Guardo silencio porque me niego a responderle. Ni le voy a contar la verdad, ni voy a molestarme en inventarme una mentira. Simplemente, no tengo por qué darle explicaciones a Claudia, mucho menos ahora que se ha convertido en la persona que más odio en este mundo. ¿Cómo se atreve a interrumpirnos? ¿No sabe cuántas veces me he imaginado esta escena?
—Estaba charlando conmigo —explica Theo, salvando el momento. Se encoge de hombros, como si no tuviera más importancia, aunque yo puedo apreciar la diversión en sus ojos.
—Interesante —declara su hermana, no quedando muy convencida—. Pues Kayla no ha venido a charlar, ha venido a hacer un trabajo. Ya puedes ir bajando.
Se queda esperando de brazos cruzados, como una madre, y sé que no piensa moverse hasta que yo me levante y me aleje de su hermano. Así lo hago, ocultando las ganas que tengo de arrancarle esas pestañas de un buen tirón. Sin mirar a Theo, me pongo de pie y camino hacia la puerta. Claudia por fin comienza a alejarse, en dirección a la planta de abajo.
Ahora que puedo, regreso y me asomo por la puerta. Él me mira, todavía desde el suelo, y me dedica una sonrisa ladeada. Se la devuelvo. La sonrisa que guarda un secreto.
Me acerco a la cama, cojo uno de sus cojines y se lo lanzo. Él lo atrapa sin esfuerzo alguno, como jugador de baloncesto que es.
—Tápate eso —le digo, mirando hacia sus pantalones. Me sonríe, negando con la cabeza. Salgo de su habitación, tropezando sin querer con una caja de cartón.
Ahora sí me voy. O, bueno, no. Espera. Vuelvo a asomarme a su puerta.
—Tu cepillo de dientes y el mío van a terminar en el mismo vasito —le advierto—. Primer aviso.
Y ahora sí que camino escaleras abajo. Cuando llego al final, freno bruscamente porque Claudia está parada frente a mí. No tiene buena cara.
—¿Cómo se te ocurre meterte en la habitación de Theo?
Ahora, viéndola tan de cerca, me fijo en las pecas de su nariz y en los milímetros de raíz pelirroja que asoman por su cabeza. La genética de la familia no puede ocultarla siempre. Nació en una casa de pecosos y pelirrojos, es lo que le tocó. Y fue bendecida por ello, aunque a ella no le guste. Su hermano está buenísimo y ella es guapa. Una guapa que me cae mal, pero guapa al fin y al cabo.
—Ya te dijo que simplemente... —intento explicar, sin ganas.
—No soy tonta, Kayla. Sé que no estabais simplemente hablando.
Pongo los ojos en blanco. ¿Y qué quiere que le diga? ¿Quiere que le pida perdón? No lo entiendo.
—Sinceramente, Claudia, lo único que me gusta de ti es tu hermano.
No se sorprende en absoluto.
—Por eso querías hacer el trabajo conmigo —concluye, como si llevara días intentando averiguar el motivo.
¿Te acuerdas de lo que dije antes sobre no discutir con ella y tratar de ser amable y todo eso? Ya no sirve de nada. Ya tengo al hermano. La misión ha terminado.
—Que te den, Kayla. —Da media vuelta y se dirige al comedor. Empieza a recoger su ordenador y sus apuntes—. Búscate a otra persona para el trabajo.
—No será un problema —apunto—. A mí los de clase no me odian.
Me acerco para coger mis cosas. Fue todo más rápido de lo que creí. No pretendía llegar tan lejos... Con un acercamiento y un poco de conversación me conformaba.
—No sé cómo vas tan tranquila por la vida sabiendo que en cualquier momento puedo contarle a Adela todo lo que haces.
Me cuelgo el bolso al hombro y arqueo una ceja. Ya se ha ofendido y empieza a atacar.
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Llámame Kay
FanfictionNadie es algo al cien por cien. Nadie es malo al cien por cien, ni mucho menos bueno. Kayla Anderson parece poner en duda esa afirmación. Es sociable, inteligente, optimista, enérgica, lanzada... Siempre sonriente, siempre dispuesta a ayudar, siemp...