60. Promesa

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Pov Boggi

Mientras seguía a la doctora, sentí como el terror me invadía. Por un momento deje a Iván a un lado, está en buenas manos, María es la persona que me necesita ahora.

Mientras caminábamos por los pasillos me di cuenta de que ella no estaría en esta situación de no ser por mi. Mis ojos no dejaban de soltar pequeñas lágrimas, todo esto era mi culpa.

Me regañe mentalmente por ser tan gilipollas, porque no me di cuenta de lo que tenía hasta ahorita, al final creo que es verdad lo que dicen.

Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde. Solo que aquí hay una diferencia.

Yo no pienso perderla.

La voy a apoyar, porque me di cuenta de que no puedo vivir sin ella. Esas interminables horas en las que no sabía como se encontraba, en las que no sabía si la iba a volver a abrazar, o siquiera si iba a vivir, me hicieron darme cuenta de que no se que haría si la perdiera.

La voy a ayudar y vamos a salir adelante juntos. Trate de mantener la compostura, tenía que ser fuerte por los dos.

La doctora se detuvo enfrente de un cuarto con una pared de cristal por la cual se podía ver el interior.

La doctora me empezó a hablar. —Bueno, ahorita está algo delicada, la vas a ver y va a parecer que está dormida, solo que está conectada a muchas cosas. No estamos seguros de si escucha o siente cosas, pero siempre es mejor hablarle o simplemente acompañar a las personas en este tipo de condiciones....— la doctora seguía hablando pero yo no podía escucharla.

Era demasiado. Pero me di cuenta de que era importante así que regrese mi atención a ella. Escuchando atentamente sus palabras.

—...normalmente preguntamos, ¿Sabe si su amiga hubiera querido vivir conectada pues...al soporte de vida?— sentí como mi cara palidecía.

La verdad no sabía nada, apenas y me sabía su apellido. De verdad soy un idiota.

—Yo...yo no lo sé. Nunca habíamos tocado el tema...— la doctora asintió comprendiéndome.

—Bueno, podríamos hablar de ello después, casi siempre esperamos al menos un mes para ver si hay cambios y si no...— entendí lo que me decía y mi cara lo dijo todo.—...bueno no te preocupes ¿Vale? Mira, vamos a entrar.

Asentí a duras penas, con mi cabeza agachada. Cuando la doctora nos dijo que estaba en coma, aún tenía las esperanzas de que cuando la viera, María despertaría y estaríamos bien, que todo iba a ir bien.

Lastima que la vida real no es así. El peso de las palabras de la doctora me cayó como balde de agua fría y me hizo darme cuenta de ello. Había más probabilidades de que no despertara. De que todo se acabara.

Sentí un nudo en la garganta cuando esta abrió la puerta del cuarto y la vi. Sentí como mis ojos se cristalizaban y como mi corazón se arrugaba al verla tan en paz y al mismo tiempo tan sin...sin vida.

La vi recostada en una camilla, conectada a muchas cosas, máquinas, aparatos, tubos, cables, mi corazón no podía con tanto. No soportaba verla así. Me acerqué lentamente con pasos lentos y temerosos.

Cuando llegue a un lado de la camilla y la pude ver con mayor claridad, me quedé congelado.

Si era ella. Mi chica. Esto en verdad estaba sucediendo.

—Les voy a dar un momento a solas.— fue lo ultimo que oí antes de escuchar como la puerta se cerraba y jalaban una cortina.

Al instante estalle en llanto. Me sujete a la camilla con fuerza. Estaba temblando, la volteé a ver, observando cada detalle de su persona.

Me quedé así un rato, sin saber como reaccionar. Pidiendo con todas mis fuerzas que Maria abriera sus ojos, que despertara.

Voltee a ver su mano que se encontraba a su lado, con cuidado junte mi meñique con el suyo, con miedo a que algo sucediera. Al sentir su tacto sentí como se me erizaba la piel.

Me limpié las lágrimas y le tome la mano delicadamente. Mis ojos se cristalizaron, apreté un poquito más su mano y la acaricié con mi pulgar.

—Lo siento tanto...— le dije. No me importaba si me escuchaba o no. Tenía que decírselo.

—Siento que esto te pasara...no es justo.— Observe su rostro mientras le hablaba. No hacia expresiones, no había nada.

Me enojé, María era joven, era una persona llena de vida, tenía todavía toda una vida por delante. Así no se suponen que deben suceder las cosas.

Ella tendría que estar conmigo, en cualquier otro lado. Contenta, porque recién había cumplido los 18. Deberían de ser los mejores días de su vida. No debería estar aquí.

Cerré mis ojos con fuerza, tratando de reprimir las lágrimas que otra vez amenazaban con asomar.

Ya no quería llorar, sentía como las lágrimas me quemaban las mejillas. Me ardía la cara. Respire hondo y volví a abrir mis ojos.

Me fijé en ella, escruté su rostro. Su cabello algo alborotado, y sus delicadas facciones, sus cejas, ojos, nariz, sus labios...Me relamí los labios nervioso y mordí el interior de mi mejilla.

Es simplemente preciosa.

Me quedé callado unos segundos, pensando en lo que le quería decir. Había tantas cosas que no le había dicho todavía.

—No te voy a dejar sola. ¿Vale?— asentí para mi mismo mientras continuaba. Parecían más pequeños sollozos que palabras.

—Siempre me tendrás a mi.— Era verdad, nunca la dejaría sola.

—Vas a estar bien hermosa. Lo prometo.— Apreté un poco más su mano. Deseando que Maria entrelazara sus dedos con los míos.

No lo hizo.

—Vamos a salir de esta. Vamos a estar bien.— en este punto creo que ya me decía las palabras a mi mismo en vez de a ella.

—Cuando despiertes vamos...vamos a ir al lugar que tú quieras...y y...vamos a comer todo lo que tú quieras, se que te encanta comer...— una leve sonrisa se escapó de mis labios, probablemente la primera del día.

—Nos vamos a ir muy lejos de aquí...pero no a la playa, se que no te gusta.— meneé mi cabeza hacia los lados, soltando una pequeña risita.

—Vamos a alejarnos de los problemas, vamos a ser solo tú y yo...y te va a encantar. Va a ser lo mejor.

—Y vamos a ser felices y te voy a consentir...y te voy a mimar y no vas a poder hacer nada para evitarlo.— sonreí aún más. Imaginando todas las escenas en mi cabeza.

Cuando regrese mi vista hacia ella y la vi, toda expresión de felicidad y esperanza que había en mi rostro desapareció. Mi rostro volvió a palidecer, recordando nuestro último recuerdo juntos.

—De verdad lo siento tanto...nunca quise hacerte daño. Eres...eres muy importante para mi. Te necesito Maria, por favor no te rindas. Tienes que estar bien.— Rodee su mano con mis dos manos, sosteniéndola.

—¿Iván? Considéralo olvidado. Es solo un amigo. Lo qué pasó nunca más va a suceder, jamás. Fui un idiota, lo sé. No va a volver a pasar, lo juro. No se que haría sin ti.

—Si despier- Cuando. Cuando despiertes y me des otra oportunidad, no te defraudaré. Te necesito.— Y en ese mismo instante algo cambio en mi.

La iba a ayudar a salir adelante. Me prometí que no me rendiría con ella, no podía perderla, no descansaría hasta que saliera de esta situación. Se lo debía. Era lo menos que podía hacer por ella.

Incluso si ella no quería verme después, si se negaba a que siguiéramos juntos, me iba a asegurar de que estuviera bien, que estuviera segura, feliz.

Incluso si tenía que volver a conquistarla de cero. Lo haría. Valía la pena.

Le di un pequeño beso en su mano.

—Te voy a hacer feliz. Lo prometo.

Amor desde España | JustboggiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora