Capítulo 39: Una amenaza clarísima

4.3K 254 58
                                    




Tu: ¿A qué te refieres con eso? —pregunté confusa.

¿A quién más que no fuera Pablo tenía pensado mandar a otro continente? ¿Acaso se refería a mí? Eso era imposible, podía ser el intendente del país pero no tenía el poder necesario para echarme así como así. Al menos, si lo intentaba, no iba a ponérselo fácil.

Sergio: Oh, nada, nada. No me refería a nada en concreto —se hizo el despistado—. Solo digo, que las cosas no quedarán así. Pablo es mi hijo, por lo tanto, tiene la obligación de obedecerme, y si hay alguien que se interpone en mi camino yo no voy a dudar en deshacerme de él.

Tu: ¿Me estás amenazando, Sergio?

Sergio: No, ¿cómo voy a hacer eso? Si el problema no es con vos, ______, me caes perfectamente.

Tu: ¿Entonces, cuál es el problema? ¿Te molesta que tu hijo sea feliz?

Sergio: ¿Saben qué? No vamos a discutir más este tema, a veces la vida no es justa y es lo que hay. Si no me obedecen por las buenas, seguro lo harán por las malas.

Pablo: Claro, como a vos nadie te quiere no podés soportar que a mí sí. Pero, por mucho que te moleste, es mi vida y no te podés meter.

Sergio se rió.

Sergio: Eso está por verse.

El hombre no dejó que Pablo pudiera replicar, ya que cuando abrió la boca para hacerlo, Sergio ya se había ido.

Tu: Eso ha sido una amenaza clarísima. —hablé de mal humor—. Pero no puede echarme del país, ¿verdad?

Pablo no contestó, solo se dedicó a mirarme fijamente. Eso quería decir que sí podía hacerlo, genial.

Pablo: Lo odio. Lo odio más que a nada en el mundo. —se pasó las manos por la cara, desesperado. Me acerqué a él y rodeé su cintura con mi brazos, haciendo que su cabeza quedara apoyada en la mía.

Tu: No te preocupes, ¿vale? Hacer eso le costará un tiempo, es el intendente, pero sigue sin poder hacer cosas imposibles. Y echarme de un país por la cara sigue siendo imposible.

Pablo: No sé qué pensar, _____. Es capaz de todo lo que se proponga.

No quería hablar más de ese tema, quería pensar que un milagro llegaría e impediría que Sergio se saliera con la suya, lo deseaba tanto...

Levanté la cabeza para encontrarme con los ojos de Pablo, esos ojos que a día de hoy seguían poniéndome nerviosa por la forma de mirarme. Bajé mi mirada a sus labios y, antes de que él pudiera reaccionar, me acerqué y lo besé.

No tardé ni un solo segundo en introducir mi lengua en su boca y empezar a jugar con la suya. Su mano bajó de mi nuca hasta mi cintura, y las mías acariciaban con ganas su pelo a medida que el beso avanzaba.

Quería más, quería todo lo que él me pudiera ofrecer. Algo dentro de mí me decía que llegaba el fin, y quería aprovechar al máximo el supuesto tiempo que me quedaba con él.

Mis manos se colaron por debajo de su camiseta, acariciando su abdomen, y sus manos se encontraban ambas en mi trasero, apretando de vez en cuando. Bajé una de mis manos un poco más hasta llegar al borde de sus pantalones, y cuando estuve apunto de introducirla dentro, su mano agarró mi muñeca y me frenó.

Pablo: Estamos en medio del pasillo.

Volteé a ver en todas direcciónes y comprobé que era cierto, pero para nuestra suerte no había nadie allí.

Inolvidable || Rebelde WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora