Capítulo 74

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Después de que nos diéramos una ducha en el hotel y cenáramos ahí mismo, regresamos a mi casa y estuvimos en mi habitación hasta que mis padres llegaron y Louis regresó de nuevo al hotel.

Al día siguiente por la mañana salimos a desayunar mis papás, Louis y yo. Todo estaba muy tranquilo, yo me sentía relajada y simplemente estaba en silencio viendo la manera en que ellos hablaban con tanta facilidad y confianza.

—¿Cómo va tu mamá con el embarazo?

¡Mierda! El embarazo.

—Va muy bien, gracias —Louis sonrió hacia mamá—. Falta menos de un mes para que nazcan.

—¿Y ya sabes qué será el otro bebé? —pregunté.

—Una hermosa niña.

Sonreí emocionada y el me guiñó un ojo para seguir platicando con mis padres. Una vez que terminamos de desayunar, fuimos al centro comercial. Era domingo, los domingos siempre me parecían aburridos.

—¿Todo bien? —preguntó Louis en un murmuro.

—Sí —sonreí.

—Andas un poco distraída, quizá más de lo normal —se encogió de hombros—. ¿Necesitas algo?

Negué con la cabeza y besé su mejilla, viendo las calles por la ventana del auto de papá. Cuando llegamos al centro comercial, comencé a caminar con Louis de la mano y mis padres a un lado. Esto me resultaba bastante cómodo, porque la mayoría del tiempo había un tema del cuál hablar o a veces no hacía falta y el silencio era cómodo.

—Vamos allá —llamé a Louis.

Caminamos hacia una tienda de mascotas y mis padres se siguieron derecho hacia una tienda de joyería. Louis sonrió divertido hacia mí y entramos, sonriendo como una niña pequeña que entra por primera vez a una tienda como ésta.

—Buenas tardes, ¿puedo ayudarlos en algo? —preguntó un chico acercándose a nosotros.

—Sólo estamos viendo, gracias —sonreí.

Asintió con la cabeza y comenzó a caminar detrás de nosotros. Me acerqué hacia donde se encontraban los perros y me fue imposible no sonreír al verlos tan pequeños y juguetones. ¿A quién no le gustaban los perros?

Louis no soltaba mi mano mientras caminábamos lentamente, viendo los perros frente a nosotros.

—Ese es hermoso —murmuré, agachándome un poco para ver mejor al perro.

—Es un Husky Siberiano —dijo el chico detrás de nosotros.

“Lo sé”, pensé.

El pequeño perro lamió el cristal frente a él y tenía unas ganas inmensas de acariciarlo, su pelaje negro con blanco brillaba como nada. Louis se inclinó de igual manera y sonrió hacia el perro, achinando sus ojos de esa manera que me encantaba.

—Es precioso —Louis sonrió, acercando su dedo al cristal como si acariciara al perro a través de éste.

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