II. En Nózaroc hay jazz.

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Mientras caminábamos en busca de algún interruptor tuve la impresión de que algo iba mal. La sensación era como una la marea que al romper contra la costa arrastra la basura mar adentro, con la única diferencia de que este sentimiento extraño únicamente iba una dirección y chupaba las rocas de la orilla y toda la arena de la playa.

26J meneó con la cabeza, 1E se percató de que ella estaba mostrando debilidad y eso fue suficiente para que se desmoronara. También se le empañaron los ojos como dos cristales, le tembló el labio y se echó a llorar. Pasé el peso de mi cuerpo de un pie a otro, monumentalmente incómodo. No estaba preparado para el llanto, no había traído pañuelos, consejos o almohadas para abrazar.

En parte lo esperaba, 1E era muy pequeño, tenía tan solo once años, aunque era el segundo al mando de la revolución tan solo era un crío.

Berenice lo observó mientras el niño rompía en lágrimas, parecía que ella no entendía lo que era la tristeza o no sabía calmarla. Yo lo abracé a él, que soltó el arco y la flecha, me llegaba al mentón y al estrecharlo en mis brazos supe que era más delgado de lo que parecía. Frágil como una galletita de jengibre.

—Eh, tranquilo chico ¿Qué pasa? Sé que este lugar es horrible —grité para hacerme oír entre el zumbido de los corazones—. Pero les prometo que lo resolveremos rápido y nos iremos ¡Así es, ya verán, vamos a encontrar una computadora enorme y apretar F5 sin parar!

¡Puuuuuuuuummmmmm!¡Puuuuuuuuuummmm!

El niño me abrazó con fuerza y solo entonces me di cuenta de que necesitaba a alguien que lo consolara y protegiera. A toda costa. Y 5M no había cumplido ese papel para ellos.

Tragué saliva. Había lugares y momentos para asustarse y sin duda no estábamos en uno de ellos.

26J se apartó de Sobe avergonzada, negándose a sostenerle la mirada y frotándose la nariz, reconstruyendo las murallas emocionales que la separaban del resto, siendo hosca otra vez.

—Es que no entiende —explicó—. Igual que yo.

—¿No entiende qué? —preguntó Sobe—. Tengo la impresión de que me estoy perdiendo de algo.

—5M nos dijo que los corazones de los adultos estarían casi marchitos... podridos —explicó 26J—. Que no podríamos recuperarlos. El plan antes de que vinieran ustedes, era quemar las ruinas de hilos y causar algunos estragos para tomar el control de las pantallas y obligar que los adultos causaran distracciones mientras nosotros escapábamos. Dependiendo de cómo fueran las cosas nos meteríamos en el Banco y recuperaríamos los corazones de sus amigos, es decir, del primer grupo revolucionario... los demás, por piedad, deberíamos asesinarlos. No entiendo por qué dijo eso, los corazones se ven sanos ¡Todavía son útiles!

—Tal vez se equivocó —añadió esperanzado 1E, tenía sus manitas en la espalda, estrujando mi camisa, continuaba llorando y ya me había empapado el pecho con lágrimas y moco—. ¿O no? Ella nunca entró aquí, así que no podía saber que sus corazones todavía están sanos. Le diremos a 5M que se puede recuperar a todos y...

—¡5M se fue! —lo interrumpió 26J y él se sobresaltó del miedo, los primeros al mando de la resistencia estaban discutiendo como niños en un parque—. ¡Aparecerá cuando inicie el golpe! ¡Aparecerá en la Extirpación de Lealtad! ¡Ya será demasiado tarde! ¿Cómo le diremos en mitad de un tiroteo que no use a los adultos como carne de cañón porque pueden volver a vivir?

—¿Iban a usar a los adultos como carne de cañón?

Sobe abrió la boca, probablemente para burlarse de ellos, pero la cerró y prefirió callar e imitar la postura impertérrita de Berenice.

Los miedos incurables de Jonás Brown [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora