Cuando salgo del baño, me siento como una auténtica famosa. Todos los ojos se posan sobre mí: los de mi curso, los más pequeños... Tanto conocidos como desconocidos se quedan mirándome y susurran entre ellos. Trago saliva y continúo mi camino sin hacerles caso. Enseguida corren hacia mí Loren y Anais.
—Pero ¡qué ha pasado! —exclama Anais, que probablemente acaba de llegar y no se ha enterado bien de todo.
Loren agarra mis brazos y los estira, obligándome a enseñarle los arañazos.
—Ay, mi madre... —susurra, horrorizada.
—A tomar por culo tu expediente académico. —Anais se lleva las manos a la frente cubierta por su flequillo oscuro—. ¡Te van a expulsar!
—A ver, a ver... —interviene Loren, tratando de calmarnos a todas—. Que no cunda el pánico. Todavía no se sabe si...
—¿Estás loca? —la voz de mi hermano interrumpe, apareciendo de la nada.
Finn me agarra de un brazo y yo trato de no mostrar una mueca de dolor.
—La próxima vez que te pelees —me advierte él—, avísame para grabarlo.
Chasqueo la lengua y le propino un manotazo. Él se aleja de mí de manera teatral, fingiendo que me tiene un miedo irracional.
—Lárgate, Finn —le ordeno. Levanta los brazos en señal de paz y desaparece.
El timbre indica el comienzo de las clases, así que la gente empieza a moverse y deja de mirarme. Mis amigas y yo nos dirigimos a la clase de francés. No digo nada y ellas tampoco... Yo me limito a ir con cautela, mirando a quienes me rodean y esperando, con impaciencia, a que venga la directora dispuesta a colgarme de la pared.
Nos sentamos en nuestros sitios habituales, como siempre, pero sé que algunos hablan de mí. No son tan buenos disimulando. Claudia entra en clase, siendo de las últimas, y yo me fijo de reojo en su aspecto. En su cara se ha formado un moratón por la zona del pómulo, cerca del ojo, y varias de sus uñas están partidas. Se rompieron con el forcejeo y los restos afilados que quedaron se encargaron de arañarme como si de un tigre se tratara. Me escuece la piel y las líneas que formaron los arañazos están hinchadas, sin embargo, no muestro debilidad. Lo peor viene ahora.
La clase comienza con normalidad, pero yo no puedo evitar sentir un dolor terrible en el estómago. El dolor de las consecuencias. En cualquier momento, tocarán en la puerta y mi nombre sonará. En cualquier momento estaré frente a frente con Adela escuchando las palabras "estás expulsada". Y ese pensamiento me atormenta durante toda la hora, tanto que estoy a punto de pedir permiso para ir al baño y vomitar.
Pero no ocurre. Me contengo. Cierro los ojos con fuerza e intento cambiar el rumbo de mis pensamientos.
Francés termina y vamos a historia. Sigue sin ocurrir nada. Claudia no me mira, Adela no me llama y mis amigas no paran de preguntarme si me encuentro bien, si me duele algo. Me duelen los brazos, el labio y, de hecho... un poco el hombro. Seguramente un puñetazo de Claudia.
—Estoy bien —respondo.
Cuando entro en clase de lengua, la tercera asignatura del día, Marc se fija enseguida en mis arañazos al pasar por su lado. Me lanza una mirada de preocupación, pero no pronunciamos palabra.
—¿Qué está pasando? —susurra Loren, en mitad de una explicación sobre tópicos literarios.
A ella también le está asustando esta aparente tranquilidad.
—No sé. Algo raro —admito.
¿Hay una pelea en el instituto a primera hora de la mañana y todavía no hay represalias? ¿La directora? ¿Los profesores? ¿Las familias? ¿Nadie va a venir a comprobar que estamos bien? ¿Nadie va a darle una bolsa con hielo a Claudia para ese moratón en su cara? ¿Nadie va a venir a sacarnos de clase para preguntar qué ocurrió? ¿Acaso mis madres están informadas? ¿Estarán de camino para enfrentarse a una buena charlita en el despacho de Adela?
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Llámame Kay
FanfikceNadie es algo al cien por cien. Nadie es malo al cien por cien, ni mucho menos bueno. Kayla Anderson parece poner en duda esa afirmación. Es sociable, inteligente, optimista, enérgica, lanzada... Siempre sonriente, siempre dispuesta a ayudar, siemp...