53. Esta noche

193 29 6
                                    

Terminamos tumbados, yo encima de él, con sus brazos rodeando mi espalda y acariciándome por encima de la tela. No hay forma de que el cosquilleo en mi estómago cese.

—¿Cuándo? —pregunto.

—Este finde.

Irme con él este fin de semana a la casita en la playa de sus abuelos. ¿En qué momento los acontecimientos han dado este giro? Ese plan me suena... serio. Algo muy serio.

—No me rechaces —pide—. Sé que te va a encantar.

Y no lo dudo. La idea me parece de lo más atractiva... al igual que aterradora. Debo pedirle permiso a mis madres, evidentemente. En otra ocasión, ese asunto no me habría preocupado, sin embargo ahora... las cosas están un poco tensas todavía con mamá rubia.

—Vale —accedo.

—¿Vale? —Parece no creérselo del todo—. ¿Vas a venir?

—Ajá... —murmuro, contra su pecho—. ¿Lo has consultado con tus abuelos? ¿Les parecerá bien que...?

—No te preocupes. Ya les he hablado de ti.

Que ha hecho ¿qué?

—Tenía el presentimiento de que este día llegaría —confirma con orgullo y diversión. Me hace sonreír.

Minutos más tarde tomo la decisión de marcharnos. Es demasiado tarde y mañana debemos ir al instituto, aunque daría lo que fuera por congelar el tiempo y quedarme aquí con él eternamente.

—Prepara un bikini, un pijama decente, protector solar para esa piel tan blanquita...

Freno junto a mi puerta y alzo una ceja en su dirección.

—Se me da bien hacer la maleta, no te preocupes —lo pico.

—No te vayas a pasar, eh. Solo es un día.

Nos sonreímos mutuamente durante unos segundos. Una sonrisa demasiado tierna e íntima como para soportarla por más tiempo.

—Buenas noches —corto el momento y me acerco a mi puerta.

—Buenas noches, Kay —coincide y hace una reverencia en mi dirección. Él un campesino, yo de la realeza—. Sueña conmigo.

Introduzco la llave en la cerradura, empujo y doy un paso hacia el interior. Giro sobre mis talones para mirarle por última vez en la noche.

—Lo haré —le aseguro y cierro la puerta.

El salón está oscuro y se nota demasiado calor en estas paredes. Suspiro de una manera casi teatral y relajo todo mi cuerpo. Madre mía. Vaya noche. Demasiado para digerir. Me siento como flotando en una nube, como si todo formara parte de un sueño, una fantasía... Presiento que me costará dormir.

—Kay.

La voz de mi madre me sobresalta al tiempo que se enciende la luz del salón. Mamá lila aparece con su pelo rizado alborotado y un vestido de dormir.

—¿Qué haces despierta a esta hora? —me pregunta, avanzando hacia mí con sus pies descalzos.

—Ehhh... —Ni siquiera soy capaz de formular una respuesta. Me pilla con la guardia baja.

—¿Estabas fuera? —Analiza mi ropa con curiosidad y uno de sus dedos choca contra mi nariz—. Tienes la nariz fría.

—Sí, estaba fuera —opto por decir la verdad.

—No puedo dormir bien... —empieza a explicar—. Voy a prepararme una infusión calentita... ¿Te apetece una?

Niego con la cabeza, algo confusa por su actitud. Le acabo de decir que estaba fuera, de madrugada, y no hace más preguntas. O ya lo sabía o prefiere no indagar. Me lo tomo como un voto de confianza. Me lo tomo como un favor que me hace.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora