No aceptes rebajas de un exterminador.

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No pienses ni por un segundo que los agentes tienen educación y clase por tocar el timbre antes de entrar. Era parte de su trampa. Es obvio que no se presentaron como unos matones de traje que pertenecían a una fuerza secreta.

No, aparecieron como extintores de plagas estatales. Una apariencia un poco extremista, si me lo preguntas.

Dijeron que toda la cuadra sería fumigada por una grave infestación de arañas venenosas. Estaban desalojando a todas las casas para asegurar su mentira y porque también no sabían con exactitud en qué edificio nos hallábamos. Si tenían un Cerra entre ellos sentiría nuestras esencias de trotamundos como cercanas, pero nada más. Había como cincuenta agentes con camionetas en las calles, la mayoría de los autos eran blancos y tenían un rotulo que decía:

«Exterminamos los precios caros»

Sobe echó una mirada por la ventana y resopló.

—Ja, el truco de los exterminadores es viejísimo. Lo usaron una vez cuando quisieron atraparnos a mi hermano y a mí en Kenia, obviamente no lo consiguieron porque mi hermano murió engullido por una gaviota —Sobe sacudió la cabeza, se alejó de la ventana y corrió agazapado hacia la escalera donde nos encontrábamos nosotros.

Acababa de repetir la muerte de su hermano, o se estaba quedando sin ideas para matarlo o de verdad había ocurrido eso.

—¿La gente no se dará cuenta después de que el gobierno no los salvó de una plaga de arañas? —pregunté desconcertado.

Sobe negó con la cabeza.

—La Sociedad está liada a algunos gobiernos pueden cubrir una mentira como esa. Incluso pueden pagarles a los medios para que verifiquen su engaño, la gente se cree todo lo que lee en el periódico o escucha por la tele. No los culpo, Petra creyó que Piratas del caribe era un documental basado en la vida real.

—William Turner sonaba real —se excusó ella, pateando la cabecera de la cama con la elegancia y el mal humor que solo ella tenía.

Decidimos dejar la habitación de Dan y nos escondimos en el punto más estratégico: en el rellano de la escalera donde había una ventana amplia con cortinas blancas y donde también contábamos con una rápida huía al piso inferior o superior, dependiendo de cuál sea la mejor dirección. Me agazapé hacia la cortina y la corrí lo suficiente para mirar.

Las personas gritaban alarmadas o exigían explicaciones en plena calle, pero ellos se limitaban a hacerlos circular con señas lejos del lugar. Traían trajes herméticos amarillos y unas armas extrañas que parecían rociadores de veneno, pero estaba seguro de que no lo eran.

Había varias camionetas en la cuadra, bloqueando las salidas. Un grupo de fumigadores se dirigieron a la casa. Llamaron a la puerta y comenzaron a aporrearla insistentemente, los padres de Dante no respondieron con la esperanzada de que los agentes pensaran que no había nadie en la residencia.

Me alejé de la escalera, bajé los peldaños, pisé a Phil y le desprendí una mirada inquieta a Dan que estaba hablando con sus padres a través de susurros y balbuceos. Su madre le dio un beso en la frente y su papá un fuerte abrazo. Dijeron algo como que los distraerían lo más que pudieran.

Se suponía que ellos había pagado por el anonimato de Dante así que nadie sabía que era su hijo adoptivo, por lo tanto estaban seguros si nos encontraban en su casa. Podría creer que nos escondimos allí.

Cuando se despidieron, Dante retrocedió azorado.

La madre nos hizo una seña para que subamos la escalera si algo se complicaba. Mis amigos treparon nuevamente los peldaños discutiendo una manera de escapar y se formaron en el rellano.

Los miedos incurables de Jonás Brown [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora