[ 𝟎𝟏 ; 𝟏𝟗 ]

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Podía oírse el impacto de los palillos metálicos contra las bandejas plásticas que contenían el almuerzo de aquel día, bullicio que resaltaba por sobre el característico sonido que producía la aglomeración de estudiantes en el comedor de la escuela, cuyos alrededores eran barridos por la mirada del azabache, quien percibía la comodidad con la que se manejaban dichos adolescentes.

Pese a no tratarse de un período de tiempo exorbitante, el mes que transcurrió fue protagonizado por la distancia que Choi Beomgyu había tomado de Kai Huening, individuo que aceptó el regreso de la presencia del de tez pálida, lo que desembocó en un ambiente sumamente ajeno que calaba a ambos por igual; sin embargo, la existencia del otro generaba una sensación reconfortante, una que se amplificó en el coreano al recordar la amabilidad con la que el americano recibió sus disculpas por su errática actitud, sin reprocharle el preferir no dar explicaciones, pues sabía que, si insistía nuevamente en saber qué había ocurrido, el pelinegro lo haría de lado otra vez.

El dolor permanecía incrustado en el pecho del mayor, fundiéndose lentamente con sentimientos de culpabilidad y huellas de suciedad que ignoraban el hecho de que su portador llevaba poco más de veinte días encerrándose en el baño, hundiéndose en un denso remordimiento, un arrepentimiento mordaz que se disipaba ante la incipiente cercanía emocional y física que se forjaba entre Choi Yeonjun y él.

—Beomgyu-yah —lo notó perdido en sus pensamientos, mas no deprimido como los demás días —¿Quieres ir al centro comercial después de clases? —había decidido interferir en el monólogo interno del opuesto, entregándole una sonrisa cálida y sincera en un intento de no ahuyentarlo.

—Vale —la respuesta fue concedida casi de inmediato, desconociendo la enorme tranquilidad que le proporcionó al más alto.

—Genial —se percibía ilusionado, así contagiando al pelinegro, quien asintió y se inclinó en dirección al extranjero —. Pasaré por ti, entonces —acotó, referenciando la cercanía de la casa del mayor al lugar en cuestión.

La conversación no cesó, tornando la exitosa reconciliación en un acontecimiento agradable para el castaño, pues Kai Huening prefería cargar con ese sentimiento de hermandad incondicional antes que sentir celos por Choi Beomgyu; no obstante, aquello no volvería a ocurrir mientras Choi Soobin mantuviera su atención alejado de este. 

[...]

Tras pasar una entretenida tarde en compañía de su mejor amigo, el de tez pálida retornó a su hogar, topándose en la sala de estar con su madre, fémina que lo recibió con grandes muestras de afecto, gesto que había adquirido desde hace días atrás, coincidiendo con el resurgimiento del adolescente del pasado. El alma de Choi Hyoyeon regresó a su cuerpo en el momento en el que su amado hijo había vuelto a cenar con ellos en la mesa y, pese a que el menor continuaba sin pronunciar ninguna palabra respecto al tema, ella prefería mantenerse al margen por unos meses más, así hasta que considerara prudente indagar sobre este.

—Te he comprado panecillos glaseados, cariño —le enseñó un plato con tres de esos azucarados pastelitos, entregándoselos con prisa.

El joven siempre fue de una contextura corporal delgada, pues lo llevaba en los genes como su progenitora, mas ese período de tiempo decadente se veía reflejado en su anatomía, ya que se caracterizó por unos pésimos hábitos alimenticios, los que desencadenaron en la reducción de sus mejillas y musculatura del rostro en general, dándole una apariencia lamentable que rompía el corazón de la contraria.

—Gracias, mamá... —murmuró con una sonrisa, sentándose en el desayunador y procediendo a elegir cuál de los tres ejemplares se comería primero —¿Quieres uno? —ofreció con gentileza.

❝𝒅𝒓𝒐𝒑𝒐𝒖𝒕❞ ⁽ʸᵉᵒⁿᵍʸᵘ⁾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora