II. Nos invitan a unas hamburguesas después de morir.

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 Phil aparcó la minivan enfrente del Cardinal Place, un centro comercial de cristal transparente que tenía una forma abstracta. Sobe y Berenice se habían quedado vigilando el auto y traduciendo los archivos al español, le di dinero a Phil para que se comprara ropa nueva, es decir ropa.

 Tuvimos que distraer a los guardias para que no advirtieran a un hombre en calzones deambulando por las galerías. Fingimos hacer un reporte escolar e interrogarlos sobre su trabajo. Luego con Petra fuimos por aperitivos al mercado.

 Ella se apoyaba cansamente sobre el carro de compras y lo deslizaba con desgana por el suelo.

 Le expliqué que Dracma se había arrancado uno de sus recuerdos y lo había ocultado.

Pero para que nadie pueda encontrarlo antes que él, lo escondió en un lugar único, al cual sólo se podía llegar sorteando todas sus trampas, trampas que sólo él podía pasar. Recordé lo que había dicho Elmo, que estaba seguro de que moriría en la búsqueda. Traté de alejar ese pensamiento de mi cabeza. No podía ser tan difícil encontrar un objeto en este mundo, después de todo era más fácil que buscar a mis hermanos en un número infinito de mundos.

Más allá de eso no sabíamos mucho. Ni siquiera tenía idea de qué recuerdo quería Dracma fuera de su cabeza. Es cierto que hay cosas que uno prefiere olvidar como por ejemplo el recuerdo de haber visto a tus padres toqueteándose en la cocina o la embarazosa memoria de olvidar tu línea en una obra de teatro y quedar como un tonto frente a todo el grupo de coro, los novatos de escenografía y los genios de vestuario (eh, a un amigo le pasó).

El sanctus me había dicho que Dracma me llevaría a mis hermanos, así que ese recuerdo tal vez tenía que ver con ellos también.

Aunque lo que más me inquietaba era que ese recuerdo estaba relacionado conmigo y con otras tantas personas que de las cuales sólo tenía una fotografía. Pero ni siquiera llegaba a entender por qué lo arrancaría de su memoria y lo querría después; tal vez era muy indeciso y Dracma era de ese tipo de personas que no terminan de decidirse nunca, me pregunté cuánto tardaría en ordenar comida rápida.

—Es raro que conserve tu fotografía... —supuso Petra— digo ¿Por qué tú?

—Sobe ya dejó en claro eso —respondí leyendo la lista de mercado de Miles.

¿Para qué Miles necesitaría un abrelatas con forma de sirena? Guardé el papel en el interior de mi bolsillo y me concentré en suministros para el viaje.

Petra tenía el cabello casi recogido lo que realzaba sus mejillas. Estaba observando sus brazaletes y jugando con ellos entre los dedos a medida que hablaba. Se había comprado un leotardo negro y térmico que se había colocado debajo del vestido y un abrigo oscuro de segunda mano que le iba hasta la altura del muslo junto con su atuendo de funeral. Todavía calzaba las botas de montaña. Le había dicho que parecía una calabaza de Halloween, pero ella no comprendió.

Extrañamente continuaba igual de guapa, estaba vestida como una vagabunda, pero modelaba la ropa como si fuera una jodida princesa de cuentos para niños. Incluso un chico le había pedido su número hace unos minutos, pero yo lo había echado porque primero ella no tenía teléfono y segundo, eso llamaría la atención y ya era suficiente que teníamos el aspecto de salir de una guerra.

—No —Petra negó con la cabeza—. Quiero decir que... —Suspiró, se la veía aturdida como si hubiera visto millones de cosas, se frotó la sien—. No tiene el retrato de Sobe lo que significa que sólo está interesado contigo... o de alguna manera tú estás involucrado en ese recuerdo. Pero Sobe no. Eso quiere decir que no te está cazando por tus poderes como hace todo el mundo... de otro modo también buscaría a Sobe.

Los miedos incurables de Jonás Brown [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora