04. Trabajo

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'Maria, ¿qué estás haciendo aquí de verdad?'

¿Qué hago aquí otra vez? Veía por la ventana mientras le tomaba pequeños tragos a mi café. Estoy desayunado. Estoy aquí porque es el único lugar que conozco para desayunar.

Por supuesto que no tiene nada que ver con cierto chico ruso...

No pude dejar de pensar en el desde que lo perdí de vista ayer. Seguía pensando en el de camino al apartamento y seguía pensando en el mientras preparaba la cena y me iba a dormir.

Sabía lo que eso significaba y me daba miedo. Pensar que probablemente ya tenía una especie de crush en alguien que no volvería a ver en mi vida me sacaba de mis casillas. No vine en busca de una relación y sin embargo aquí estoy.

¿A quién engaño? En la cafetería, en la misma mesa que ayer, desayunando. Ok si, estoy aquí porque espero que el ruso aparezca de nuevo, aunque las probabilidades de que eso pase sean prácticamente nulas.

Todavía no llegaba mi desayuno, cuando mientras miraba por la ventana escuché como alguien hablaba detrás mío.

—Hola me llamo Mateo.

Me volteé. ¿Mateo? Un ruso no puede tener un nombre tan obvio y simple como Mateo. Enfrente mío estaba un chico alto, moreno, con el pelo algo ondulado y unos ojos azulados que resaltaban su tono de piel.

—Hola me llamo Maria.— Le sonreí levemente, tratando de ocultar mi decepción. Este definitivamente no era el ruso.

—¿Estas sola?— Dudé, pensando en el ruso. Ok, estoy loca. Seguramente el ruso ni se acuerda de mi ya.

—Si, estoy sola.

Mateo sonrió aliviado. —Genial, te quería hacer una pregunta.— Lo mire confundida. —Ayer te vi llegar y noté que checabas el cartel de se busca empleada. De verdad me serías de gran ayuda si lo estás considerando.— Me relaje un poco y le sonreí.

—¿Trabajar aquí?— Mateo asintió.

—No es tan difícil, y nos faltan manos, podrías trabajar para el turno de los fines de semana tiempo completo, o medio tiempo entre semana. Lo que más se te ajuste.— explicó el chico que tenía enfrente.

—Me encantaría trabajar aquí pero no estoy segura de que sea un buen momento, tengo varias cosas que hacer por ahora. Lo siento.— dije apenada.

El chico sonrió, decepcionado, pero me dedico una sonrisa. —No te preocupes, lo tenia que intentar, disfruta tu estadía.

—Lo consideraré, ¿Va?— Mateo sonrió y asintió contento.

—Gracias.—Se levantó y regresó a trabajar.

Voltee hacia la ventana mientras lo pensaba. Si, es verdad que no tengo dinero, si, necesito un trabajo, pero no lo sé, no me convence del todo.

Justo cuando me iba a dar la vuelta para llamar a Mateo y preguntarle qué se necesitaba para trabajar ahí, una voz me habló.

—Con que nos volvemos a encontrar mexicana.

Sonreí instantáneamente, solo conocía a una persona que me decía así. —Parece que si rusito.

Me voltee para encontrarme con el mismo chico que no dejaba en paz mi cabeza. Con un café en mano y con esa sonrisa suya que nunca pierde.

—¿Me puedo sentar?— preguntó. Me dio risa, como si no supiera ya la respuesta.

—Si claro, siéntate.— El ruso estaba contento, se le notaba a kilómetros. '¿Entonces será que si estuvo pensando en mi todo este tiempo?'

Pensar eso me causo un cosquilleo en mi cuerpo, ese sentimiento que hace meses no sentía con nadie.

—Veo que volviste a mi cafetería favorita, ¿Acaso me persigues ahora?— Sonreí divertida al escucharlo.

—Confieso que el café de aquí es muy bueno, tenía que volver.— esquive la pregunta.

—Me alegra que hayas vuelto, ayer no pudimos terminar de hablar bien.— se recargó en el respaldo de la silla, se le veía muy cómodo.

—¿Ah si?— pregunté con una sonrisa.

—Sip, ¿Vas a desayunar? Te acompaño.— Alzo la mano para traer al mesero, que casualmente resultó ser Mateo.

—Amigo me traes el menú por favor.— Mateo le tendió el menú al ruso y este me volteó a ver a mi. —¿Tu qué pediste?

—Pedí un sándwich de queso, la última vez que lo pedí ayer estaba delicioso.— Sonreí ante el recuerdo, lo confieso, me encanta comer.

—Pues un sándwich de queso será. Por favor.—Mateo recogió el menú y se volteó hacia mi.

—Por favor. Considera mi oferta. No te arrepentirás.— Me dedico una sonrisa tímida y se fue.

Sonreí, si que me caía bien el pobrecito, además, se veía que necesitaba ayuda. Poco a poco la idea de trabajar aquí se sembraba más en mi cabeza.

Voltee a ver al ruso y vi como este estaba mirando hacia abajo, con una cara desconcertada, su sonrisa se había debilitado un poco.

—¿Qué pasó?— Le pregunté. El ruso se veía dudoso, como sin saber cómo actuar.

—Nada nada, veo que ya conoces a más gente.— Volteó al mostrador y vi cómo miraba a Mateo con recelo.

—Qué va, pero si no conozco a nadie.— dije dándole un sorbo a mi café.

—Bueno al menos me conoces a mi.— Le sonreí tímidamente. Es verdad, al menos ya tenía un amigo.

En eso me acordé. —Ni siquiera se como te llamas.— El ruso se río levemente, aunque me pareció notar nerviosismo ante mi pregunta.

—Me llamo Bogdan Gnatovich pero me puedes decir Bog o Boggi.— dijo lentamente, como si yo fuera a reaccionar mal al escuchar como se llamaba..

No entiendo su repentino cambio de actitud. ¿Le hacían bullying por su nombre o algo?

—Encantada soy Maria.— Le tendí la mano, esperando que se relajara un poco, tratando de hacerle entender sin palabras que su nombre no me molestaba en lo absoluto. Boggi sonrió aliviado y me la estrechó mientras me miraba a los ojos.

Por un breve instante, sentí que me perdía en su mirada, tenía unos ojos preciosos.

—María....— Dijo mientras me soltaba la mano y le tomaba un sorbo a su café, con esa sonrisa suya asomando por detrás de la taza.

Amor desde España | JustboggiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora