Se oyeron unos pasos en el despacho, de repente un grupo de hombres tapados con abrigos, bufandas, gorros y guantes irrumpió en la botica emitiendo ruidos metálicos. La luz del faro eléctrico les otorgaba un resplandor azul y opaco.
Uno de ellos era el guardia que nos había enviado a la habitación, pero ahora traía coleguitas y una escopeta. Definitivamente no iba a pagar por esa estadía.
Entonces supe que Micco había estado haciendo tiempo para que sus fuerzas se reunieran. Me sentí un poco tonto, pero no sería la primera vez ni la última. Eran cinco en total, cada uno con un arma diferente desde metralletas hasta pistolas de otro mundo. Un arma prolongada como un rifle y de color bronce tenía un grabado en su cuerpo «Saluda a mi B.B» No eran todo un batallón, pero en las condiciones que estábamos eran suficientes.
Alzamos las manos de mala gana, hicieron que nos paráramos de rodillas y nos pusieron en fila. Berenice se negaba a cooperar así que le golpearon las rodillas, cayó, la agarraron de su cabellera e hicieron que mirada hacia delante.
—No. La. Toques —gruñó Sobe a él lo sujetaban de los hombros—. O juro que crearé un infierno para mandarte allí.
Sabía que él no podía hacer tal cosa, al igual que yo, Sobe no controlaba sus poderes y si lograba hacerlo moriría del agotamiento, pero el hombre desconocía eso. Titubeó y la soltó.
—Quietos —dictaminó Micco y muy a nuestro pesar lo hicimos. Nos miró como si pensara qué hacer con nosotros y habló —. Aléjenlos lo más que puedan y mátenlos a un kilómetro de distancia, por si alguien los sigue —ordenó a uno de sus hombres con naturalidad.
—¿Y después? —inquirió el guardia que tenía tras la espalda.
—Dejen los cuerpos y regresen —añadió Micco—. Hoy desayunaremos hamburguesas.
Hubo murmullos victoriosos entre los guardias. Phil levantó la cabeza con interés.
—Suena delicioso ¿Puedo unírmeles?
Micco lo miró con desprecio.
—Claro, cuando termines de morir.
—Sale.
Ella se marchó a su despacho que estaba iluminado por la escasa luz que se deslizaba de la botica, cruzó sus brazos detrás de la espalda y contempló como los hombres metálicos no empujaban con los cañones de las armas hacia la salida.
Tenía que idear algo... no podíamos morir... por segunda vez, en menos de un día. Cualquiera pensaría que ya había aprendido de esas situaciones y que había conseguido un seguro de vida o había publicado un manual titulado: «Mil maneras de no morir» pero nunca sabía cuándo algo así se presentaría y no tenía ni idea de cómo salir de esa.
El hombre me puso de pie. Sobe fingió tropezarse, agarrarse de una estantería y volcar todo lo que había allí, que eran muchos frascos valiosos.
—Uh, no, pero qué torpe fui. Espero que no sea irreparable —se lamentó falsamente mientras pisaba las esquirlas de vidrio, retrocedía y volcaba un florero—. Oh. Lo lamento. Déjenme arreglarlo —agarró las hierbas secas que colgaban del techo y las tiró para secar el agua del florero.
—¡Para ya!
El hombre lo agarró del hombro y de un empujón le hizo caminar.
—Phil —mascullé—. Ayúdanos.
—¿Ahora?
—Sí —susurré.
—No puedo transformarme —explicó—. Arruinaría el tapiz. Es de colección.
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Los miedos incurables de Jonás Brown [3]
FantasyTras un año desde su visita a Babilon, Jonás continúa buscando la persona que, según el sanctus, lo llevará a sus hermanos: Dracma Malgor. Luego de descubrir que Dracma estará en el Concilio del Equinoccio, una reunión donde se congregan los maest...