Capítulo 23

8K 463 119
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Como había pasado la noche en mi casa, me había visto obligada a levantarme más temprano que de costumbre para llegar a tiempo a clases. Mi padre era muy previsor, pues odiaba llegar justos de tiempo a los sitios, así que salimos todavía más pronto que lo que la situación requería. 

Una vez ya en el colegio, entré rápidamente dentro del edificio y crucé el recibidor hasta llegar al pasillo que contenía los casilleros de tercer año, pues debía sacar los libros que necesitaba para esa hora. Mi vista viajó por todos los números hasta llegar al mío, en el cual se encontraba Pablo esperándome.

—Hola, ¿qué haces en mi casillero? —le pregunté, curiosa. Él levantó la vista de su teléfono y, cuando me vio, en sus labios se formó una pequeña sonrisa.

—Laia. Estaba esperándote.

—¿Y eso? ¿Ha pasado algo?

—No. ¿Por qué debería haber pasado algo? —se extrañó.

—No lo sé. Normalmente, nunca me esperas tú, siempre soy yo la que va detrás de ti como un perrito faldero —me encogí de hombros.

—Pues no, no ha pasado nada.

—¿Seguro?

—Solo quería hablar contigo. Últimamente, no paro de pensar en algo y... No sé, necesito decírtelo.

Vi como se rascaba la nuca, nervioso. En pocos días había podido conocerlo muy bien, y ya me imaginaba que había algo diferente en él. No me molestaba, pero, que me esperara él a mí, no era lo normal. Mientras abría la puerta de mi casillero y empezaba a meter todos mis libros dentro, le dije:

—Claro, dime.

—Esto... Bueno... He estado pensando...

—¡Laia! —apareció Alan, cortando completamente a mi amigo— ¡Por fin te encuentro! ¡Te he estado buscando por todas partes!

El chico se colocó en medio de ambos, quedando delante de Pablo.

—Hola, Alan. —Sonreí embobada, probablemente pareciendo tonta. Qué guapo era este chico—. ¿En qué te puedo ayudar?

—Bueno, quería felicitarte por la clase de pool de ayer. Estuviste genial. —Sonrío—. Y también, necesitaba verte para decirte una cosa.

—¿Qué cosa?

Solo podía rezar para que no fuese nada malo.

—Me preguntaba si un día de estos... Querrías quedar a solas o algo, para conocernos mejor, ya sabes.

—Oh —me sorprendí.

—Bueno, en realidad no tengo mucho que ofrecerte... Mis padres me tienen castigado sin salir del colegio, así que me tendré que conformar en quedar contigo aquí dentro.

—Yo...

—Entenderé si me rechazas.

—Me encantaría. No rechazarte, sino quedar contigo. Aunque sea aquí a dentro.

Me esforcé por no tartamudear, pues por dentro estaba gritando de emoción. Tendría que contárselo a las chicas para que me aconsejaran.

—Genial, entonces voy a ir pensando si debo llevarte a la cafetería, a la sala de estar, al patio...

—Donde me lleves estará genial —sonreí, al igual que él.

—Tranquila, era broma. Me lo voy a currar.

—No te preocupes.

Quise hacer que no le afectara mucho lo del castigo, pues al fin y al cabo no era tan importante. Iba a continuar hablando con él cuando, al parecer, vio algo que le interesó y abrió la boca rápidamente para despedirse de mí:

—Oye, te veo luego que si no llegaré tarde a clase. Nos vemos.

—¿No es genial? —exclamé emocionada, aun con la vista fija en Alan, cuando él ya se había retirado.

—Sí, claro.

A decir verdad, me lo preguntaba a mí misma. En ese momento caí en la cuenta de que Pablo todavía estaba ahí. Joder... Había escuchado toda la conversación y mis ridículos dotes para ligar. Seguro pensaba que era patética.

—Lo siento, Pablo. ¿Qué me querías decir? —me disculpé por haberle dejado de lado con Alan.

—¿Qué te quería decir?

—Pues no sé, eso lo sabrás tú.

—Nada, se me ha olvidado. Lo siento. Discúlpame, pero voy a llegar tarde a clase si no me voy ya, Laia... —balbuceó mientras daba un par de pasos hacia atrás, indicando que se marchaba.

—¡Pero, Pablo! ¡No tienes clase ahora, te toca hora libre! —grité llamándolo, pero él ya había empezado a caminar en dirección contraria a mí y se encontraba a unos metros lejos.

—¡Lo siento! ¡Luego te veo!

¿Qué le pasaba?

En fin, ya hablaría con él más tarde. Con la tontería, llegaba tarde a clase. Lo bueno era que Lulú no estaría allí ni ahora, ni dentro de diez minutos, iba bien de tiempo.

Inolvidable || Rebelde WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora