[ 𝟎𝟏 ; 𝟎𝟎 ]

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La penumbra de la habitación era acompañada por la decadente luz que producía la lampara en la mesita consiguiente a la cama del mayor de los chicos. Las facciones ajenas reflejaban el blanquecino tono del pequeño alumbrado, dejando espacios poco visibles que contradictoriamente generaban deseo y desconcierto según cual fuera el par de ojos que los viera. 

El delgado cuerpo del azabache estaba posicionado encima del que se suponía era su hermanastro, quien lo miraba con cierta incredulidad por las acciones que el menor ejecutaba. Estaban sumidos en un inquietante silencio, oyéndose solamente las irregularidades en la respiración del adolescente, individuo que podría jurarse a si mismo que, esa calidez con la que las manos del rubio tomaban sus muñecas, lo haría desmayarse en cualquier segundo. Él sentía una repentina necesidad de zafarse y escalar más en el cuerpo impropio, sentarse en su regazo y recibir más de ese calor que su interior le demandaba a gritos.

El de claras hebras seguía sin comprender la situación, porque de un segundo a otro pasó de estar solo en su mullida cama, a tener al contrario sobre él. La única sensación que lograba describir con certeza, era la de desconcierto. Entonces, cada vez que sentía cómo el más bajo se arrastraba sobre sus piernas, el agarre que ejercía sobre este aumentaba. 

Ante sus ojos, Choi Yeonjun había sido un apático con el que no podía dialogar, pero ahora no lograba ver nada más que a alguien que podía agitar su corazón con un insignificante suspiro. Sus rasgos se habían embellecido, deleitando su atento mirar, el cual llegó a reparar en los carnosos labios que este poseía. Por reflejo relamió los suyos, nuevamente imaginando la sensación que le provocaría probarlos. Pero él ya no quería seguir imaginando.

Con dos manos ajenas rodeando su cuello y rostro, el rubio sintió una presión en su boca. Ambos de sus ojos estaban excesivamente abiertos, pretendiendo llevar a cabo el trabajo que su cabeza debió hacer, es decir, entender qué estaba haciendo el opuesto. 

Delicados e inocentes roces eran manejados por Choi Beomgyu, buscando de todas formas no asustar al decolorado, pero este no llegaba a corresponderle todavía, permaneciendo estático bajo su toque. Siendo así que el azabache rompió el frágil y casto beso, volviendo a conectar sus ojos con los ajenos. La desesperación que el universitario podía ver en estos era contrastante con la frialdad que su cuerpo cargaba después de semejante sorpresa. Sin embargo, había algo que le decía que él ya habría presenciado esa mirada con anterioridad.

Alzó su mano hasta atrapar la mejilla del menor, viendo como este se estremeció ante su acción, mas no alejándose, sino que tomándola entre la suya y restregándose débilmente contra ella. Lucía sumamente receptivo y eso produjo un extraño cosquilleo en el estómago del de pálidos cabellos. Entonces, bajó sus ojos hasta las delgadas piernas del adolescente, volviendo a mirarle de inmediato. Su pequeña boca estaba entre abierta y su pecho iba y venía irregularmente, jadeando con dificultad. 

¿Por qué parecía que lo invitaba a hacer lo que quisiera con él?

¿Y por qué de pronto le agradaba la idea?

Dio un respingo cuando su hyung acarició la longitud de su muslo, aún manteniendo una de sus manos contra su rostro. El calor en su interior se expandía por cada vez que el más alto fue tocando su anatomía y explorando su cubierta piel. Quería seguir sintiendo esas manos recorriéndolo y mimando sus más puros sentimientos. Necesitaba que el rubio le enseñara más de esa faceta dulce y amable, no que continuara ocultándose en esa personalidad indiferente y burdamente fría.

Por otra parte, el mayor de los Choi estaba cada vez más complacido con la sensación de tener a su merced al contrario. Presenciando como se deshacía y gemía con un ínfimo movimiento, fue que le demostró inconscientemente lo vívida que podía ser su forma de percibir las emociones y sensaciones. Hecho que corroboró con esos recuerdos que tenía del crío llorando en las noches, sólo porque el que decía ser su novio no le llamaba o lo ignoraba. 

—Hyung... —volvió a descender hasta los labios del de abajo, besándolo y siendo correspondido por primera vez —Humm... —se sorprendió cuando su lengua fue atacada por la impropia.

Los brazos del de oscuras hebras se aferraban desesperadamente a su cuerpo, exhibiendo la exagerada necesidad de que lo siguiera tocando. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Choi Yeonjun, sintiéndose superior y dueño del completo control de la situación. Porque, si él quería, podía doblegarlo, lastimarlo.

Mierda, vaya que quería hacerlo llorar.











❝𝒅𝒓𝒐𝒑𝒐𝒖𝒕❞ ⁽ʸᵉᵒⁿᵍʸᵘ⁾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora