Capítulo 33

6.6K 356 83
                                    



¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Maratón 2/3

Era un no parar: fiesta detrás de fiesta. Había llegado el día más esperado para la mayoría de chicas: el aniversario de Mía y Marizza. Durante estas dos semanas anteriores, el colegio se había llenado de propaganda de la fiesta de ambas y los alumnos estaban impacientes por recibir una invitación. Yo, por suerte, ese peso me lo quitaba tranquilamente de encima: estaba invitada por parte de ambas. Había costado mucho convencer a las chicas de hacer la celebración juntas, pero al final, cuando vieron que la mayoría de asistentes eran comunes y después de que sus padres les taladraran constantemente sobre los beneficios de dar la fiesta a la par —Luján y yo teníamos el presentimiento de que Sonia y Colucci estaban liados—, cedieron ante la idea.

No había podido dormir muy bien esta noche porque Marizza se la había pasado entera con la luz encendida y terminando de planificar cosas para esta noche. Luna se había quedado a dormir en su casa y Luján tenía el sueño profundo, así que la única afectada con ello había sido yo.

A primera hora de la mañana, justo cuando la cafetería abría, yo ya estaba ahí sentada con un café con leche y un bocadillo de jamón. Era lo único que podía consolarme al llevar tan pocas horas dormidas. Aparte de Cata y yo, había un par de alumnos más estudiando. Mientras desayunaba, aproveché para repasar un poco mi agenda y organizar los trabajos o exámenes próximos, pues dentro de nada tendría los finales. No podía creerme que el curso estuviera llegando ya a su fin.

Pasaron los minutos y el lugar se fue llenando, a pesar de yo no haberme terminado el desayuno todavía. Era bastante lenta comiendo. A mis espaldas, la puerta se abrió y noté como alguien dejaba un sutil beso en mi mejilla, a la vez que me acariciaba el hombro.

—¿Cómo está la chica más guapa del lugar?

Lo miré. No sabía si era porque ahora éramos oficialmente pareja o es que simplemente estaba más guapo de lo normal. Y mira que era difícil. Llevaba el uniforme del colegio y lo llevaba fenomenal. Me sonrió a la vez que se sentaba a mi lado y llamaba a Cata. No podía dejar de mirarle. Cuando se me pasó un poco el embobamiento, contesté al fin:

—Muy, muy, muy bien. Y el chico más guapo del país, ¿cómo está?

Pablo volvió a sonreír. Pasó la mano por mi mejilla, acariciándome, y después colocó un mechón de mi pelo detrás de mi oreja.

—Del país no lo sé, pero yo también estoy muy bien. Y feliz.

Cata llegó y tomó nota de lo que Pablo quería para desayunar. Ya que la chica estaba allí, aproveché para pagarle mi bocata y mi café. Pero Pablo se opuso; quería invitarme. De primeras no lo dejé, pero casi que me obligó a que dejara que él pagara, así que, finalmente, lo hizo.

Inolvidable || Rebelde WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora