Somos el zapato cósmico.

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«¡¡Felicidades, has resuelto el problema!!»

Estaba pensando en que tendría que aceptar gustosamente obligado el trato de 5M.

Es decir, no tenía tiempo para hacerme el exquisito, si Sobe, Petra y Berenice no había logrado averiguar la ubicación real de la cura entonces mi mejor opción era ayudar a la revolución de ese mundo a dar el primer golpe.

Cliqueaba cualquier respuesta al azar mientras veía que algunos niños se tomaban en serio esas matemáticas o ciencias y hacían cálculos. Me resultó irónico, yo era como esos mocosos, pensaba y planificaba la mejor manera de recuperar mi antigua vida, pero no importaba la opción que eligiera, la respuesta era la misma y yo no lo sabía.

El Palillo continuaba parado frente a nosotros, vigilándonos con su cara sin ojos, idéntico a un tic-tac. La mera idea me hizo reír otra vez.

La bendita clase terminó con una alarma que sonaba más aguda que un llamador de cerdos. Dante y yo fuimos los únicos que nos cubrimos los oídos, el resto actuó como si fueran arpas de ángeles, se quitaron los auriculares, los guardaron en su sitio, acomodaron la silla y enfilaron a la salida.

Veintiuno retiró los auriculares con suspicacia, mirando por encima de su espalda con el único ojo que tenía, vigilando las esquinas y sobresaltándose cuando una niña, que logró colgarse de los hombros de su amiga, gritó: «Te atrapé»

Desde que habíamos finalizado la reunión con 5M él había decidido unirse a la resistencia y ahora creía que todo el mundo podría pillarlo.

Estaba tan paranoico que le hacía competencia a Dante.

Habíamos abandonado el barco utilizando las piedras. 26J nos dio un collar con una piedra colgando a cada uno y nos indicó que nos arrojáramos al vacío. Como la piedra del pilar no hacía contacto con mi piel entonces caí dando vueltas, rasgando el aire y siendo engullido por las nubes de humo que salían de las fábricas. Cuando logré ver la tierra cerca sujeté la piedra con ambas manos y comencé a levitar otra vez, repetí el proceso hasta que estuve a una distancia segura del piso.

26J nos había dejado la piedra porque si aceptamos el trato deberíamos levitar a la noche hasta el barco abandonado. La sentía en el bolsillo de mi pantalón, pidiéndome que la utilizara. Tenía que admitir que, aunque era trotador, la piedra de esos pilares era una de las cosas más descabelladas y geniales que había visto en mi vida, si hacía a un lado la radiación que te daba.

Formé para ir a las duchas con el resto de los niños.

Me quité la ropa tiznada de hollín, arrojé el uniforme al suelo de las duchas y del montón de prendas correteó zigzagueando una cucaracha. Arrugué la nariz para contener al asco ¿Phil no podía transformarse en otro insecto como una mariposa? Lo único bueno de ese mundo era que no había cucarachas y Phil ya se lo había quitado. Si Dagna estuviera allí ya habría volado el techo del alarido que hubiera dado, porque detestaba todo lo que implicaba gérmenes.

Una cinta transportadora que se extendía al lado de las duchas, las cuales no tenían privacidad solo eran caños de metal saliendo prolijamente de la pared, me dio un nuevo juego de ropa doblado. Era un uniforme limpio, idéntico al anterior. Lo agarré, formé para darme un baño, para cambiarme y para salir.

Tambien hice fila para ir al odioso comedor. Ese lugar podía ser el mundo de las filas.

Estaba replanteándome qué era peor, hacer filas en Nózaroc o ser sirviente en Babilon, cuando noté que Veintiuno me susurraba:

—Utilizaremos palabras claves ¿Va? Cuando quieras hablar de ya sabes quién —Alzó sus cejas negras como la brea, su cicatriz se estiró y abrió el ojo con complicidad—, te dirigirás a ellos por Las Botanitas. La palabra libertad será reemplazada por Zapato Cósmico.

Los miedos incurables de Jonás Brown [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora