Por la mañana salgo de casa al lado de Finn. Nos despedimos de mamá lila, que desde las ocho de la mañana ya está regando y cuidando de sus plantas. Cuando alguien me pregunta cómo puede diferenciar mi casa del resto de la calle, yo no les digo el número. Yo les digo que busquen la casa que parece la selva amazónica. La más verde, con más plantas y flores por alrededor... esa es.
—¡Ahí sale! —exclama mi hermano, con falso entusiasmo—. Oh, mierda... No es él.
Me fijo en la casa del vecino y en su puerta entreabierta. Efectivamente, no es el crush quien sale. Es Claudia.
Mi reacción involuntaria es dedicarle una mueca de asco y desprecio, sin embargo, recuerdo la conversación de ayer con las chicas. A lo mejor... A lo mejor debería volver a utilizar aquella estrategia: intentar acercarme al vecino por medio de su hermana.
Fuerzo una sonrisa en dirección a Claudia, que seguramente se verá de lo más estúpida y falsa. Lo que me veo obligada a hacer...
En clase de historia del arte, la suerte está de mi parte. Toma rima. Te reto a superarla.
El caso es que debemos hacer una exposición sobre una parte del temario y la profesora nos pide que formemos parejas de trabajo. Normalmente, Anais, Loren y yo trabajamos juntas como trío por el tema de ser impares en clase... pero ellas ya están al tanto de mi plan, así que les digo que voy a intentar ponerme con Claudia.Me acerco a ella con una sonrisa angelical y me agacho hasta quedar a la altura de su mesa. Sus extensiones de pestañas, largas y oscuras a juego con su melena kilométrica, se agitan al levantar la vista para mirarme.
—Me pregunto qué hace la niña buena invadiendo mi espacio. —Apoya la cabeza sobre la palma de su mano. Sus uñas largas y llenas de adornos dan golpecitos en su cara.
Todo en ella es exagerado. Su pelo negro teñido y liso es larguísimo, sus uñas también, sus pestañas más de lo mismo... Y no digo que no me guste. Todo lo contrario. Me parece que está divina con todo ello, pero no pienso admitirlo donde ella pueda oírlo.
—Vengo a pedirte que seas mi pareja para el trabajo —contesto como si nada, como si no tuviéramos una especie de rivalidad desde hace unos años.
—¿Por qué querrías hacer un trabajo conmigo? —Entrecierra los ojos, analizándome.
—Somos las que sacamos mejores notas —le recuerdo. Yo más que ella, obviamente—. Tú y yo juntas podemos hacer el mejor trabajo que esa mujer haya visto.
Se lo piensa un poco, frunce sus labios de color rojo mate y por su expresión sé que ha tomado una decisión.
—No te necesito —espeta.
Esta no me la esperaba.
—Pero parece que tú a mí sí —prosigue—. Así que por mí, vale.
¡Tómalo! Me da igual su comentario estúpido, ha aceptado. Eso es todo lo que importa.
—Buena decisión —declaro, y me vuelvo a mi sitio.
Claudia nunca ha sido santo de mi devoción. Siempre ha cubierto el papel de chivata de la clase. Hace unos años, cuando en educación física estábamos iniciándonos al vóley, Anais le dio tan fuerte al balón que chocó con los focos que cuelgan del techo del pabellón. Se hizo añicos. La profesora no vio quién había sido, pero Claudia no tardó en señalar a Anais y decir, con toda su cara, que lo había hecho a propósito. No era cierto, por supuesto. Sus padres pagaron el foco y ella tuvo que hacer una redacción de veinte páginas sobre la importancia de cuidar el material escolar.
Hace dos años, alguien consiguió una copia del examen final de literatura y nos lo pasó a todos. En eso yo no tuve nada que ver, lo prometo. Lo importante es que Claudia esperó justo al momento en el que el profesor iba a repartir los exámenes para decir en voz alta que se había filtrado. Evidentemente, ese día no hicimos el examen. En la siguiente clase, apareció con un nuevo examen y, dado que la mayoría solo se había estudiado el anterior, fue una completa matanza. El 80% de la clase tuvo que presentarse a una recuperación en verano. Claudia y yo estuvimos en el 20% que aprobó. Probablemente, desde entonces, se ganó el odio de todos.
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Llámame Kay
Hayran KurguNadie es algo al cien por cien. Nadie es malo al cien por cien, ni mucho menos bueno. Kayla Anderson parece poner en duda esa afirmación. Es sociable, inteligente, optimista, enérgica, lanzada... Siempre sonriente, siempre dispuesta a ayudar, siemp...