55. Un placer, milady

161 24 8
                                    

De vuelta en la casa, sus abuelos parecen estar dormidos. Todo está oscuro y silencioso. Me cambio de ropa en el pequeño baño de la planta superior y regreso descalza a la habitación de Louis. Creo que noto granitos de arena por el suelo. Probablemente hayamos sido nosotros sin darnos cuenta. 

—Bonito pijama —comenta él, tirando de la colcha que cubre la cama. Miro mi propio pijama rosa compuesto por un pantalón corto y una blusa de tirantes. Ya sabe que yo no suelo usar pijamas. Esta es una ocasión especial. 

—Sabía que te iba a gustar —aseguro, sentándome sobre el borde del colchón, pensando en mis tetas marcadas bajo la tela—. El tuyo, sin embargo, es una decepción.

Observo su camiseta y su pantalón corto de algodón. Él finge estar ofendido mientras se alisa la camiseta, ligeramente arrugada. 

—¿Qué tendría que mejorar? —pregunta, confuso, como si mejorar su atuendo no fuera una opción. 

Me levanto dirigiéndome en su dirección para tirar de su camiseta y sacarla por la cabeza. Sin camiseta, ahora está mejor. El elástico de los calzoncillos asoma por debajo de los pantalones, así que trago saliva e intento no fijarme demasiado en ello. Vuelvo a la cama con una sonrisita en los labios y me acurruco bajo las sábanas. Es tarde. Pasamos bastante tiempo acostados en la arena hablando de muchos temas absurdos y ahora toca conciliar el sueño. 

Louis no tarda en venir a mi lado, acercarse a mí y rodearme con sus brazos. Su aroma inunda mis fosas nasales y la calidez de su cuerpo me relaja de inmediato. 

—Oye —susurro al cabo de unos segundos.

—¿Qué? —me responde usando el mismo tono de voz suave.

—¿Crees que tus abuelos nos escucharían?

No necesito explicarle nada, enseguida entiende mis intenciones. Suelta una carcajada rápida y silenciosa y me estrecha más contra su cuerpo. 

—Eres...

—Era broma —me apresuro a interrumpirle—. Era broma. 

—Ahora me obligas a pensarlo. —Sus dedos recorren mi espalda con suavidad.

—Esa era mi intención —confieso, sonriendo con los ojos cerrados. 

***

Una voz me despierta, acompañada de unos toquecitos en los brazos. Tardo en comprender la realidad que me rodea y quién pronuncia mi nombre. Con los ojos medio abiertos, distingo su silueta, su pelo castaño y sus ojos azules. 

—Vamos, levanta.

No me levanto y él desaparece de la habitación. Me doy la vuelta sobre el colchón, me cubro con la sábana hasta la barbilla y vuelvo a cerrar los ojos durante un rato. Los abro de nuevo cuando escucho pasos y ruidos cerca. Louis ha vuelto y ahora puedo verle con más claridad. Tiene el pelo mojado, una toalla en la mano y viste solo con la ropa interior. Oh, dios mío. Hay que deshacerse de las lagañas de inmediato para poder presenciar esto en buena calidad. 

Me apoyo sobre un codo y analizo cada movimiento y cada parte de su cuerpo mientras se va vistiendo. Pantalones, camiseta, zapatillas... Se seca el pelo con la toalla y sus ojos chocan con los míos. Sonríe abiertamente aunque con expresión de incógnita. 

—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras tanto?

No respondo. Solo sigo con los ojos fijos en los suyos, y en su pelo y en todo. 

—Venga, sal de ahí. —Se acerca a mí—. Quiero que vengas a mi lugar favorito para desayunar.

Antes de que pueda hacer nada, sus labios chocan contra los míos durante medio segundo. Un cuarto de segundo. Un pico suave, fugaz, delicado... Y yo solo soy capaz de sonreír por la ternura del gesto. 

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora