57. Errores

1K 100 24
                                    

Cuando sus ojos se encontraron con los míos sentía que mis piernas no iban a poder con mi peso.

Se veía cansado. Le sostuve la mirada unos minutos antes de entrar a la casa. Es ahora o nunca.

Emilio y Jimena hablaban de algo en la cocina.

—Mateo va a venir para acá. ¿Le mandan la ubicación porfa?— Emilio asintió.

—¿Vas a subir?— me preguntó Jimena.

—Si. Supongo que es ahora o nunca.— Jimena me sonrió.

—Buena suerte entonces.

Me encamine hacia las escaleras y me puse a pensar. Claramente Jimena no quiere que vuelva con el, y aunque yo daría todo por volver a estar entre sus brazos, me lastimó y no me creo capaz de solo poder olvidar y pretender que nada pasó.

Cuando llegue a su puerta la cabeza me daba vueltas, seguía ebria. Eso no va a ayudar. Probablemente ni siquiera estoy pensando con claridad ahorita.

Tal vez lo mejor es dejarlo y el alcohol me dice otra cosa. Tal ves es al revés.

Tal vez lo mejor sea darle otra oportunidad y el alcohol va a hacer que lo deje.

Esto es una mala idea. Toqué la puerta. Pude escuchar como caminaba y se acercaba para abrirla.

Cuando por fin la abrió y lo tuve enfrente mío el primer pensamiento que fluyó en mi mente fue lo guapo que se encontraba.

Su cabello despeinado más largo de lo habitual cayéndole sobre sus ojos algo rojos, sus mejillas ligeramente coloradas, una camisa que remarcaba su figura...sus brazos...siempre me han encantado sus brazos.

Por un instante, sentía que cualquier cosa que el me pidiera, se la daría. Si el me pedía que le diera otra oportunidad, se la daría.

En ese fugaz momento cuando sus ojos verdes buscaron mi mirada y se encontraron con los míos. El momento en que sus ojos llenos de tristeza y culpa, me demostraron que de verdad lo sentía y que haría cualquier cosa por recuperarme.

Por ese breve instante fui suya.
Pero el no lo sabía.

—Maria.— me encontré tragando saliva. Mi nombre saliendo de sus labios era una especie de droga.

Sip. Definitivamente venir a hablar con el intoxicada no había sido una buena idea. Todo lo que Jimena me había dicho hace unos momentos voló fuera de mi mente.

—Bog.— no dijimos nada, me dejó pasar y en silencio me senté en la orilla de la cama. El lentamente se sentó en la otra orilla, ambos dándole la cara a la ventana.

Ninguno capaz de mirar al otro.

—Yo...yo lo siento muchísimo.— cerré mis ojos con fuerza sintiendo como las lágrimas amenazaban con salir.

Ya se que lo siente.
Yo había pasado por lo mismo.

—Lo sé...— se volteó en mi dirección. Yo seguí con la vista fija en la ventana.

—Por...por favor no hagas algo de lo que te puedas arrepentir después...— podía escuchar como le faltaba el aire. Podía sentir como el tenía miedo.

Lo volteé a ver. Estaba llorando. —¿Desde hace cuánto llevas poniéndome el cuerno? ¿Cuánto tiempo llevas haciéndolo?— la dureza en mis palabras lo sorprendió porque vi como trago saliva. Incluso yo me sorprendí.

De repente ya no estaba triste. Ya no quería llorar, ya no sentía que me merecía esto.

Yo no merezco nada de esto. Toda esa tristeza se estaba convirtiendo en molestia, en enojo.

Amor desde España | JustboggiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora