Antes de entrar en casa, miro hacia la suya. Ni rastro de Louis. ¿Por qué no me ha esperado? Estábamos hablando y... No entiendo nada. Incluso me asomo por mi ventana para ver si le veo, pero parece que no hay nadie en su habitación. Mejor no darle tanta importancia.
En la comida el ambiente sigue notándose tenso. Nadie habla. Mamá lila me sonríe cuando nuestras miradas se cruzan, pero ni una palabra. Me siento culpable por esta situación. Lo soy. Mamá rubia se marcha a trabajar y mamá lila nos pide a mi hermano y a mí un poco de silencio porque tiene un cliente. El hombre se dirige hacia la habitación de los masajes, la puerta se cierra y nos quedamos "solos". Finn se va a su habitación y yo a la mía. Mi tarde de hoy es bastante especial: estar en mi cuarto estudiando y haciendo tareas, porque a veces estudio aunque no lo parezca.
Admito que en dos ocasiones más me asomo por la ventana de manera disimulada, sin éxito. A lo mejor Louis no está en su casa hoy. No le doy más vueltas y bajo a la cocina a por algo de merendar. Me llevo una grata sorpresa al encontrarme con Joan rebuscando en mi nevera. Se sobresalta al notar mi presencia, luego sonríe avergonzado.
—Solo falta que te adoptemos —bromeo, sacando unas galletas del armario.
—No me gustaría —responde, llevándose unas latas de refresco.
Me cruzo de brazos, ofendida. Venga ya... No somos una familia tan mala.
—Ser tu hermano adoptivo reduciría a cero mis posibilidades contigo —admite.
Arqueo una ceja, ligeramente sorprendida. Así que esa era la razón... Está bien pensado, lo admito.
—Las historias de hermanastros triunfan en la literatura —apunto, acercándome a él. Se aparta un poco al ver que intento sacar un yogur de la nevera—. ¿Ahora mismo cuál es el porcentaje de posibilidades?
Cierro la nevera y me apoyo en ella. Sus dedos juguetean con la chapita de una lata como movimiento nervioso.
—Al 55%.
Vaya, vaya...Es un porcentaje alto dada la situación.
—Te noto confiado. —Sonrío.
—La esperanza es lo último que se pierde.
Saco una cuchara pequeña del cajón y sigo observándole de arriba a abajo. El skater alto y rubito de pelo rizado.
—Llámame cuando tengas dieciocho —declaro y cierro el cajón de un golpe.
Tras mis palabras, puedo apreciar esa esperanza de la que habla en sus ojos marrones. La veo. Crece y crece, hasta que sonríe mostrando sus brackets.
—No falta tanto para eso, eh...
—Lo sé. —Asiento. El tiempo pasa demasiado rápido y en estas edades el cambio se nota mucho. Ayer no tenías tetas, hoy las tienes. Ayer entrabas en el instituto, hoy te estás sacando el carnet de conducir.
—Entonces... ¿me das tu número?
Excuse me????
—Claro que no. —Niego con la cabeza. ¿En qué momento el amigo de mi hermano se ha vuelto tan valiente en mi propia cocina?
—¿Cómo pretendes que te llame cuando tenga dieciocho si no tengo tu número?
Le miro con los ojos entrecerrados, sopesando su respuesta. Saca el móvil del bolsillo y me lo tiende. No lo cojo de inmediato, sino que lo pienso un poco más. Me da pena decirle que no... así que agarro el móvil, tecleo el número y lo guardo en sus contactos como "Kayla".
—Te llamaré a las doce de la noche cuando recién los haya cumplido. —Se guarda el móvil, todavía sin creérselo del todo.
Me hace sonreír, pero es un ingenuo. Cuando tenga la mayoría de edad ni se acordará de mí. La vida da muchas vueltas.
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Llámame Kay
FanfictionNadie es algo al cien por cien. Nadie es malo al cien por cien, ni mucho menos bueno. Kayla Anderson parece poner en duda esa afirmación. Es sociable, inteligente, optimista, enérgica, lanzada... Siempre sonriente, siempre dispuesta a ayudar, siemp...