III. Adelgazamos en segundos.

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 26J trepó hasta el agujero y Phil se perdió en el interior, me hice a un lado para que Dante entrara luego de Veintiuno. Al sostener las piedras nuestros cuerpos se movían con la agilidad del aire, solo bastaba un ligero brinco para alcanzar el hoyo en el mascaron del barco. Fui el último en subir o bajar, dependía de cómo lo vieras.

Una vez dentro del barco mis ojos tuvieron que parpadear para adaptarse a la escasa luz, me sentía como en el interior de una nuez. Las paredes eran oscuras y rugosas, la madera estaba mohosa y ahí dentro el hedor del basurero se fermentaba más y las voces se oían más grabes.

Al estar el barco tumbado de costado, atravesé la abertura y me resbalé por el suelo hasta la pared que era el piso donde mis pies se ubicaban. Noté que ese lugar hubiera sido antes la bodega porque había restos de cajas, redes de pesca y sogas; una escalera te llevaba al piso de arriba, pero al posicionarse la embarcación de lado tendría que subir los escalones a gatas, como si trepara estantes.

Por dentro todo estaba vacío, no había muebles a excepción de un plato cóncavo y amplio repleto de piedritas que descansaba en el suelo. No había mucha luz, los rayos oblicuos y débiles venían del exterior, pero era un resplandor opaco, había algunas velas desperdigas por el lugar, apelotonadas en rincones o colgando de ganchos, la cera se vertía derretida hasta el suelo pegajoso.

Escudriñé a Phil de arriba abajo, estaba en una sola pieza. Olía a colonia, por todos los cielos. Incluso le habían conseguido un uniforme, en la manga decía 20N. Ya no estaba con el disfraz de Elvis, al menos algo bueno había salido de todo ese embrollo.

Mientras 26J tiraba su piedra voladora en aquel recipiente le susurré:

—No sabes lo que me hicieron los interrogadores.

—Déjame adivinar ¿Te interrogaron? —dije, saqué mis manos de los bolsillos, me puse de puntas de pie y lo analicé—. ¿Estás bien, viejo?

Tenía los ojos rojos, seguro había estado llorando, pero estaba tan loco que pudo ser por cualquier emoción. Sin embargo, aunque todos eran niños, no me creía que solo por eso no lo torturarían.

—Sí —respondió alejándose de mí y vigilando avergonzado a la niña.

—¿Y por qué no trataste de escaparte? —pregunté apretando los puños.

—Porque me interrogaron —explicó incordiado el señor de lo obvio.

Aunque la resistencia de niños sabía que éramos trotadores desconocían que Sobe era el Creador más buscado por Gartet y que yo era un Cerra que no tenía clasificación. Tampoco sabían que buscábamos una coordenada para recuperar el recuerdo que Dracma sacó de su mente, no sabían que yo buscaba a mis hermanos, que Berenice quería asesinar a Logum y que teníamos fama de liberar mundos. A no ser que Phil se los haya contado.

—¿Confesaste algo? —pregunté.

—Todo, les confesé absolutamente todo, pero me guardé lo importante.

Cerré los ojos, respiré hondo, me daba la ligera impresión de que ambos teníamos diferentes definiciones de la palabra importante.

—¿Qué te guardaste?

—No le dije que te desterraron de tu hogar por dar vergüenza.

26J interrumpió nuestra conversación y nos indicó, con el dedo índice, que devolviéramos las piedras voladoras al plato; así le salvó la vida a Phil porque yo iba a matarlo.

Arrojé mi piedra, cayó emitiendo un débil sonido y tosí buscando aire puro. Ese lugar era como oler la axila de alguien que va al gimnasio por primera vez. Sinceramente no era una experiencia que me gustara repetir y por la expresión de Dante asumí que a él tampoco. Debía admirar el valor de Dan, él tenía tanto dinero como para haber estado vacacionando en Londres, el trópico o en cualquier lugar que no fuera ese, pero su devoción por lo justo, las reglas y los deberes hacían que cumpliera sus responsabilidades de trotamundos.

Estaba agitando su ropa y palmeándola para dispersar el polvo negro y verse presentable, pero no tenía mucho éxito, tal vez se preparaba para tomar una fotografía a sus padres. Veintiuno y 26J no se veían muy afectados.

—5M quiere una reunión con ustedes, para llegar a un trato ¡Inepto insoportables! —explicó pacientemente.

—Pues 5M pudo moverse hasta nosotros —dije.

—Shh-chsshh-chsshh —chitó Dante y observó a 26J que todavía sostenía el machete en sus manos—. En realidad, no quiso decir eso.

—Sí, sí quise —aparté sus manos de mis labios—. Nos hace separarnos de nuestro puesto, podemos ser descubiertos por los colonizadores y todo porque ella no quiso mover el culo hasta nosotros.

—Lengunaj...

—Ella no puede, inútil —respondió 26J.

—¿Por qué? ¿No tiene culo o qué?

Dante estaba temblando como una hoja, seguramente callándome en su cabeza en siete idiomas diferentes.

26J demoró algunos segundos en responder, cómo si no hubiera esperado esa reacción de nuestra parte y se le olvidara la línea que tenía que decir. Entonces supe que la mayor parte de su rabia, impaciencia y bravura era actuada, básicamente como un chofer de autobús. Se dio la vuelta y nos hizo un ademán para que la siguiéramos.

Únicamente quería acabar rápido con eso y encontrarme con la líder de la revolución infantil. Esperaba que fuera una mente maestra.

Habíamos sido burlados por un grupo de niños, los profesores y profesoras que nos enseñaron táctica y lucha en el Triángulo estarían sacando cuentas de cuántos días necesitaban para sentir la vergüenza y decepción que les provocábamos.

Tal vez si terminarían desterrándonos por dar vergüenza.   

Los miedos incurables de Jonás Brown [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora