32. Cita

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—¡Ahora si se viene lo chido!— Jimena se nos acercó.

Estábamos en el lobby del hotel ya listos para salir a la plaza. Solo faltaba ella.

—Lo cHiDo cOmpAdRe.— Iván hablaba el español mexicano con ese acento que nos hacía reír a todos.

—¿Qué es lo chido?— La voltee a ver con curiosidad.

—Mi amigo Mau esta también en Cancún de vacaciones y me invito a una fiesta. ¡Obvio van a venir conmigo!

Emilio sonrió. —Anda, va. ¿Cuándo es?

Jimena volteó a ver su celular. — Es mañana a las 9 de la noche.

Todos asentimos. Lo cierto era que una fiesta no nos vendría mal.

Salimos a la plaza más cercana y estuvimos paseando un buen rato.

Jimena y yo compramos la ropa que llevaríamos mañana a la fiesta y los chicos una que otra prenda también.

Al final terminamos en un Starbucks. —Oigan que ustedes aman el café de Starbucks.

Boggi me volteó a ver. —Nuestro segundo hogar prácticamente.

Los gemelos asintieron. Indicando que era verdad lo que Boggi decía.

Noté que Emilio miraba mucho a Jimena. Se veía feliz. Sonreí para mi misma. La verdad que ahora que aclare con Emilio las cosas, todo iba mejor.

Jimena de repente me decía con sus ojos lo emocionada que estaba porque parecía que Emilio cada vez mostraba más interés en ella.

De hecho, ya no me molestaba que estuvieran juntos. Jimena ya era una de mis mejores amigas. Se que puedo contar con ella y eso me pone muy feliz.

Iván sigue más solo que que, pobrecito. Aunque la verdad también se ve feliz, que es lo importante y por lo que me contaba no estaba en busca de una relación.

Todo iba perfectamente bien.

Después de comer, charlar y organizarnos bien para todo lo que haríamos durante nuestra última semana en Cancún decidimos regresar al hotel.

Eran como las 5 y media de la tarde y estaba acostada en la cama de nuestra habitación viendo Netflix en la tele. Descansando.

Boggi salió del baño. —Te tengo una clase de "sorpresa".

Sonreí. —¿Una sorpresa?

Boggi asintió emocionado. —Ven, ¿me acompañas?— Me tendió la mano y yo con gusto se la acepté.

Salimos del hotel agarrados de la mano. Boggi llevaba una manta sobre su hombro.

—¿A dónde vamos?— Boggi me guiaba hacia la parte trasera del hotel. En dirección a la playa.

—¿Te has dado cuenta de que nunca hemos tenido una cita?— Lo miré sorprendida. Era verdad, digo, si hemos salido en grupo y hemos pasado horas viendo Netflix pero una cita formal, nunca hemos tenido una.

—Es cierto.— Boggi me acarició suavemente mi mano con su pulgar.

—Bueno, hoy tendremos una hermosa.

Me guío a la playa, a un sitio un poco más alejado de lo normal, donde casi no habían personas. Boggi tendió la manta y nos recostamos en la arena.

El sol se estaba poniendo. La vista era preciosa.

—Boggi...es muy bonito.— Boggi me sonrió, orgulloso.

Platicamos de distintas cosas mientras anochecía cada vez más. Empezaron a salir pequeñas estrellas en el cielo.

Nunca fui fan de las tonterías como cenas románticas, ir a un campo de flores, ver el amanecer o ver las estrellas.

Pero esto...esto era mágico. Era otro nivel.

—Eres preciosa.— Voltee a ver a Boggi. Me estaba viendo encantado. Casi podía ver el brillo en sus ojos.

—No me llames así.— Sonreí tímida. De por si yo creía que hermosa era demasiado.

—No puedo evitarlo. Eres lo más precioso que he visto nunca.— Se acercó y me cogió la cara entre las manos, y pude ver esos preciosos ojos verdes.

No hizo falta más. Sus labios ya estaban sobre los míos, y yo no podía pensar en nada más. Lejos quedaban mi familia, mi padre y todos mis problemas.

Solo estaban las manos de Boggi sobre mi cintura, guiándome hacia el, y su aliento sobre mis mejillas. Las manos se me fueron a su cabello castaño, aún húmedo por la ducha, y se enredaron en un nudo perfecto.

Nos separamos y no pude reprimir una sonrisa.

Me pegue hacia el lo más que pude. Esperando a que me mimara. Y por supuesto que lo hizo.

Acomode mi cara en su pecho mientras me acariciaba mi pelo, mis brazos, se sentía maravilloso.

Miramos las estrellas, disfrutamos de la compañía que nos hacíamos mutuamente.

—Me está encantando nuestra cita.

Boggi se rió. —¿Si? Me alegro.

—Aunque...a mi me hubiera quedado mejor.— Lo dije en un tono juguetón, molestándolo, jugando con el.

Boggi se puso arriba mío. —¿Oh enserio? No me digas...— Sonreía travieso.

Una pequeña risa escapó de la comisura de mis labios. —Sip, si te digo.

—Chis, no digas nada.

Obedecí. Me quedé allí, quieta y en silencio, mientras Boggi me observaba. De repente, empezó a pasarme la nariz por el cuello y por el pelo. Y entonces sus manos se deslizaron por la curva de mi cintura, arriba y abajo, una y otra vez.

Pude escuchar como se le agitaba la respiración, y eso, de alguna forma, me atrajo hacia el.

Sus labios, ocultos en mi cuello, empezaron a besarme. Se me entrecortó la respiración. No podía evitarlo. Sus besos recorrieron mi mejilla, mi barbilla y me taparon la boca, silenciando mis jadeos.

Me agarré a el, y entre los abrazos y besos desesperados, ambos quedamos empapados de sudor.

Fue un momento hermoso.

Los labios de Boggi se detuvieron por fin, aunque la verdad yo no estaba en absoluto dispuesta a parar.

—No tienes idea de cuánto me encantas.— Boggi me susurraba al odio. Sentí como escalofríos recorrían mi espalda.

Este hombre me va a volver loca.

—Deberíamos irnos.— Susurró.

—Pero prefiero quedarme aquí, contigo.— Mis labios estaban junto a su oreja. Podía percibir lo bien que olía.

Cerró los ojos, pensándolo. Pero después los volvió a abrir de golpe. —Señorita Maria, nos van a cachar y se nos va a caer la cara de vergüenza.

Me empecé a reír. Suspire con una sonrisa en mi cara y lo solté, tenía razón.

—Te amo Maria.

—Te amo Boggi.

Amor desde España | JustboggiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora