7. ¿Quieres comprobarlo?

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Me voy de casa de Anais feliz por dos motivos concretos: haber pasado una tarde en su piscina y que Loren haya hecho progreso con Dennis. Nos contó la conversación. No duró demasiado, pero las tres estuvimos de acuerdo con que había sido la más larga hasta el momento, lo que resulta ser muy positivo. Loren se acercó tras salir de la piscina y le preguntó por las fotos, cómo no. Dennis dijo que le habían encantado y que ya las había enviado. Ahora está a la espera de una respuesta. Salió el tema de las clases, como es inevitable dado que es su único punto en común (por el momento) y luego Loren se fue a comer algo, porque tampoco quería caerle muy pesada la primera vez.

Estoy orgullosa de ella. Dennis es un trocito de pan inofensivo y Loren lleva colgada de él por un tiempo. Ojalá todo salga bien.

Ya estoy llegando a casa. Vengo andando por la calle, viendo la selva amazónica que tengo por fachada, cuando un coche negro con la música a tope llama mi atención. En el asiento del copiloto distingo a Claudia cuando se ha acercado lo suficiente. Baja la ventanilla y expulsa el humo del cigarrillo con excesiva calma. Otro que también está fumando es su novio, ocupando el volante. Su novio es mayor que ella, aunque más bajo también. Ahora está sentado, pero ya lo he visto otras veces y no destaca especialmente por su altura. Destaca más bien por su pelo negro rapado casi al máximo y el septum de su nariz.

—No sé si te has olvidado de que tenemos un trabajo pendiente —habla Claudia, cuando ya no hay humo por sus vías respiratorias.

—No lo he olvidado —respondo, rápidamente—. Pero como tenemos bastante tiempo...

—No pienso hacerlo en el último momento —declara, con autoridad—. ¿Dónde y cuándo?

Sus extensiones de pestañas oscuras y pobladísimas se agitan al parpadear. Parecen abanicos.

—Pues... —Finjo que estoy pensando.

El dónde es evidente: debe ser en su casa. El cuándo podría ser un fin de semana, básicamente para asegurarme de que su hermano puede estar en casa. Entre semana podría coincidir con sus entrenamientos de baloncesto, o algo así.

—¿Mañana? —propongo—. ¿En tu casa?

Mientras Claudia piensa en mi propuesta, escucho pasos detrás de mí. Louis ya está llegando de la casa de Anais. Pasa concentrado en su móvil hasta que se encuentra más cerca de nosotros. Levanta la vista, se retira el pelo todavía un poco húmedo de la cara, y me mira por un instante. Levanto el dedo corazón en su dirección. Veo su sonrisa fugaz mientras me devuelve el corte de mangas.

Y sigue de largo. Claudia y él no se han molestado siquiera en saludarse, aunque haya sido como nosotros, con un gesto de que te den.

—Perfecto —sentencia ella, frunce los labios, y el coche reanuda la marcha con un brusco acelerón. Pongo los ojos en blanco.

Sigo mi camino para llegar a casa. Antes de entrar diviso la silueta de Salma a través de la ventana de enfrente. La vecina cotilla existe en todas las calles. A todo el mundo, cuando piensa en una vecina cotilla, le viene alguien en concreto a la mente. La ignoro y abro la puerta. Mamá rubia y mamá lila están acurrucadas en el sofá con la tele encendida. Mamá rubia duerme y mamá lila la rodea con los brazos.

—Hola, Kayla —me saluda mamá lila, en susurros—. ¿Qué tal te fue?

—Genial. ¿Cuándo vamos a comprarnos una casa con piscina?

Ella sonríe, con una mirada fantasiosa. Quizá algún día... Eso es lo que quiere decir.

***

Es sábado por la tarde y estoy en videollamada con las chicas. Loren y Anais tienen pintas de estudiantes estresadas, porque el examen de filosofía se acerca y están preparándose para ello. Yo estuve estudiando esta mañana y creo que prácticamente me lo sé todo. Con darle un último repaso mañana, me sobra.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora