Nos quedamos a solas con el hombre que ahora no nos despagaba los ojos de encima como si fuéramos a escupir fuego.
Parecía que nos vigilaba para entregarnos a una trampa, el pensamiento me hizo estar a la defensiva.
—¿Todo en orden? —pregunté engorroso—. ¿Qué tengo un brazo de más? ¿Qué tanto ves?
Para mi sorpresa el hombre desvió la vista, traté de mostrarme no tan asombrado e hice lo mismo.
Petra se había sentado en el suelo, había desenroscado una cuenta parda de uno de sus brazaletes, jugueteó con ella en la yema de sus dedos para que todos la veamos. Sabíamos qué significaba, si se presentaban problemas o la mujer llamaba a enemigos para que nos capturaran entonces ella arrojaría esa cuenta al suelo para que estallara y liberara su vapor somnífero. Era su plan de escape. Me parecía bien, asentí disimuladamente.
—Este lugar me da mala vibra —susurró Sobe, pero lo pronunció con el mismo entusiasmo como si dijera que ama aquel sótano.
A Sobe todo lo aburría excepto cuando su vida estaba en peligro, ahí se veía interesado y un tanto entretenido.
—¿Tu hermano no murió de una manera similar? —pregunté.
Él negó con la cabeza y resopló.
—Ya te dije que murió de un ataque al corazón cuando el doctor le dijo que era propenso a los ataques de corazón ¿Cuantas veces debo contarte la historia?
—Mi blusa brilla en la luz violeta —exclamó Petra escudriñándose, sonrió y sus dientes blancos también resplandecieron bajo la luz.
—Creí que tu ropa no podía empeorar, pero me equivoqué —exclamó Sobe con sarcasmo.
—Cierra tu boca, me veo sensacional. Además, puedes decirle eso a Jonás que siempre viste con aliens, comics, chistes matemáticos o monstruos peludos que nadie conoce...
—Era Chewbacca —le repetí por millonésima vez.
—¿Por qué ningún confronteras entra a este lugar? —inquirió Berenice pronunciando sus primeras palabras después de dirigirse a la recepcionista, aunque lo había preguntado no había curiosidad en su voz.
Me volví hacia ella. A pesar de que el casino Arena no contaba con un sitio de internet como los otros lugares también había averiguado de él.
—Para empezar, disuaden a las autoridades del Estado pagando los impuestos como una propiedad privada que todavía no usan. Tiene seguridad así que no pueden entrar los vagabundos de otro modo los echan ellos o si se cuelan unos adolescentes también se encargan de alejarlos con artes extrañas. El que dirige este lugar en un trotador, no sé quién es, pero supongo que tiene sus trucos para burlar seguridades nacionales.
—Parece que me estás describiendo a mí, Jonás.
La puerta volvió a arrimarse y de ella se asomó un hombre con traje diplomático y sonrisa carismática. Todos nos pusimos de pie, desenfundamos espadas y dagas. Sobe le sacó el seguro a su pistola y la apunto al cráneo del hombre con actitud segura y alerta. De un momento para otro Petra aferraba en sus manos su báculo plateado.
El empresario alzó sus manos y cuando lo hizo pude estudiar varios de sus movimientos y caer en la cuenta de que no se trataba de un agente de La Sociedad. Mis hombros de relajaron y cayeron flácidos.
—Tranquilos —dijo levantando ambas manos —. Soy un Cerra no soy un agente ¿Acaso ya no se puede usar traje tranquilo?
—Lo siento —mascullé y anguis se comprimió hasta ser un anillo—. La costumbre.
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Los miedos incurables de Jonás Brown [3]
FantasyTras un año desde su visita a Babilon, Jonás continúa buscando la persona que, según el sanctus, lo llevará a sus hermanos: Dracma Malgor. Luego de descubrir que Dracma estará en el Concilio del Equinoccio, una reunión donde se congregan los maest...