52. Tú eres la mía

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Cuando el telón está cerrado por completo, Louis se separa de mí con rapidez y acude a su puesto. Ahora es cuando salimos todos los que participamos en la obra y saludamos al público. El resto de actores comienza a salir y colocarse en fila, como habíamos ensayado. Con las cortinas todavía cerradas, esperamos mientras se siguen escuchando aplausos. Suena una melodía de fondo y nos preparamos para que el telón vuelva a mostrarnos sobre el escenario.

Yo todavía noto la cara ardiendo, las orejas, las manos... Debo de estar muy roja debido al cúmulo de cosas.

Las cortinas se abren y volvemos a ver al público, ahora iluminado por los focos. Distingo las caras, las miradas, mis madres, amigos... Todas esas personas que estuvieron ahí todo el tiempo, viéndonos. Todas esas personas que vieron como Louis me plantaba un beso final.

Nos doblamos por la cintura a la vez para realizar el saludo y, de manera ordenada, vamos abandonando el escenario. Algunos se dirigen al vestuario para cambiarse y recoger sus cosas, otros bajan hasta los asientos para saludar a sus familias o amigos. Yo opto por ir al vestuario y sentarme en una silla para recuperar el aliento.

Voy a matarle.

Descubro a Marc hablando con algunos de los actores, muy sonriente y relajado, como si ya se hubiera quitado un gran peso de encima. Qué desastre. Debo ir a hablar con él. Me voy acercando lentamente, haciendo tiempo hasta que termine su conversación con los chicos que se encargaron del decorado. Cuando por fin termina, me coloco a su lado para pedirle disculpas.

—Lo siento —murmuro, jugueteando con mis propios dedos. Todavía me tiemblan un poco las manos.

—¿Por qué lo sientes? —Una de sus cejas se arquea—. Todo salió perfecto.

Mi cara de confusión se hace visible.

—Pero... —intento hablar, pero él me interrumpe sabiendo a lo que me refiero.

—Hicisteis lo que todo el mundo estaba esperando —declara, con calma—. Estoy muy contento con el resultado.

Nos salimos del guion. ¡Él se salió del guion! Fue culpa suya, iniciativa suya... No es que improvisara con unas frases... es que me dio un beso cuando se suponía que debía ser un abrazo amistoso. Sé que tampoco debería tratarlo como un delito, pero era el guion. A mí me gusta hacer las cosas como se supone que deben ser. Además, ¡no me pidió permiso! Me dejó en vergüenza delante de todo el mundo. Me dejó allí perpleja, helada, confusa...

—¿No estás enfadado?

Porque yo sí.

—Claro que no. —Me dedica una última sonrisa—. Y me alegro de que vuestros problemas se hayan solucionado.

El profesor de lengua se marcha, dejándome casi sola en el vestuario. Todo el mundo se está marchando ya. Vuelvo al escenario y echo un vistazo a las personas que quedan por el pasillo. Enseguida localizo a Louis hablando con sus padres y su hermana. Deben estar felicitándolo por su buena actuación. Maldito.

Espero a que terminen de hablar y corro hacia él. No consigo llegar hasta mi objetivo porque una melena lila y rizada se atraviesa delante. Mamá lila me envuelve en un abrazo repentino, me apretuja y no para de decir que lo he hecho genial ahí arriba. Cuando me suelta, le dedico una sonrisa agradecida y luego cruzo miradas con mamá rubia. Sus ojos azules parecen mirarme con menos dureza, sin embargo, no hay ningún gesto ni palabras hacia mí. Ni abrazo, ni felicidades... Nada. Se me encoge el estómago.

Creo que mamá lila nota un poco de tensión, por lo que habla de nuevo. Se despide de mí, volviendo a repetir que le ha encantado mi personaje. Mis madres desaparecen de mi campo visual y yo regreso a mi objetivo: el maldito Louis. Voy tras él como un rayo y llamo su atención tirando de su camisa de botones.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora