Comenzamos a avanzar calles a toda velocidad.
Los edificios se desvanecían como manchas fugaces cuando los dejábamos atrás. Sobe se incorporó tambaleante, haciendo equilibrio con su pierna chueca. Dante estaba a un lado de Phil gritándole qué avenidas eran menos concurridas y protestando porque no respetaba los semáforos, eso era una violación de seguridad y así llamaríamos más la atención.
Petra y Berenice se abrochaban los cinturones de seguridad de sus reposeras, alrededor de la cintura. El movimiento brusco del auto nos hacía dar botes, era como encontrarse en el interior de una pandereta.
—¿Cómo entramos al Templo de la Iglesia?
—La Iglesia del Temple —corrigió Sobe agarrándose de los respaldos de ambos asientos delanteros—. Tenemos que ir al interior. La Iglesia cuenta con dos cámaras una circular y otra rectangular. Es muy popular, todos la conocen por su forma redonda...
—Suena a mi tía —agregó Dante con expresión de que estaba a punto de vomitar.
Por descontado no quería conocer a su tía, suficiente había tenido con sus padres.
—El portal está en un patio —continuó guiando Sobe— al lado de ambas cámaras y de una columna de mármol. Es lo suficientemente grande como para que pase la minivan después de todo, aunque tengan el tamaño de una puerta puede cruzarlo cualquier cosa, siempre es así. Pero el problema es que no sé cómo pasaremos el automóvil al patio.
—Pasará —prometió Phil con determinación, giró el volante y la minivan viró en una calle.
Phil estaba serio, con la mirada dura, el mentón comprimido, los labios suprimidos en una fina línea y su barba castaña de días resplandecía levemente ante la luz del sol. Se veía como el personaje de una película de acción, esas donde las leyes de la física desaparecen, los autos levantan velocidades supersónicas y siempre hay una chica guapa al lado. Se hubiera visto genial si no llevara puesto un traje de Elvis y si al lado de él no estuviera Dante con nauseas por los nervios.
Las bocinas que dejábamos atrás era la manera de los ingleses de decirnos que estábamos entorpeciendo el tránsito. Las bocinas y Dante, claro, que contaba todas las infracciones que cometíamos. Por cada movimiento brusco yo caía al suelo de la minivan, sobre las chicas o debajo de Sobe.
—¡Agárrense! —aulló Phil, aceleró y chocó con algo, pero continuó la marcha.
No supe en qué momento había virado, pero ya no estábamos en la calle. La camioneta bajaba por un estrecho pasillo de piedra gris, entre dos edificios, que arañaba la pintura del auto. Alguien gritó como chica y no fue una de las chicas. Saltaron chispas anaranjadas y el olor a metal caliente se filtró en el interior del vehículo. Pensé en el Elvis que sonreía en la chapa sufriendo todos los daños de la huida. De repente estábamos dentro de la Iglesia, estacionando bruscamente en una explanada pequeña que en la antigüedad hubiera sido un patio para curas o monjes.
Obviamente no me había dado tiempo de aferrarme de algo y terminé otra vez debajo del trasero de Sobe. Lo empujé lejos de mí:
—¡Quítate!
—No creas que eres un asiento cómodo, mi huesudo amigo —masculló Sobe arrastrándose lejos.
Petra se desabrochó el cinturón de seguridad al momento que arrancó de su brazalete más cuentas pardas. Abrió la puerta de la minivan, arrojó las cuentas con ferocidad para que estallaran y la cerró de un portazo. Había una pareja de turistas del otro lado a la cual ella durmió. No podíamos atravesar un portal si había gente mirando, iba en contra de todos los protocolos de trotamundos.
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Los miedos incurables de Jonás Brown [3]
FantasíaTras un año desde su visita a Babilon, Jonás continúa buscando la persona que, según el sanctus, lo llevará a sus hermanos: Dracma Malgor. Luego de descubrir que Dracma estará en el Concilio del Equinoccio, una reunión donde se congregan los maest...