Soy vencido por un peluche.

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Después de escuchar eso di por seguro que no le pediría a Dracma Malgor un autógrafo.

¿Un seguidor de Gartet? Tenía que estar jugando, no podía ser cierto ¿Cómo un seguidor de Gartet podría ayudarme a encontrar a mis hermanos?

Traté de tranquilizarme y le entregué a Petra una mirada que comprendiera. Si Dracma obedecía al mejor postor entonces de alguna manera debería convertirme en mejor postor que Gartet. Eso sería difícil porque él era un emperador super millonario, sus subordinados tenían palacios con suelo de diamantes o rubíes, de seguro que él contaría con cosas más lujosas como yates de oro o no sé... algo por el estilo que muestre que era un ricachón sin escrúpulos. ¿Pero yo? Yo sólo tenía en mi favor quinientos dólares, quince monedas de plata del mundo Erbop y dos euros en mi chachito.

—Entonces me convertiré en mejor postor.

Eso de verdad sería difícil de conseguir, pero un problema a la vez, primero debía hallar a Dracma.

—¿Qué le darás a alguien tan poderoso? —cuestionó la mujer.

Ruegos y suplicas, se me ocurrió decir, pero traté de concentrarme en la conversación.

—No sé ¿Tú sabes algo de Dracma?

Ella negó la cabeza y uno de sus rizos oscuros tembló.

—No mucho pero dentro de poco él se reunirá en el Concilio del Equinoccio, puedes buscarlo ahí, o entregarte, como quieras decirle.

—¿Cuándo es el Concilio?

—El viernes próximo —respondió ella lanzándome una mirada extrañada—. Pero no recuerdo dónde ¿Era en China... Singapur? —Negó con la cabeza—. El fanático de Dracma Malgor en este lugar te podrá responder a todo. Viene casi siempre se llama...

—¡Lo encontramos! —gritó Sobe victorioso y sonriente, venía cojeando del casino y cuando llegó se estrelló con la barra, agarró un vaso, lo bebió hasta el fondo, hizo una mueca, se secó la boca con la maga de la remera y continuó—. ¡Encontramos a Elmo, vengan!

La mujer volvió a su martini, le dio un trago profundo como si imitara a Sobe, agarró su bolso de mano y se puso en pie, tenía unos tacones tan altos que me hacían doler las pantorrillas. Ella revolvió mi cabello y me dedicó el esbozó de una sonrisa cansada.

—Al parecer tu amigo ya lo encontró, suerte Jonás. No dejes que Gartet te mate, sería una lástima.

Petra ya se había marchado, siguiendo a Sobe por las filas de las máquinas traga monedas y las luces dinámicas del casino.

—Gracias... —dije medio atontado— ¿cómo te llamas?

—Alexandra.

—Alexandra —repetí.

Sentí que era importante saberlo.

Ella se marchó, caminaba contoneando la cadera, era muy refinada pero fuerte y experimentada, se veía lista, si fuera una chica y adulta, querría ser ella.

—Pero... —agregó— pero antes alguien que quería mucho, mucho, mucho, mucho solía decirme Mojito. Saludos a tus guardianes.

Los miedos incurables de Jonás Brown [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora