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La paranoia había comenzado a hacer presa de mí.

Desde que me había dado cuenta de que Barty se hallaba en la escuela no dejaba de pensar en aquello. Sentía una sensación extraña en mi interior y eran unas ganas enormes de correr a la oficina del profesor Dumbledore y contarle toda la verdad de lo que estaba sucediendo en sus narices. Me sorprendía que aún nadie se hubiera dado cuenta de la situación y me maldecía internamente por ser yo quien había tenido la mala suerte de descubrirlo.

¿Justo en este momento San Potter no tenía que estar en medio de la historia?

Despertaba en medio de mis crisis existenciales y recordaba que no podía abrir la boca, de lo contrario yo sería la que tendría problemas por el resto de su vida.

Sí, yo era una egoísta de mierda y que se cagara el que se tuviera que cagar con tal de no ser yo.
Autopreservación, uno de los principios de Salazar, al menos el en cierta parte, debía de estar orgulloso de mí por estar en Slytherin.

Me recordaba todas las mañanas que tenía que simular que no sabía nada y que todo estaría bien. Barty hallaría la forma de secuestrar a Potter, porque claramente era a él a quien querían, no querían a nadie más. Obviamente Voldemort lo querría a él, siempre se trataba de él, así que yo sólo tenía que enfocarme en no mirarlo durante las clases de defensa contra las artes oscuras, en no hacer contacto visual en ningún momento y en no pensar en qué sería del real Moody.

Lo único que había conseguido calmar mis nerviosos pensamientos últimamente, era irme a la sección de magia oscura de la biblioteca.

Sí, con todo lo que sabía, tenía que saber defenderme de lo que fuera y yo era lo suficientemente inteligente para como para saber que si Crouch quería ir contra mí, de nada me servirían los ridículos encantamientos del profesor Flitwick.

Por lo que mi pasatiempo favorito se había convertido en ir a la biblioteca a leer artes oscuras. Realmente me gustaba, las artes oscuras eran poderosas, ilimitadas y si uno era inteligente y astuto podía usarlas en lo que fuera. A la larga solamente los débiles las rehuían, las artes oscuras siempre traían uno que otro provecho, en eso era parecida a mi padre.

Oh sí, éramos demasiado parecidos, eso me molestaba bastante en muchos aspectos. Pero era su hija, que más le iba a hacer.

La verdad es que me hacía bastante feliz estar lejos de todos, la sección restringida era excelente en todos los sentidos.

Sin Gryffindors, demasiado hipócritas como para entrar allí, sin niños chillones, sin miradas que te juzgan. Solamente a los que les interesaba el tema se quedaban allí.

El paraíso.

Hoy no fue distinto a cualquier otro día, hice mis deberes, comí luego del almuerzo, asistí a mis clases correspondientes y luego de eso llevé mis libros y me senté en el escritorio que ya había hecho mío. Nadie era capaz de sentarse allí o se llevaba una mirada asesina de mi parte que los hacía pararse de inmediato.

Me concentraba en la lectura y eso me hacía volar durante horas, tomaba apuntes de lo que quería saber en profundidad, para no olvidarlo y también para perfeccionar mis duelos. Ese día seleccioné Pociones mortales, ideal para una lectura ligera, ya que no era prominente.

Varios estudiantes entraron y salieron de la sección durante todas las horas que yo pasaba allí, y eso era bastante. Ninguno se atrevía a sentarse y demostrar sus intenciones reales de saber artes oscuras, todos menos yo.

Una presencia masculina que se paro frente a mí me sacó de mi ansiada lectura.

— ¿Viktor Krum? — puntualicé cuando ví de quien se trataba, usé mi tono de sorpresa, porque realmente me sentía asombrada de que él se hallara en ese sitio. — ¿Qué hace el búlgaro más codiciado de Durmstrang en la sección restringida de Hogwarts? Esto es algo que no se ve todos los días, es más me siento hasta halagada al poder verlo por mis propios ojos.

𝐓𝐇𝐄 𝐈𝐂𝐄 𝐐𝐔𝐄𝐄𝐍¹ «𝐍𝐎 𝐒𝐀𝐁𝐄𝐒 𝐌𝐄𝐍𝐓𝐈𝐑» [G.Weasley/V.Krum] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora