Capítulo 60◁

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Estuvimos toda la mañana y parte de la tarde en la sala de Louis. Más tarde decidimos regresar a casa de Jay, pero después de unos minutos discutiendo sobre la ropa, me convenció de dejar mi vestido en uno de sus cajones, a excepción de mis bragas que guardé en mi bolso. Tomamos un taxi y después de varios minutos llegamos.

—¿Mamá? —preguntó Louis en voz alta.

Nadie contestó, la casa se encontraba en completo silencio. Louis caminó hacia la sala en busca de alguien, y yo subí para ver si alguien se encontraba en las habitaciones. No había nadie.

—¿Hay alguien allá arriba? —preguntó Louis desde la sala.

—No, nadie.

Subió a donde yo me encontraba y definitivamente nos encontrábamos solos. Louis marcó a alguien y yo sólo me encontraba frente a él, aún usando su ropa.

—¿Dan? —Louis frunció el ceño—. ¿Dónde está mamá?

Los ojos de Louis se encontraron con los míos y mientras escuchaba por el celular, poco a poco sus ojos se iban abriendo más y más.

—Sí, sé dónde queda, nos vemos ahí en unos minutos —dijo y colgó.

—¿Qué pasa?

—Llevaron a mamá al hospital, le empezó a doler el vientre y están todos ahí —suspiró, y tomó su cara entre sus manos.

—Tranquilo, estoy segura que no es algo grave, de lo contrario Dan te hubiera avisado desde un principio —consolé, acariciando su brazo.

Él suspiró de nuevo y asintió lentamente con la cabeza, colocando ambas manos en sus caderas.

—Tienes razón…¿vamos? —preguntó ansioso.

—Sólo me cambiaré de playera…la tuya está muy grande.

Él soltó una risita y asintió con la cabeza, le sonreí y me dirigí a mi habitación para buscar una blusa decente. Cepillé mi cabello y lo dejé suelto, me deshice de la camisa de Louis, guardándola y después usando la que había escogido.

Una vez en el auto de Louis, nos dirigimos al hospital donde Jay y los demás se encontraban. Louis golpeaba con sus dedos el volante al ritmo de la música, y yo sólo lo observaba desde mi asiento. Fruncía levemente el ceño mientras cambiaba de canción, sus ojos perdidos en la carretera.

—Cuando frunces el ceño, se forma un bulto pequeño entre tus cejas —dije, ganándome su mirada—. Algo realmente adorable.

—No es adorable —bufó.

—Claro que sí —sonreí divertida, viéndolo enfadar como un niño pequeño.

—No lo es, a mi no me gusta.

—Bueno, a mí sí, hay muchas cosas de ti que me gustan.

—Seguramente sólo son cinco —se burló.

—No —sonreí—. Podría hacerte una lista.

Se quedó callado, pensando en lo que había dicho, y cuando pensé que nuestra conversación había llegado a nuestro fin, habló.

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