El contacto se alarga durante varios segundos, todo lo posible sin que llegue a parecer demasiado raro. Todo lo posible hasta que las cosas ya no me duelan tanto. Entonces, haciendo un gran esfuerzo, me despego de él y vuelvo a mi sitio, sentada a su lado. A pesar de que llevo su sudadera, me invade una sensación de frío por el cuerpo, una sensación de vacío después de romper el abrazo.
Suspiro de manera silenciosa y me abrazo las rodillas.
—¿Te hizo sentir mejor? —Su voz interrumpe el silencio.
Por un instante me tenso pensando que se refiere al abrazo, pero luego aclara:
—Pegarle a Claudia, me refiero.
—En el momento en que estaba sobre ella, sí —admito—. Ahora ya no tanto. No cambió nada. Mi madre apenas me habla.
—Ella quedó peor, si te sirve de consuelo.
La imagen de las uñas rotas y el moratón de la cara de Claudia me viene a la mente.
—No estoy orgullosa —susurro—. Yo no soy violenta. Yo no...
Las palabras se desvanecen porque soy incapaz de seguir hablando. Nunca pensé que podía pegarle a alguien con tanta rabia. ¿Con qué derecho? ¿Qué derecho tenía yo para hacerlo?
—Es normal. Estabas dolida —intenta consolarme.
—Pero estar dolida no lo justifica —puntualizo—. Lo empeoró todo. Claudia tiene heridas por mi culpa, mis madres no saben nada del asunto, Adela no se mete porque me tiene miedo... Y, probablemente, ahora todo el mundo piensa que estoy mal de la cabeza. Aunque me da igual lo que piensen los demás, pero que lo piensen mis amigas y t... tú...
No quería llegar a ese punto. Me pasé de sincera y ahora no hay vuelta atrás. Acabo de admitir que las únicas tres personas que me importan son Loren, Anais y él.
—Ninguno de los tres lo pensamos —asegura él, con tranquilidad.
Y si a todo le sumamos el hecho de que mamá rubia no le ha contado nada a mamá lila... Al principio, lo vi como un alivio y un favor. Ahora me doy cuenta de que eso solo podría suponer problemas entre ellas. ¿Ocultarle que he hecho lo que he hecho? ¿Mentirle al decirle que me dolía el estómago? Se lo cuento a Louis para cambiar de tema y continuar desahogándome.
—¿Has pensado en contárselo tú?
—Eso es lo que debo hacer —declaro, por mucho que me cueste—. No justo ahora, pero lo haré.
—¿Qué pasa con Adela? —pregunta, al cabo de un rato de silencio, y yo me encojo de hombros.
—Voy a borrar el vídeo. —Aprieto con más fuerza mis rodillas—. Y lo de liarla mucho antes de irnos del instituto... Se cancela.
Escucho una risa suave por su parte.
—Te acordabas de eso —habla, ligeramente sorprendido.
Sí, aquella idea de hacer "gamberradas" en la graduación sonaba divertida en su momento.
—También me acuerdo de que esto es tuyo. —Señalo la sudadera naranja que llevo puesta y empiezo a quitármela—. Y te la voy a devolver.
Me la saco por la cabeza y la dejo sobre sus piernas. Él la coge y vuelve a dármela.
—Eso fue un trato. Además, quiero que la tengas.
Le miro con indignación y termino aceptándola otra vez.
—Póntela —me pide—. Se nota que tienes frío.
Mis pezones marcados a través del top. Le doy un golpe en el brazo con la propia sudadera y escucho su risita.
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Llámame Kay
Hayran KurguNadie es algo al cien por cien. Nadie es malo al cien por cien, ni mucho menos bueno. Kayla Anderson parece poner en duda esa afirmación. Es sociable, inteligente, optimista, enérgica, lanzada... Siempre sonriente, siempre dispuesta a ayudar, siemp...