar a sus padres a ver si alguno podía venir para sacarnos a todos de allí. Por suerte, el padre de Mía llegó al fin y después de hablar durante un rato con los oficiales, logró poder sacarnos a todos.
—¿¡Pero qué estaban pensando!? ¿No pensaron en sus padres y en el colegio?
—¡Así que los chicos se escaparon del Élite Way para venir a mover el esqueleto! —Sonia entró en el boliche después de ver todos los mensajes de su hija, pero para nuestra desgracia, el padre de Mía había llegado primero.— ¡Cayó la policía y todo! ¡La hicieron completita!
No parecía para nada enfadada; todo lo contrario, en sus labios tenía una sonrisa que enseñaba sus alineados dientes y, en su expresión, no podía ver nada más que orgullo.
—Señora... —advirtió Colucci, pero Sonia lo ignoró y se dirigió a nosotros una vez más.
—Y bueno, ¿cómo están, cómo se sienten? ¿Están bien? ¡Bueno, porque eso realmente es lo importante!
—Marizza —me acerqué lo máximo a ella para susurrarle—, me declaro fan de tu madre.
—Señora, ¿cómo les va a decir semejante barbaridad? Usted es una mujer adulta.
—Pero mi espíritu es de adolescente, ese es el secreto de mi eterna juventud.
—Los chicos necesitan límites, por favor, piense.
A Colucci parecía que la vena que tenía en su frente iba a explotarle en cualquier momento. Estaba que echaba humo, me daría verdadero miedo que alguien se enfadara conmigo de esa forma. En cambio, a Sonia parecía no afectarle en absoluto; incluso estaba decidida a plantarle cara.
—No se les puede cortar las alas.
—Ay, ya empezamos con las metáforas...
—¡Chicos vamos! Se terminó la party, así que vamos al cole que tenemos que regresar porque los van a retar.
Sonia nos llevó hasta el colegio y cada quien se fue a dormir a sus respectivas habitaciones. Teníamos que descansar porque el día de mañana iba a ser muy intenso.