2. Betty Cooper y Archie Andrews

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Bajo por las escaleras, haciendo bastante ruido con mis botas blancas de plataforma, y me topo con Finn entrando en casa. Me dedica una mirada de falsa simpatía.

—Gracias por esperarme.

—¿Se lo vas a contar? —pregunto rápidamente, yendo al grano.

—¿A quién? —Se guarda el móvil en el bolsillo del vaquero.

—A las dos —respondo, con obviedad.

—Fue una tontería. —Se encoge de hombros y comienza a andar hacia las escaleras—. No estoy expulsado tampoco. Solo fue una llamada leve de atención.

Niego con la cabeza, como si no tuviera remedio, y me voy a la cocina. Qué sorpresa habrá hoy en el caldero...

—Hola —saludo a mi madre, acercándome a ella. Me pasa un brazo por los hombros y me apretuja un poco en modo de saludo.

—¿Conjunto nuevo? —Se queda mirando mi ropa, y asiento.

—¿Y mamá? —le pregunto, aunque ya imagino que se ha retrasado en el trabajo.

—Me escribió para decirme que ya estaba a punto de llegar —explica ella, soltándose su pelo rizado y lila. Ya ha terminado de cocinar, por lo que su pelo puede volver a ser libre otra vez.

Efectivamente, apenas tarda unos minutos más. Llega cansada, como si hubiera estado corriendo, y los cuatro ocupamos la mesa. Mamá lila ha cocinado hoy, como todos los días en los que mamá rubia trabaja de mañana, así que nos podemos esperar cualquier cosa. Si te soy sincera, cuando mamá rubia cocina también hace un desastre. Estamos vivos gracias a la comida para llevar y los precocinados.

El intento de puré de verduras se ha quedado más bien en una cosa muy líquida de color naranja. Más que la textura de un puré, parece una sopa. Nos lo comemos a cucharadas, como podemos, hasta que Finn el gracioso se levanta para coger una pajita. Sorbe del plato con normalidad, como si la situación no fuera para nada cómica. Yo no comento nada, pero oculto una sonrisa presionando mis labios.

—¿Cómo te ha ido esta mañana con la clienta nueva? —le pregunta mamá rubia a mamá lila, quitándose la blazer gris de un tirón. Una blusa blanca con botones muy formal queda al descubierto. Es el tipo de ropa con la que suele vestirse para ir a trabajar al hotel. Es como una secretaría rubia y sexy de ojos azules, con faldas de tubo y zapatos de tacón.

—¡Ah! Pues genial. Creo que se ha ido satisfecha. Me aseguró que volvería.

Mamá lila trabaja desde aquí, casi siempre. Es masajista y tiene una habitación en la casa dedicada a ello.

Cuando terminamos de comer, Finn y yo recogemos la mesa. Cruzamos miradas entre nosotros, recordando la visita al despacho de la directora, pero guardamos silencio.

—¡Me voy! —anuncia él nada más terminar con los platos—. Quedé en casa de Joan.

En mi habitación, saco mis carpetas y archivadores para buscar el trabajo de Katherin. Le hago fotocopias cuando doy con él y meto los folios en mi bolso para mañana. Saco el dinero de hoy y lo divido en partes: una parte para los ahorros y la otra para gastar. Ya me puedo comprar la faldita de cuadros que me había gustado y el bolso verde satinado que combinará con mi top sin mangas. Tras organizar todo el negocio, me pongo a hacer cosas normales de estudiantes normales de instituto: estudiar. El examen de filosofía se acerca y yo me dedico a repasar lo que dimos en la clase de hoy. Tengo buena memoria, lo admito. No necesito dedicarles muchas horas a los estudios para sacar las mejores notas. Con un poco de repaso diario y una memoria visual desarrollada, la matrícula de honor está asegurada.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora