II. No soy listo pero soy coleccionable.

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Antes de darme cuenta habíamos llegado.

Las calles empinas, bajas y chuecas descendían abruptamente en una plaza de concreto de doscientos metros. Era como un pozo o una caverna hundida. La explanada estaba cargada con un escenario y algunas sillas plásticas blancas, tal vez quinientas o más. No eran para todos los habitantes, ahí se sentarían los niños de trece que entregarían su corazón, uno a uno. Estaban preparando todo para la Extirpación de Lealtad. Al menos eran organizados.

En mitad de las sillas había torres con cámaras de vídeo, cables que iban hasta parlantes y equipos de sonido y luces. Supuse que la ceremonia era grabada y trasmitida en las calles o los Hogares de Comuna o donde alguien quisiera verlo. Algo así como la graduación de prepa más turbia de la historia.

Detrás de las sillas, los equipos de grabación y el improvisado escenario estaba el edificio más negro, cuadrado y grande que había visto en mi vida. Medía más de cuatro o cinco manzanas, jamás había visto algo tan colosal e inmenso, un tiranosaurio rex se vería como un pollito al lado de semejante estructura. Las paredes eran placas de metal oscuro como la brea. Había palillos-soldados custodiando la entrada.

Dante le tomó una foto sin flash, con brevedad les explicó a los nativos lo que era una cámara fotográfica y les pidió que posáramos desde nuestro escondite. Si crees que ellos por ser soldados de élite se negaron no estarás en lo cierto. 26J y 1E pusieron espalda contra espalda, él en posición de ataque con el arco y ella blandiendo el machete, Veintiuno apareció al costado, haciendo una mueca.

Regresé mi atención al edificio mientras el resto tomaba fotos para los padres de Dante.

Los Palillos no se movían de su lugar, pero giraban la cabeza en varias direcciones. La estructura era tan grande y la oscuridad era tan espesa, que solo alcanzaba a ver a veinte ubicados en el oeste.

—5M utilizó a su hermano para conseguir que haya la mitad de soldados hoy. Creó un incendio en el norte —explicó 26J con un deje de orgullo, apostándose a mi lado.

—¿No tenían un almacén de robots? —preguntó Dante, guardando su cámara—. ¿Por qué enviaron los Palillos del Banco a apagar el incendio y no los que están guardados en el deposito?

—Porque inició el incendio en el almacén —explicó 26J y 1E asintió—. Eran todos los explosivos que teníamos. No perdamos esta oportunidad. Escuchen. Los robots que quedaron están mal programados, giran la cabeza todos al mismo tiempo. Miran treinta segundos hacia la izquierda y treinta hacia la derecha —explicó 26J—. Los que se fueron eran los que vigilaban las zonas que ahora ellos ignoran por treinta segundos. Antes no teníamos puntos ciegos, ahora sí.

Estábamos escondidos tras la circunferencia de un edificio, en lo que sería una esquina, solo que sin... ¿esquinas? Que todo allí fuera circunferente y empinado, afectaba mi sentido de orientación. Me sentía como un borracho.

Aun así, miré atentamente y noté que tenía razón. Había un desperfecto, todos miraban al mismo rincón por el mismo tiempo, teníamos un punto ciego. Era un golpe de suerte tremendo. Que 5M controlara a su hermano era bastante ventajoso, podía mover hilos desde su posición o proporcional mucha información.

Los robots que vigilaban esas zonas habían ido a apagar el incendio. Me pregunté si lo apagarían con el agua venenosa. El escenario estaba colocado delante de la pared del Banco, me pareció el lugar más seguro para esconderse y subir con las piedras hasta el techo.

—Tenemos que correr esos doscientos metros en treinta segundos —explicó—. Cuando giren la cabeza nos movemos. Ya saben el plan. Si creen que no llegan, usan las piedras, pero como último recurso, es más seguro subir apretados contra la pared y... ¡Ahora! —susurró más alto.

Los miedos incurables de Jonás Brown [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora