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El vértigo de la aparición siempre me provocaba ganas de vomitar, una sensación terrible que me dejaba noqueada durante varios segundos al momento de caer y sujetarme para no irme de bruces al piso. Sin embargo en esta ocasión no tuve ese sentir, lo único que sentía era ansiedad y una especie de anhelo que en muy pocas ocasiones había experimentado a lo largo de mi vida. De inmediato mi cuerpo de volteó y mis ojos se fueron habituando a la escasa luz que pasaba a través de la ventana, ya era de noche; pasada las dos de la madrugada probablemente. 

Y allí mis ojos se toparon con la figura de un hombre que en ese momento tenía la respiración agitada por la repentina aparición que nos había dejado en un hostal a la salida del Callejón Diagon, casi llegando al lado muggle del centro de Londres. Los oscuros ojos de aquel mago que solía robarme el aliento constantemente, cada vez que pensaba en él. Ahora esos ojos me veían con ansiedad, con apremio, con apuro y una pizca de añoranza. 

Decidí quitarme la máscara que cubría mi rostro y mis cabellos pelirrojos cayeron en cascada a cada lado de mi rostro. No sé cuál fue la expresión que denotaba, pero en ese instante el rostro de Viktor Krum transmitía todo lo que una mujer necesita para sentirse segura y lanzarse al abismo. No sé si era lo que me decían sus ojos al verme, la expresión que desplegaba su cuerpo o el ritmo de su respiración. 

Todo aquello confirmó que ese era mi lugar, que no tenía que moverme de allí nunca más.

Sin pensarlo me lancé a sus brazos y comencé a besarlo con determinación, no le veía desde hace meses y mi cuerpo necesitaba de su esencia. Mis labios necesitaban de los de él y mi piel necesitaba del tacto de sus dedos al momento de una caricia. Él correspondió de inmediato a las exigencias de mis labios y tomó mi rostro entre sus manos con desesperación, mientras se apartó de mi boca para besar mis pómulos y frente con intensos toques. Nuestros cuerpos se acoplaron en un abrazo de aquellos que podían traspasarte el alma al ser recibido de la persona correcta.

Quizás para una persona que no sabía más allá era confuso ¿cómo era posible que pudiera comportarme así con un hombre que dejé de ver hace años?, con el que tuve una fatídica última conversación. No, yo era una caja de secretos y Viktor Krum era mi secreto más preciado, al que no quería exponer por miedo a que me lo arrebataran de entre las manos, el que quería conservar porque sabía que si alguien se enteraba de la mitad de la especial que era lo querría reclamar. 

Habían cosas que habíamos vivido y que nadie más aparte de nosotros sabía.

—No tienes idea lo mucho que había esperado por tí —susurró sobre mis labios y los míos se escondieron en ese espacio entre su clavícula y su cuello, consiguiendo provocar que cerrara sus ojos. Esparcí besos delicados mientras me permití acariciar su nuca y cabello. 

La Perséfone cruel, tóxica y despiadada en la que me había convertido no existía cuando estaba él. 

Viktor. . .

—No tienes que decir nada, sólo bésame Perséfone— su voz me sonó a un ruego— Te lo suplico.

Sin más tomé la iniciativa y él se aferró a mí cintura, me besó con la misma intensidad de hace unos minutos. Poco a poco la habitación subió de temperatura y decidí avanzar hasta que con un empujón ligero le di indicios de lo que mi mente pensaba, conseguí que cayera de espaldas sobre la cama, percibí su sonrisa pícara y de sorpresa al notar que me encaramé sobre su cuerpo y gateé de manera atrevida hasta situarme cerca de su rostro. Probablemente jamás alguien había sido tan osada, estábamos aún en una época donde se recriminaba a las mujeres por disfrutar y hacer valer sus deseos, pero eso me valía y sabía que a Viktor tampoco le importaban esas estupideces que validaban estereotipos machistas.

𝐓𝐇𝐄 𝐈𝐂𝐄 𝐐𝐔𝐄𝐄𝐍¹ «𝐍𝐎 𝐒𝐀𝐁𝐄𝐒 𝐌𝐄𝐍𝐓𝐈𝐑» [G.Weasley/V.Krum] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora