[ 𝟎𝟏 ; 𝟐𝟐 ]

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La desgastada voz del profesor de historia y el chirriante sonido que emitía la punta de su plumón medianamente seco al escribir en el pizarrón pasaban completamente desapercibidos ante los oídos del azabache, quien le dedicaba su completa atención al chat por el que se enviaba mensajes de texto con su hermanastro; sin embargo, llegar a ese punto de su relación no fue fácil, pues atreverse a pedirle su número telefónico al universitario le tomó casi una semana, ya que la idea de decir algo mal en el momento incorrecto le hacía temblar, así hasta que tuvo la valentía de preguntárselo y, finalmente, su primer mensaje se fue transformando en un hábito continuo, uno que arrastró hacia el aula de clases donde se sumía en la rapidez con la que el decolorado respondía cada uno de sus globos de texto.

—¿Realmente le estás sonriendo a tu teléfono? —murmuró el castaño a su costado —¿Acaso aceptó tu confesión? —indagó con nula cautela.

—¡No...! —exclamó en un susurro, percibiendo el aumento de temperatura en su rostro —¿No te he dicho que eso es imposible? —enarcó ambas cejas, acabando por deslizarse en su asiento, reposando su nuca en el respaldo.

La seguridad que tenía Choi Beomgyu en sí mismo, probablemente, era más que suficiente para olvidarse de la incertidumbre que iba creciendo dentro suyo y arriesgarse a revelarle a Choi Yeonjun lo que creía sentir por él; no obstante, armarse de valor no le aseguraba obtener una chance de iniciar algo íntimo y romántico, puesto que desconocía qué tan implicados estaban los sentimientos de este último. Por otra parte, incluso si llegaba a ser correspondido, también se hallaba en juego un factor ético que el pelinegro prefería ignorar, mas todavía notaba su presencia, principalmente por los constantes recordatorios que recibía del ambiente familiar, aquel entorno causado por el dictamen de la ley y la iglesia, ese que se forjó tras la unión marital de sus padres y desechó el hecho de que no había lazo sanguíneo alguno que los relacionara, preservando uno moral que el matrimonio no aceptaría cortar.

—¿Se le olvidó que está en un salón de clases, joven? —de un segundo a otro, el docente abandonó el frente de la sala y se desplazó hasta su puesto —Entrégueme el teléfono —le enseñó su mano, exigiéndole el aparato.

—¡Lo siento, lo guardaré! —fue lo primero en salir de sus labios, además de erguirse en su asiento, recuperando la postura y tratando de sonar arrepentido —¡Lo prometo, profesor Park! —continuó dándole uso al inútil truco que muchos de sus compañeros han practicado en ocasiones similares a esa.

—Choi Beomgyu —leyó su nombre en la placa del uniforme del adolescente —, no me haga llamar a la directora —espetó con un tono amenazante que le dio a entender cómo evolucionaría la situación si no acataba a la orden —. Gracias —pronunció al verlo extender la mano con el móvil —. El horario de atención termina a las siete de la tarde, ya lo sabe —informó con indiferencia mientras se alejaba —. Espero que su tutor sea puntual, joven —finalizó por entregarle una severa mirada, volviendo a la pizarra, dispuesto a retomar la clase, mas la tonta risa del extranjero le detuvo —. Huening, ¿quiere que cite a sus padres también? —formuló retóricamente, expectante de que el castaño guardara silencio.

—No... Lo siento, profesor... —respondió, enderezándose de golpe y regresando a sus apuntes hasta que el maestro siguió con su asignatura —. Bueno, era de esperarse, ¿no? —le comentó en susurros al más bajo, quien descansaba su cabeza entre sus brazos, incrédulo de lo que ocurrió —Digo, llevabas toda la semana usando el teléfono sin ser atrapado... —palmeó su espalda.

—Mamá va a matarme... —se lamentó, hundiéndose en la creencia de ser el mayor estúpido del universo entero.

La clase siguió su curso, pero Choi Beomgyu se concentró en la ideación de formas en las que decirle a su madre que se veía envuelto en un "pequeño" problema. Es decir, no sólo se trataba de la citación en sí, si no que de la hora a la que la fémina tendría que dirigirse a su escuela, interrumpiendo su jornada laboral para ser avisada del comportamiento que su hijo desempeñaba en el aula, actitudes que lo llevarían a recibir un inminente castigo, uno que lo dejaría incomunicado por un mes.

¿Cómo hablaría con Choi Yeonjun durante los recesos?

No quería aceptarlo, mas era cierto que su conducta usual estaba siendo reemplazada por una que abarcara al universitario en todo momento; pasando de las salidas con su mejor amigo a estar con el decolorado, obviando prestar atención en clases por pensar y mensajearse con este último, hasta olvidar la existencia de su propia cama, pues ahora dormía en la del contrario.

Con la intención de protegerse, su mente desarrolló un mecanismo de defensa que era protagonizado por su hermanastro, tratándose de un enfoque autoinducido que borraba a Lee Hoseok de sus recuerdos directos cuando su interés se centraba en el rubio; sin embargo, en aquellos momentos en los que no tenía al mayor cerca, era inevitable percibir el fantasma del tacto de las manos del castaño envolviendo su cuello o apretando sus piernas con la intención de separarlas a la fuerza.

Su estómago se tensó, un nudo nació en su garganta y las memorias de una pesadilla vivida se reprodujeron en ese instante, mas no se trataba de imágenes, sino de estímulos a los que su piel y entrañas reaccionaban, recuperando la sensación áspera e intoxicante del aire que alguna vez respiró, las nauseas, las punzantes lágrimas que irritaban sus ojos al percatarse de que no podía moverse ni gritar por los golpes que impactaban contra su cuerpo.

Una cierta incomodidad y miedo nublaron el pecho del azabache, ahogándole lentamente en las memorias de una noche que desearía borrar de su cabeza, pues la suciedad que cubría su piel seguía intacta, lo que engendraba una alarma constante en sus oídos, una que le vociferaba lo miserable que era, la poca capacidad que tenía para manejar situaciones, limitándose a largarse a llorar cuando se veía atrapado, entregándose a su carente asertividad.

No obstante, para su suerte, las miradillas de soslayo que le soltaba Kai Huening le propinaron ideas erróneas respecto a la causa de que su amigo se viera mortificado en su mesa. Entonces, en una chispa de brillantes —o absurdez—, al más alto se le ocurrió un plan que incluía la mención de un nombre que acabaría por sacar a Choi Beomgyu de esa espesa nube mental de pesadillas reales.

—Dile a Choi Yeonjun que venga a buscarlo —le comentó con una entretenida sonrisa, palmeando su hombro en busca de calmar los rojizos y cristalizados orbes del coreano, caracterizados por una causa que el estadounidense desconocía.

[...]

—Hyung, eres el mejor —dijo con completa sinceridad, dedicándose a buscar el contacto del castaño para avisarle que había recuperado el teléfono —. Muchas gracias, en serio —levantó cabeza, dándole un fugaz vistazo a su figura.

—No volveré a hacer esto nunca más, ¿oíste? —recalcó con su dedo índice extendido en dirección al adolescente.

Veintisiete minutos le tomó al pelinegro hacer que el decolorado aceptara ayudarlo, llegando a un punto en el que creyó que eso no pasaría; sin embargo, allí se encontraban, ambos emprendiendo camino hacia casa después de prometer que la madre del menor no tendría porqué enterarse de lo ocurrido.

—Evitaré usarlo en clases, lo juro —las comisuras de sus labios se alzaron hacia arriba, mas su vista permanecía fija en la pantalla.

Choi Beomgyu se hallaba inmerso en el chat de su mejor amigo cuando Choi Yeonjun se tomó las molestias de verlo de reojo, apreciando cómo su sonrisa se ampliaba sin importar el tiempo que transcurriera. Y no fue hasta que un par de minutos transcurrió, que el de preparatoria elevó su semblante e instauró un inesperado contacto visual entre ellos, logrando que —poco a poco— la sorpresa de pillarlo viéndole se transformara en un tenue tono rojizo se adueñara de su rostro, concluyendo en que apartara la mirada primero.

—Lindo —murmuró, provocando que las piernas del opuesto se congelaran y se quedara atrás.

El aura de superioridad que emanaba del rubio era aplacado por su débil expresión de indiferencia forzada, mas no sólo su cara de póker se quebró al escuchar al contrario trotar para igualar su ritmo, sino que también le robó una sonrisa victoriosa al comprobar el poder que sus vacías palabras tenían sobre el azabache.














❝𝒅𝒓𝒐𝒑𝒐𝒖𝒕❞ ⁽ʸᵉᵒⁿᵍʸᵘ⁾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora