Cuando terminamos nos dejó ir al observatorio. Escarlata me alcanzó en la escalera y se trepó a mi hombro desprendiendo una estela de tierra en mi remera.
El observatorio era muy extenso, colocado en una gruesa torre de dimensiones considerables, medía lo que una cancha de fútbol. Tenía varias puertas cuyos marcos eran arcos formeros que daban soporte al techo: una bóveda cóncava repleta de luces. No recuerdo de qué pasaje pertenecían las luces, pero eran idénticas a las estrellas y marcaban las constelaciones de nuestro mundo.
En el centro había un tablero de mandos que te permitía programar las luces para que proyectaran constelaciones de otros lugares, alrededor del tablero había una serie de butacas rojas para los espectadores. Las sillas se encontraban agrupadas en el centro de la habitación y a los alrededores había espacios libres para caminar, balcones con telescopios o campanas. Las campanas de cada balcón se hacían repiquetear sólo para indicar que el Triángulo se hallaba bajo ataque.
Pero en ese momento lo único que sonaba eran unas cuantas guitarras, los trotadores estaban afinándolas. Había un par de velas aromáticas esparcidas por el suelo y se mezclaban con la fragancia que procedía de los árboles frutales del patio trasero.
Localicé a algunos conocidos, las hermanas Goergia y Roma estaban sentadas en las butacas con un grupo de chicos que conversaba, comían palomitas y se reían. Roma me sonrió, alcé una mano saludándola, ella guiñó un ojo, me lanzó una palomita y retomó la conversación que eran más gritos y risas que otra cosa. También estaba Amanda, ya hablando con Miles en uno de los balcones, ella estaba sentada en el suelo y balanceaba las piernas en el abismo mientras lo oía.
James Rivers, Verónica Montes y Perce y Travis Bramson se encontraban usando cascos de realidad virtual de otro mundo, las sensaciones que te trasmitían era mucho más reales, del cráneo emergía una maraña de claves con ventosas que se le pegaban al cuerpo. Estaban jugando a una simulación de zombis, James corrió de una manada invisible que lo condujo a las filas de butacas donde se encontraban hablando tranquilamente los chicos de las palomitas. Hubo muchos gritos como si los despellejaran vivos.
Había un grupo de espectadores que apostaban quién sería el primero en ser comido virtualmente. Walton y Alb formaban parte de los espectadores. Los cascos eran los objetos que iban a enseñar esa noche.
Había otro par de adolescentes y niños con dinero de pasajes inhóspitos y libros que hablaban. Berenice se hallaba con los chicos que venían a tocar música, pero por su expresión parecía pertenecer a una orquesta fúnebre. Encontré a Petra a su lado, pero ella estaba hablando con Dagna que se encontraba enfurruñada en un rincón, tan ceñuda que era imposible que no le doliera tener arrugado de esa manera el entrecejo.
Me acerqué hacia ellas.
—Vamos —la animaba Petra dándole empujones con la mano—, ni siquiera debes preocuparte, él es un idiota y eso ya no es noticia. Además, ella está media —Giró un dedo alrededor de su oído—, no durarán ni una semana.
¿Petra hablando mal de alguien? Debía haber escuchado mal.
—Me siento fea —bisbiseó Dagna.
—¿Por qué te sientes como no eres? Es como si un alto se sintiera enano ¿A que no es hermosa Berenice? —inquirió Petra en busca de apoyo y desvió sus ojos hacia Berenice que estaba inclinada sobre las cuerdas de la guitarra.
—Sí.
—¿Y talentosa? Digo no cualquiera aplasta a todo el mundo en los deportes.
—Sí...
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Los miedos incurables de Jonás Brown [3]
FantasyTras un año desde su visita a Babilon, Jonás continúa buscando la persona que, según el sanctus, lo llevará a sus hermanos: Dracma Malgor. Luego de descubrir que Dracma estará en el Concilio del Equinoccio, una reunión donde se congregan los maest...