Soy un acosador certificado

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 —Es la decisión más difícil que he hecho en mi vida —dramatizó Dante cruzándose de brazos.

—A la izquierda tenemos muerte, sangre y acción, pero a la derecha hay risas y personas agradables —opiné señalando la cartelera de cine.

—¡No puedo con esto! —gritó Miles, cayó al suelo de rodillas e hizo ademán de querer arrancarse el cabello como si se hubiera vuelto loco, la gente de la calle lo miró al pasar. Dante se avergonzó y se puso pálido—. ¡No recibí el entrenamiento suficiente! —continuó bramando.

Sobe se inclinó a su lado y con gesto solemne apoyó una mano en su hombro, siguiéndole el juego.

—Yo confió en ti, mi hermano.

—¿Estoy arriesgando mi vida para esto? —preguntó Petra sentándose en una mesa donde estaba Berenice con cara de aburrida y Dagna ceñuda.

—A mí me da igual —manifestó Berenice, era la primera palabra que decía en el día—. Todas las películas estarán en italiano.

Io parlo italiano —exclamó Sobe con aire de suficiencia.

—Yo también —dijeron Dagna, Dante y Miles a corrillo.

Petra y yo nos encogimos de hombros. Berenice puso los ojos en blanco. Ellos habían vivido casi toda su vida en el Triángulo, un lugar donde se refugiaban todos los trotamundos de diferentes países, cada uno de ellos hablaba más de cinco idiomas distintos, sin contar los idiomas de otros mundos.

Habíamos decidido salir del Triángulo y tomarnos una tarde de diversión. Como los últimos dos años cada vez que nos íbamos de la isla liberamos un mundo esclavizado, sin la autorización del Consejo y lo hacíamos sin la decencia de mantener el anonimato de nuestra especie, los guardianes se propusieron acompañarnos cada vez que estuviéramos fuera.

Así que si tenía que salir debía hacerlo con amigos o con tutores como si fuera un preso con libertad condicional, pero a diferencia de ellos yo no había hecho nada malo y no tenía tatuajes.

No fue tan difícil salir, sólo tuve que convencer a Aurora y John, dos guardianes, que decidieran dar una vuelta con nosotros. Ellos estaban un poco... enamorados y John partía al día siguiente a una misión parlamentaria para reunir aliados para la guerra. Iría a un mundo donde la realeza y los miembros de la élite política más confiables estaban al tanto del Triángulo, se enteraron por accidente, obviamente.

Todos los trotamundos éramos y hacíamos accidentes.

John con los demás guardianes debía buscar aliados para la guerra que se avecinaba y tenía que entablar amistad con ese pasaje. Era algo así como aparecer en la puerta de tu vecino con una botella de sidra solamente para que te deje pasar y ver si por dentro su casa es como te la imaginaste, eh, mis abuelos hacían eso.

Esa misión era muy importante, había causado un gran revuelo por toda la isla. Emma había querido involucrar a los estudiantes o al menos que ellos se sintieran importantes a la hora de tomar decisiones así que estuvo toda una semana realizando encuestas a los niños y adolescentes que vivían en el Triángulo. Les había preguntado con una planilla en la mano y una sonrisa en los labios si tenían ideas para entablar un lazo político y cómo lo harían ellos, pero no creo que haya recaudado gran material. La mayoría de los niños de diez años dijeron que les den un tratado de paz como toneladas de golosinas, otros decían que John apostara con los políticos y jugara a las cartas, damas chinas o en su defecto Operando, si ganábamos la apuesta nos ayudarían y si perdíamos entonces desapareceríamos y no cumpliríamos con nuestra parte, después de todo no podían seguirnos por los pasajes. Otros afirmaban que lo dejen en una competencia de baile. Cuando llegó mi turno llené los casilleros que decían:

Los miedos incurables de Jonás Brown [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora