41. Sonrisa cómplice

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Me aparto de él, vuelvo a mi sitio y reprimo una sonrisa. Todavía me late el corazón con demasiada fuerza. El de abajo también.

¿Y ahora qué?

Me fijo en que estira el brazo hacia mí. Sujeta mi tanga con intención de devolvérmelo. Me coloco el pelo y me pongo de pie.

—Quédatelo —le digo—. Para que me recuerdes.

Su mirada traviesa se intensifica y aprieta la tela en su puño.

—Como si pudiera olvidarte —murmura.

Miro a mi alrededor por un instante. Oscuridad, árboles, soledad... y nosotros. ¿Qué acabamos de hacer y por qué lo hemos hecho aquí fuera? Esto es demasiado, incluso para mí.

—¿Te vas?

—Es tarde —me excuso y echo a andar. Escucho sus pasos rápidos detrás de mí para alcanzarme. No lo consigue hasta que llego a la puerta de mi casa.

—Ya conseguiste lo que querías, ya te vas —apunta, en tono burlón.

Preferiría no conversar sobre el hecho de que me he corrido en una manta a medianoche. Solo me apetece meterme en la cama y tratar de conciliar el sueño. ¿Será eso posible? Quizá no, porque quien no va a poder olvidarle soy yo. ¿Cómo lo hago? ¿Después de esto?

—Buenas noches —declaro, tras un breve suspiro.

Cuando intento avanzar, su tacto cálido me sorprende en la muñeca. La rodea con sus dedos y me hace frenar por un instante. Busco su mirada azul y trago saliva.

—Buenas noches —se limita a repetir mis palabras, con una expresión más seria, sin diversión. Una mirada más intensa.

Y me deja ir. Me deja ir con el cosquilleo que deja en mi piel.

Entro en casa. Hace calor y está todo oscuro. Enciendo la luz del salón y suelto un prolongado suspiro. Madre mía.

—¿Kay?

Me llevo una mano al pecho, creyendo que el momento de mi muerte ha llegado. Por suerte, solo es mamá lila en bata y despeinada. Baja las escaleras con cautela, analizando la situación.

—¿Qué haces levantada?

—Eh... —Buena pregunta—. Vine a comer algo. Me entró hambre.

—¿Así vestida? —Su entrecejo se arruga levemente.

Oh, sí. Debería estar con ropa de dormir y no sin bragas bajo esta falda.

—Sí... —insisto, aunque podría sonar de cualquier manera menos convencida. Mi mente no se encuentra en condiciones de pensar una mentira creíble. Espero que me crea. Sé que no lo hace, pero al menos no sigue insistiendo y se marcha hacia la cocina.

Aprovecho para correr hacia mi habitación y encerrarme en ella. Presiento que será una noche complicada.

***

El lunes cuando llego al instituto, no veo a Louis por ninguna parte. No es que le esté buscando... pero sí le estoy buscando. El caso es que parece que aún no ha llegado, así que me siento en mi sitio y charlo con Loren para distraerme. Anais llega vestida con una faldita de cuadros y se sienta con nosotras. Mira hacia Loren, saluda y a mí me ignora. ¿Me ignora?

Cuando proceso su actitud, Marc aparece por la puerta. Louis tras él. Aparto la vista de inmediato para evitar contacto visual y me paso toda la clase de lengua atendiendo, sin pronunciar ni una sola palabra. Exactamente igual que en las dos asignaturas siguientes. Sigo pensando que Anais me está evitando, así que aprovecho el timbre que anuncia el recreo para sacar conversación.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora