Capítulo 8

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La clase de economía se había convertido en un santuario de quejas hacia el nuevo director. Faltaba apenas un minuto para que viniera, pues habíamos quedado con él en el recreo largo, y estábamos todos tirándonos de los pelos. Sobre todo Rocco. 

—A ver, chicos —habló el hombre—. Yo lo único que puedo decir es que si tenéis un problema con las autoridades, habladlo con vuestros padres.

—Exactamente.

El viejo casi calvo entró en el aula, seguido por su nuevo guardaespaldas: Blas. Si era sincera, el recién nombrado siempre me había parecido un lameculos, y ahora sí que estaba haciendo honor a su mote. En las últimas horas, no había parado de acatar órdenes como si su vida dependiera de ello, sin siquiera chasquear la lengua cuando estaba en desacuerdo. Supongo que esa era su función en el colegio.

El profesor de economía puso mala cara cuando vio al director, que de seguro no le había parecido nada bien que nos animara a tener criterio propio. Si ya lo decía yo: eso era una dictadura pura y dura. El par de ególatras avanzaron hacia él, y estuvieron un par de segundos hablando en voz baja, estaba claro que no se estaban tirando cumplidos. Acto seguido, el más joven se retiró de la clase, deseándonos un buen día.

—En cuanto a usted, señor Fuentes Echagüe, estuve hablando con su familia. —Mi compañero puso cara de asustado—. Les expliqué la situación y no solamente están de acuerdo, sino que me autorizan a tomar las medidas que sean necesarias.

Rocco puso mala cara, como si estuviera saturado. Claramente, esa información no le cuadraba.

—Mi madre jamás podría autorizarle a usted de que me corte el pelo. Eso es imposible.

—Es que no hablé con su madre, sino con su padre. Y ahora, haga el favor de sentarse en esta mesa —dijo seriamente, y señaló el pupitre del profesor.

Rocco estaba en shock, así que no se movió. Como el director no estaba para perder el tiempo, ordenó a Blas a hacer el trabajo físico. Este agarró al alumno y lo trajo al frente, no sin tener que luchar un poco con los intentos del rebelde para soltarse de su agarre.

Mientras Blas lo sujetaba, el director le cortaba el pelo con una especie de cuchilla de metal. Todos mirábamos la escena, aterrorizados. ¿Cómo coño podía ser que un energúmeno nos tratara de esa forma? ¡Eso tenía que ser ilegal! Y si era capaz de humillar a alguien de esa forma, quien sabe lo que podía pasar más. Tenía mucho miedo. Ese hombre era malo, muy malo, y nadie sabía cómo pararlo. 

—Ya está —se alejó de él, mirando el resultado con orgullo—. Ahora si quiere puede ir a la peluquería a hacerse los últimos retoques.

Ambos dejaron la sala sin decir ni una sola palabra más, y los presentes nos quedamos en silencio. Rocco, al cabo de pocos segundos, también se fue. Supongo que esa situación era muy dura para él, al fin y al cabo, había sido humillado ante todos. En ese momento se escuchó a Marcos diciendo:

Inolvidable || Rebelde WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora