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723 d.C.

Un joven de cabellos dorados se divertía bajo los radiantes rayos de Sol que le acompañaba en su viaje por el sendero. Su vieja flauta siempre enfundada en su cintura para matar el aburrimiento que en ocasiones le carcomía.

Rió alegre cuando una pequeña mariposa quiso posarse en su nariz e intentó atraparla para seguir jugando con ella.

Era un cachorro.

Se despidió del insecto con un saludo con su mano, sin quitar la sonrisa de su rostro y se acercó a la pequeña laguna que rodeaba el sendero. Lavó su cara —sus mejillas sonrojadas por el Sol le agradecieron en silencio—, sus manos y cuello para refrescarse. Ahg, era magnífica la naturaleza.

Y estaba tan enamorado de ella que no se dio cuenta cuando un carruaje pasó de cerca y se detuvo con un par de hombres observándole y manteniendo su mirada fija en él.

— ¿Crees que él sea una buena opción? —Habló uno de ellos ajustando el palillo de madera entre sus dientes.

— ¿Cómo sabes que es un Omega? —Preguntó el otro curioso. El primero se encogió de hombros.

— Tan solo mírale, un Alfa no haría esa ridiculez ni se comportaría como un cachorro.

— Solo está refrescándose. —Le quiso excusar.

— Ya te digo que Alfa no es, además, ¿qué más dará para una jodida noche? —Espetó—. Sea Omega o sea Beta. Sabes para qué lo requerimos y sabes que no durará más horas de lo previsto.

— Está bien. —Suspiró—. Pero si nos equivocamos tú darás la cara.

— Acepto. —Asintió—. Ahora ve y tráelo aquí.

— ¿Por qué yo?

— Porque eres guapo y atractivo. —Sujetó su gorro y lo acomodó—. No hables cosas raras ni extrañas.

— Está bien. —Volvió a repetir bufando.

El chico castaño bajó del carruaje con cierto nerviosismo. En el bolsillo de su desgastado traje conservaba el pañuelo con esencias de Flor de la Pasión. Había costado muchísimo requerirla desde un país lejano y poder utilizadla para adormilar, o al menos, hacer alucinar a aquel Omega presa del Alfa que iba en su dirección.

Se acercó a él con cuidado y se situó a su lado intentando no asustarle. Intentó que el chico solo se enfocara en él para no deslumbrar el llamativo y grande carruaje tras sus espaldas. Sonrió cálido cuando sus ojos se vieron observados por los del más bajo.

— ¿Te gustan las flores? —Preguntó en un tono amable. El rubio asintió eufórico y el castaño sonrió—. A mi también. ¿Sabes? Tengo una perfumería en el pueblo y recolecto aromas de las más bonitas y especiales.

Los ojos del rubio se abrieron al igual que su boca por la emoción.

— ¿Quieres ver algunas? —Asintió—. ¿Cómo te llamas?

— Jimin. Park Jimin. —Sonrió—. Me gustan mucho las flores y tocar la flauta. Me gusta visitar la naturaleza y tocarle alguna melodía a las plantas.

— Eso suena muy bien. Me llamo Taehyung. —Sonrió y metió su mano en el bolsillo buscando el dichoso pañuelo. Una vez lo tuvo, lo sacó y se lo mostró—. Caminando hacía aquí encontré esta maravillosa flor, Lunas, huele de maravillas.

— ¿Puedo oler?

Taehyung asintió y acercó el pañuelo a sus fosas nasales.

— ¿Se siente bien, verdad? —Preguntó cuando el rubio se sintió extasiado por oler aquella esencia. Elevó su rostro del pañuelo con confusión y mareo—. ¿Vendrías conmigo?

Flowers Boy ❀ KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora