24. Otro secreto

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Me acurruco en una esquina del sofá, cubriéndome por completo con una manta fina y suave. Mirando hacia un punto fijo en el suelo, repaso las escenas mentalmente una y otra vez. Siento escalofríos. 

Marc aparece en su salón, con unos bóxers negros, y se sienta a mi lado. No puedo evitar fijarme en cada detalle de su cuerpo, en sus piernas, en su abdomen, en su pecho... y en su expresión confusa. Sé lo que quiere decir esa cara. ¿Cómo cojones nos hemos metido en esto? Aprecio una breve sonrisa en sus labios y una negación con la cabeza, como si yo no tuviera remedio.

Extiende su brazo en mi dirección y sus dedos acarician mi mejilla. Sus ojos claros analizan mi rostro con detenimiento, como si estuviera fascinado con lo que ve. Su mirada me hace sentir poderosa.

—Eres tan joven... —susurra, cerca de mi cara, y baja la vista hacia la manta que me cubre.

Sus manos hacen que la tela se deslice por mis hombros y caiga por completo para quedar desnuda frente a él. Me recorre el cuerpo con los ojos, sin dejarse ni un solo rincón sin analizar. Aparto la manta por completo y me siento sobre sus piernas. Me agarra por las caderas y sigue dándose un festín visual de mi cuerpo, especialmente de mis pechos. Esas miradas ya me están calentando.

—¿Por qué has tenido que venir detrás de mí, Kayla? —se lamenta, clavando sus dedos en mi culo.

—Kay —le corrijo, acercando mis labios a los suyos—. ¿Follando soy Kay, pero ahora soy Kayla?

—Lo siento. —Sonríe brevemente, deslizando sus dedos por mi espalda—. Eres atrevida.

—Tú también —murmuro. El que más puede perder de esta situación es él.

—No —niega—. Yo tenía miedo. Me entraban sudores cada vez que te me acercabas.

Llevo las manos a su nuca y voy ascendiendo por su pelo. Huele bien, a su perfume de siempre, y a vino. Le pregunto por qué dice eso y me empuja más contra él. Mi entrepierna roza la suya de manera muy provocativa.

—Porque sabía cómo me mirabas —responde.

Yo no soy disimulada y él no es tonto. Era evidente.

—Si alguna vez me has visto distraída, es porque estaba pensando en ti.

Me separo un poco de su cuerpo, solo para poder ver mejor todos sus tatuajes. Deslizo los dedos por su piel, acaricio con lentitud, disfrutando de la dureza de sus músculos. Todavía no me creo que un cuerpo como el suyo esté simplemente a mi entera disposición. Quiero llevármelo a mi habitación para tocarlo y admirarlo constantemente.

—A veces salgo de tu clase con el tanga mojado. —Se le tensa la mandíbula al escucharme—. Tengo una imaginación poderosa.

Ya noto la erección presionando con fuerza contra mi entrepierna. Dirijo la mano hasta sus calzoncillos y acaricio por encima de la tela. Aprieto con mis dedos y escucho su respiración más intensa.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta en susurros, con cierta preocupación.

—Puedo estar despierta toda la noche —declaro.

No pienso irme de aquí sin antes haber aprovechado todo lo posible. Quiero más. Puede que esto no vuelva a pasar nunca más. Puede que esta noche sea la única noche.

—¿Toda? —me reta, con diversión. La preocupación desaparece de su rostro y sus labios entran en contacto con los míos.

Lo siguiente que recuerdo es que terminamos la segunda ronda sobre la alfombra del salón.

***

Soy incapaz de levantarme del suelo, así que me sujeta en brazos y me lleva hasta la que debe ser su habitación. Sigo en una nube todavía cuando sus brazos me rodean con fuerza y me suelta sobre el colchón. Me acuesto boca abajo, con una sonrisa tonta en la cara, y disfruto del tacto de la colcha en mi piel. No abro los ojos, no me muevo, no digo nada. Tampoco sé dónde se mete él. Los minutos pasan hasta que escucho sus pasos. Me pregunta que si quiero comer, pero niego con la cabeza. Me pregunta si quiero dormir y vuelvo a negar. Solo quiero estar como estoy justamente ahora: acostada en la cama de mi profesor de lengua, completamente desnuda y siendo perfectamente consciente de que sus ojos están posados en mi cuerpo.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora