4. Yo no hago favores

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Al entrar en casa, por segunda vez, mamá rubia me mira con confusión. Me ha visto entrar, correr, salir y volver a entrar. Su mirada está totalmente justificada. En cualquier caso, como ella no pregunta, yo no digo nada. Me voy a mi habitación. Mientras subo, me pongo a repasar mentalmente la conversación con Theo. No estuvo mal, ¿no? Es decir... Fue claro, ¿cierto? Solo me faltó guiñarle el ojo y lanzar un besito al aire.

Me dedico a hacer tarea en mi cuarto hasta que escucho el timbre. Seguidamente, las voces altas y alegres llegan hasta la planta alta. Esa emoción solo puede significar una cosa. Kevin y Jessie.

Bajo corriendo las escaleras y me los encuentro a los cuatro en el sofá. Ellos se giran al notar mi presencia y enseguida vienen a darme besos y abrazos. Siempre tan exagerados. Me apretujan como de costumbre y yo me quejo por ello, aunque secretamente me guste que me abracen.

—Madre mía, Kayla. —Jesse, sin ningún disimulo, me mira la delantera—. Esas tetas te crecen por segundos.

El comentario provoca risas en todos, aunque no sea cierto. Puede que tenga las tetas más grandes desde la última vez que me vio, pero no es para tanto. Está siendo generoso.

—¿Y Finn? —pregunta Kevin, cambiado el tema.

—Está con Joan por ahí —responde mamá lila.

Me siento con ellos durante un rato y hablamos para ponernos al día. A ver, déjame que te explique. Jesse y Kevin son amigos de la familia. Se puede decir que Finn y yo los consideramos como nuestros tíos, aunque genéticamente seamos hijos suyos.

—Hemos traído un regalo —anuncia Jesse, con entusiasmo.

Jesse es blanco y Kevin es negro. Yo soy blanca y Finn negro. Lo vas entendiendo, ¿no?

—¿Qué es? —interviene mamá lila.

—¿Un succionador de clítoris? —pregunta mamá rubia.

Más risas.

—Ya tenéis bastantes de esos.

Jesse y Kevin no son pareja, solo por aclararlo. Jesse es gay y siempre trata de ligar con Kevin, aunque creo que solo lo hace de broma. En cualquier caso, ellos junto con mis madres son un grupito de amigos desde que eran adolescentes. Dos lesbianas, un gay y un hetero. Buenísima combinación.

—¡Vino! —exclama Jesse, como si estuviera en un programa de televisión y acabara de anunciar un premio para uno de los espectadores.

Y de esa combinación salimos Finn y yo. ¿Quién mejor que un amigo para darte unos espermatozoides y poder tener un hijo?

Abren la botella de vino, por supuesto. Y yo bebo también, por supuesto. La fiesta acaba cuando, después de estar un poco bebidos, deciden salir un rato y hacer algo juntos. En este caso, yo no me apunto. Dejo que salgan y desconecten. Yo me quedo en casa. Casa sola. Maravilloso.

A veces casa sola no es sinónimo de sexo. De hecho, diría que la mayoría de las veces no coinciden. En mi caso, en esta etapa de mi vida en la que estoy soltera pero al acecho, casa sola es sinónimo de puedo ponerme tranquilamente en el salón a ver una serie sin que nadie me moleste.

Vuelvo a mi cuarto para coger mi móvil y el cargador y regreso a la planta baja. Es curioso porque la casa sola me ha durado un minuto y medio. Finn y su amigo Joan están en el salón, tirados en el sofá con los móviles y un bote de Pringles. Finn realiza movimientos con los brazos, probablemente ensayando un baile de Tiktok. ¿En qué momento han llegado? Barry Allen les llaman.

—No sabía que estabas en casa —salta Finn de pronto, al verme aparecer en el salón.

Cuando Joan se da cuenta de que mi hermano habla con alguien más, se levanta como un resorte y mira en mi dirección. Parece asustado.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora