[ 𝟎𝟏 ; 𝟎𝟐 ]

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La decolorada tierra que cubría el suelo de la cancha se veía ligeramente dorada, teniendo la misma tonalidad que el borde de cada cosa que se lograba ver por la ventana. El sol del atardecer estaba haciendo su magia con estos y sería absurdo no apreciarlo en lugar de prestar atención a la aburrida clase de matemáticas a la que el azabache debía estar atendiendo, pues bien, si sus calificaciones no eran malas, tampoco eran excelentes, simplemente se quedaban en el insulso borde que las separaba de ser regulares y ser excepcionales. Eran buenas y con eso se daba por satisfecho. 

La maestra suplente dio por finalizada su enseñanza cuando el timbre sonó. Todos guardaban sus pertenencias con ansias y apuro, deseosos de volver a su hogar y descansar de sus responsabilidades. Choi Beomgyu quería lo mismo, pero teniendo que compartir habitación con su hermanastro, eso no terminaba de darle el mejor de los descansos, porque, independientemente de que Choi Yeonjun no fuera un ruidoso que apagara su tranquilidad, sí era un silencioso a morir. Analizándote cuando te descuidabas, casi que perforándote la espalda con su mirada aburrida y sigilosa.

Ya había transcurrido una semana desde que se instaló en esa nueva casa y no había día en el que no quisiera regresar a su antiguo piso, a su pequeña habitación con espacio personal, donde tenía una gran vista del centro de la ciudad y, pese a que este estuviera relativamente lejos, la inmensa altura sobre la que estaba el veinteavo piso era algo provechoso para verla y eso era algo que podían corroborar sus impresionables ojos. 

—Beomgyu-yah —la voz del chico de lacio cabello le llamó —. ¿Ese no es Hoseok hyung? —su tranquila mirada se tornó en la misma que tendría un perro cuando su amo volvía a casa, pero Kai Huening no se lo diría en ese momento, ya que el azabache salió corriendo en la dirección de su novio —Adiós también... —murmuró para sí mismo, rodando los ojos y acabando por irse hacia el paradero de buses.

—¡Hyung, viniste por mí! —exclamó el adolescente, abrazando con necesidad al mayor, quien le correspondió y acarició su cabello. 

—Por supuesto que sí, lindo  —se separó y le tendió una mano, una que gustosamente el más bajó tomó, entrelazando los dedos ajenos con los suyos —. Vendrás a mi piso, ¿vale? 

—Claro~ —sonrió mientras pegaba su cuerpo al del contrario. 

Choi Beomgyu adoraba que su novio le llevara a su hogar, pues se sentía cálido y amado, pero también algo excitado, porque sabía que era un secreto y que si su madre se enteraba que aún salía con el universitario, seguramente no lo dejaría ir a ninguna parte por el resto de su vida. 

Entonces, ambos subieron al auto del castaño —vehículo que le había regalado su padre cuando cumplió la mayoría de edad— y, al encender el motor para dirigirse al condominio estudiantil donde residía, este acarició una de las piernas de su pequeño novio, el menor le sonrió y posó su mano sobre la suya, reflejando lo mucho que le gustaba el contacto.

[...]

El matrimonio había ido a cenar, escenario que le facilitaba entrar a su casa sin recibir interrogatorios. No obstante, incluso si no habría nadie que los viera, Choi Beomgyu no consiguió que su pareja lo acompañara hasta la puerta, por lo que se limitó a despedirse de él con un tierno beso en los labios y se marchó, para luego ingresar a la residencia y desplazarse por el pasillo hasta llegar al baño —lugar donde se ocupó de asearse debidamente— y salir en un par de minutos de este, así dirigiéndose a su habitación, donde, si tenía suerte, el rubio no estaría. Mas el pelinegro nunca fue tan afortunado.

—Hola, Yeonjun hyung... —saludó al mayor que descansaba en la cama vecina, sin obtener respuesta. Pero no se sorprendió, puesto que ya empezaba a acostumbrarse a esa actitud descortés.

Sintiendo su espalda ser observada, fue cambiando su uniforme escolar por un cómodo pijama de algodón, sabiendo que habrían chupones —recién hechos— distribuidos a los largo de su delgado cuerpo, todos a la vista del curioso que los viese, mas sus asuntos no eran los de su hermanastro, y el de tez pálida contaba con eso, porque si su madre se enteraba, él estaría muerto.

La única luz que había era la que encendió para poder vestirse, por lo que, una vez estuvo listo para dormir, la apagó, dejando la habitación en penumbras nuevamente, para después meterse entre las sábanas y acomodar su cabeza contra la almohada, dando un suspiro feliz cuando recordó lo lindo que fue pasar la tarde con su novio y lo amado que podía hacerle sentir.

—Buenas noches... —murmuró, dándole un último vistazo al chico que usaba su teléfono en la otra cama.

Se sostuvo el silencio, mas no significó que Choi Beomgyu dejara de dormir esa noche, porque lo hizo con una bonita sensación en su pecho.












❝𝒅𝒓𝒐𝒑𝒐𝒖𝒕❞ ⁽ʸᵉᵒⁿᵍʸᵘ⁾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora