31. En paz

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Me fijo en Loren, en su pelo rubio y corto que se mueve ligeramente por la brisa. Sonríe por algo que Dennis ha dicho. Se le ve relajada, cómoda, y no hecha un flan como suele estar con Dennis por cerca. La imagen me reconforta. Saco el móvil y grabo un vídeo en el que se ven todos, que todavía juegan a adivinar películas, para tenerlo como recuerdo.

Las sonrisas y los comentarios cesan de golpe, a la vez que la sombra de una silueta me tapa el rayito de sol que me llegaba a la cara. Alzo la mirada, aún tumbada sobre Louis, y veo a Marc de pie a nuestro lado. Me levanto como un resorte, quedando rígida en su dirección. ¿Qué hace él aquí? ¿No debería estar subiendo la montaña?

—No es necesario asustarse —declara, evidentemente por mi reacción—. ¿Está todo bien?

Asentimos con la cabeza, un poco confusos.

—Si necesitáis algo, estaré por aquí.

—¿Y la caminata? —le pregunto.

—Eh... —Resopla—. Me he salvado de ella porque alguien debía quedarse aquí vigilando.

—¿Vigilándonos a nosotros? —me burlo—. En la mochila tenemos la coca.

Marc sonríe brevemente y empieza a alejarse. Mis amigas me miran con los ojos muy abiertos, preguntándose cómo me he atrevido siquiera hablarle después de lo ocurrido. Me encojo de hombros.

***

Por la tarde realizamos una actividad en la que Loren sí puede participar. Ya hemos dejado de ser el pequeño grupito para convertirnos en el gran grupo de ambas clases. El tiro con arco es algo que no había practicado antes y se nota debido a las franjas de la diana en la que se clavan las flechas que lanzo. En cualquier caso, no me siento tan inútil del todo. Al menos mis flechas dan en la diana y no se van en otra dirección hacia los árboles. No hay suficientes para que todos lancemos a la vez, además de que sería un peligro y más complicado para controlar, así que hemos formado varias filas de personas y vamos lanzando tres flechas por turno. A pesar de que no se me da especialmente bien, descubro que me gusta proyectar objetos puntiagudos hacia un objetivo concreto.

—Se nota que estás disfrutando —comenta Louis, apuntando con su flecha desde otra fila.

Le miro de reojo, tiro hacia detrás y suelto para que la flecha salga disparada. Él y yo no encajamos en este paisaje, en este lugar. Ambos vamos vestidos con demasiado esmero, como si fuéramos a hacernos fotos para Instagram en mitad de estos árboles.

—Me encantaría que fueras tú la diana —fantaseo en voz alta, con una sonrisa desafiante. Cojo la segunda flecha y apunto.

—No pensabas lo mismo cuando te tocaba el pelo.

Pongo los ojos en blanco, lanzo la flecha y esta se clava en la zona roja. No está nada mal... Voy mejorando.

—Ten cuidado, Kayla —la voz de Claudia me llega desde el otro lado—. No vaya a ser que se me escape una flecha en tu dirección.

Sigue rabiando por su chivatazo fallido y yo sigo disfrutando con ello.

—Si así dejara de verte la cara, bienvenida sea esa flecha —comento y mi turno de tirar termina.

Claudia lanza por última vez y viene directa hacia mí, con una mirada desafiante. Sus pestañas largas y oscuras aletean delante de mis narices.

—No sé qué has hecho, pero todavía no deberías cantar victoria.

Cuando habla tan cerca, puedo oler el tabaco. Es un olor habitual en ella. Lo suele enmascarar con sus perfumes, pero siempre se nota. Cualquier otro día, no le habría dado importancia... sin embargo, hoy se me enciende la bombillita.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora