Los muertos no mueren.

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Por fin comprendí lo que sentía Petra cuando le daba pánico escénico. Tenía muchas personas regalándome su atención y pesaba más que una montaña. La temperatura de mi cuerpo descendió drásticamente, un sudor gélido me empapó la espalda, las rodillas me temblaban y el estómago se me apretaba como los pasajeros de un tren en hora pico.

—No, no... no puede ser posible —musité.

Sobe se atragantó con el té y tosió pasmado, mirando a Dracma y luego a mí, Phil sostenía la taza con el meñique parado cuando la soltó por el asombro, Petra liberó un grito de exclamación y Berenice tenía los ojos abiertos, bien alertas y brillantes. Dante se aferró de los hombros de las chicas para no perder el equilibrio y desmallarse y luego perdió el equilibrio y se desmayó.

Dracma agarró el overol, lo hizo un bollo en sus manos, se enderezó y antes de caminar hacia mí, cerró, con el pie, la maleta de metal y la empujó bajo la cama otra vez. Me arrojó la prenda mirándome con lastima, la agarré en mis manos y la examiné anonadado. Era el uniforme que había usado ella.

«Narel»

Entonces, Narel, Rishya y Eithan se habían unido al ejército de Gartet, tenía sentido, ellos se habían perdido en un mundo colonizado. Los trotadores de sus tropas los habían encontrado y los habían reclutado, fue mera suerte, a mí me habían descubierto Sobe y Petra por eso acabé en el Triángulo... pero pudo ser La Sociedad, un grupo de mercenarios o las mismísimas tropas Gartet.

Miré el oso de peluche Miel que había quedado en el diván. Faltaba algo. Una pieza en la historia que no encajaba.

Narel me había dicho que no estaba del lado de Gartet.

Recordaba perfectamente sus palabras: «Olvídalo, de todos modos, no puedo decirte... dicen que la magia profética no puede usarse de ese modo» «Sea lo que sea que haya visto estoy segura de que podrás superar todo...» «...podrás salvar ese mundo, mover las masas, liberar al resto de los pasajes y salvar a nuestro mundo de La Sociedad y de Gartet»

«...De La Sociedad y de Gartet»

No iba a decirme algo como eso si le era fiel a Gartet ¿O sí? Pero ya no quería vivir en negación. Lo único que hacía era aferrarme al pasado, como había dicho Sobe ¿Y si ella estaba con Gartet? ¿Cuál era el siguiente paso? Meterme en las tropas de Gartet a buscarla sería un suicidio... o la perdida de mi libertad. Acababa de cruzarme con una barrera ¿Hasta cuándo estaba dispuesto a arriesgar para recuperar a mis hermanos? ¿Podría trabajar para él? ¿Mataría mundos enteros por ellos?

Sentía que el suelo se bamboleaba bajo mis pies. Me hundí en el diván. Petra me abrazó, Dante recuperó el conocimiento y aturdido hizo lo propio.

—¿Saben qué estamos haciendo en el Concilio hoy? —inquirió Dracma.

Esperó una respuesta, pero mis amigos negaron con la cabeza, yo continuaba sosteniendo el uniforme del ejército de Gartet en mis manos, apuntalando mis codos en las rodillas mientras era acobijado por la lumbre del caldero.

—Cada año el Concilio decide cosas diferentes, a veces solo nos reunimos para intercambiar trucos, clientes y noticias de mundos. Somos más de cien personas. Pero este año solo se presentaron diez. Muchos sabían lo que íbamos a discutir y tuvieron miedo. Esta noche estábamos tratando de encontrar el libro de Solutio o algún sustituto.

Sobe se puso de pie con desesperación, él haría lo que fuera para proteger la isla.

—¿Lo hallaron?

Dracma meneó la cabeza, se sentó en el sillón, cruzó las piernas, colocó las manos en el apoyabrazos y suspiró.

—No, ustedes nos interrumpieron.

Los miedos incurables de Jonás Brown [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora