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Mi cabeza era un constante caos.

Tenía una interferencia en ella, un zumbido desagradable que no me dejaba en paz. Una molestia incesante que provocaba que quisiera internarme en el ala de los pacientes incurables en San Mungo; tal vez fingir demencia era lo único que me estaba quedando para que me dejaran en paz o para huir de mí misma.

—¿Estás lista?

Mi madre estaba empeñada en hacerme pasar por momentos desagradables relacionados con la boda; como si no supiera que realmente detestaba todo lo que estaba sucediendo. Aunque  jamás se ha fijado realmente en mí, por lo que supongo que verdaderamente no se percataba lo que sucedía a su alrededor. 

 —¿Es necesario que vaya?— dije levantando mi vista del libro que leía — Eres tú la que quiere comprar y mandar a hacer cientos de cosas, no yo—rebatí.

Ella me miró con fastidió y rodó los ojos mientras con su varita echó una limpiada a los papeles de chocolatinas que tenía regados sobre el piso. 

 —Es tu boda por si no lo recuerdas, créeme que esto es lo mejor que puede pasarte, Perséfone. —comentó como si fuera lo más común del mundo —Lo mejor que le puede pasar a una mujer para volverse poderosa es casarse con un hombre poderoso. 

 —Yo ya soy poderosa, Constance ¿No lo has notado? 

 —Y si ya lo eres ¿Por qué te casas?¿Por qué no te vas de casa simplemente? —Me sorprendió el tono simple en que lo dijo; fue como si realmente hubiera puesto atención a algo en todos estos años —Aunque no lo creas, conozco cómo te mueves, sé la manera en la que piensas, cómo actúas, sé que si no quisieras casarte desaparecerías del mapa, hija—resolvió —No eres buena mintiendo. 

 —No sabes nada sobre mí, madre —respondí —No te creas con el derecho de venir a decir cosas como si fueras una gran madre, Constance —siseé hablando con tranquilidad y sin alterarme —No sabes porqué voy a casarme con Avery, no sabes cómo actúo; jamás te he importado y no es necesario que finjas afecto o cordialidad entre nosotras, eso no ha existido nunca.

 —Eres orgullosa como tu padre, pero en tu interior todavía está la sensibilidad que en algún momento tuve yo; la que permití que un hombre como Ethan y su familia me arrebatara.

Cerré el libro de golpe y la miré con incredulidad.

 —No puedo creer que te estés victimizando por toda tu forma de ser, esa eres tú; no te hagas la santa con esa situación —rebatí—Jamás en toda mi vida me he quejado de lo que me ha sucedido por culpa de ustedes, no soy una maldita víctima que pueden controlar, hago lo que estoy planeando con un motivo y no me andaré haciendo un altar por nada —espeté— Creo que todos tenemos lo que merecemos y si por alguna razón debo casarme con Gaspar, no creas que no sacaré provecho de la situación aunque esta me desagrade.

—¿Osea me confirmas que no quieres hacerlo?

Me puse de pie y tomé la chaqueta que estaba tirada a los pies de mi cama para colocarmela.

—Sí, pero no te interesa el porqué —Con aquello finalice la conversación —Ahora vamos antes de que me arrepienta, puedes ir a hacer este teatro sola, no necesitas de mí, para eso eres experta.

—Perséfone, piensa bien lo que haces, sea lo que sea —me advirtió, claramente no creía su falsa preocupación —Después no tendrás otra opción.

—Siempre existe una opción, Constance, siempre la hay.

El Callejón Diagon siempre estaba repleto, sin embargo ahora no era lo mismo que había sido. Estaba repleto de mortífagos, entre ellos Avery. Al vernos se acercó y sonrió con aquella estúpida mueca que solía llevar cuando veía algo que creía en su poder.

𝐓𝐇𝐄 𝐈𝐂𝐄 𝐐𝐔𝐄𝐄𝐍¹ «𝐍𝐎 𝐒𝐀𝐁𝐄𝐒 𝐌𝐄𝐍𝐓𝐈𝐑» [G.Weasley/V.Krum] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora