32. Habitación número 14

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Permanezco en la cama, boca arriba, con los brazos fuera de la manta. Mis ojos ya han tenido tiempo de sobra para acostumbrarse a la oscuridad, así que puedo distinguir las siluetas de las literas. Sobre mí, la cama de Trini chirría de vez en cuando y yo me pregunto qué probabilidades hay de que se rompa y yo termine aplastada. Miro la hora en el móvil. Faltan veinte minutos para que sea la una de la mañana. Las luces están apagadas desde las diez, aunque la mayoría no se ha dormido hasta hace poco. Los murmullos han ido cesando progresivamente y las pantallas de los móviles se han ido apagando. Es probable que todos duerman. Probable aunque no seguro del todo.

Salgo de la cama con sigilo, cojo la llave bajo la almohada y la envuelvo con la mano para que no haga ruido. Empiezo a esquivar literas entre la oscuridad hasta que llego a la cama de Louis. Me agacho y toco suavemente sobre su manta, sin saber si está dormido o despierto. Gira su cuerpo en mi dirección.

—¿Kayla? —habla en voz baja.

No suena como alguien que acabe de despertarse. Quizá tampoco podía dormir.

—Vamos —le pido.

—¿Adónde? —Puedo notar la confusión en su voz.

—Tú ven conmigo —insisto y empiezo a caminar en dirección a la puerta, sintiendo sus pasos detrás de mí.

Salimos al pasillo, nos aseguramos de que estamos solos y cierro la puerta con extremo cuidado.

—¿Vamos a salir ahí fuera? —Se peina el pelo con los dedos—. Ya nos escapamos de un castigo anoche porque sobornaste a Marc con sexo.

—Shhh —le exijo, llevándome un dedo a los labios, y le muestro la llave que tengo en mi poder.

Frunce el ceño y la coge para analizarla.

—¿De quién es esta habitación?

—Nuestra —respondo, con una sonrisa de diversión.

Con suerte, esta noche podremos dormir en una habitación decente, en una cama decente y con un baño particular. Por fin parece entender que he cogido esta llave a escondidas y que ahora vamos a probar adónde nos lleva.

—¿Te he dicho alguna vez que eres mi modelo a seguir?

—Alguna vez, sí. —Sonrío, le quito la llave de las manos y echamos a andar por el pasillo.

Llegamos a la habitación número catorce sin ser vistos, o al menos eso es lo que creemos nosotros. Sé que corremos cierto riesgo por el hecho de haber sido descubiertos la noche anterior. Cualquiera podría ir ahora a la habitación para hacer recuento y descubrir que hay dos camas vacías. Marc volvería a buscarnos fuera, no aquí dentro.

Mientras introduzco la llave en la cerradura, él vigila que no aparezca alguien de repente. Giro la llave y la puerta se abre sin ninguna dificultad. Sonrío victoriosa. Con los dedos, busco el interruptor. Enciendo la luz y entramos con precaución, comprobando que la estancia está vacía. Él cierra detrás de nosotros y se coloca a mi lado para analizar lo que ve. Una cama individual, una mesita de noche con cajones, una lamparita, enchufes cerca de la mesa de noche, un armario en condiciones, una ventana con persiana, una televisión de pantalla plana pequeña y una puerta que imaginamos que da a un baño.

—Malditos hijos de puta —murmuro. ¡Estas son las habitaciones de los profesores! Decentes. Aceptables. ¡Privadas!

Ambos vamos rápidamente a ver el baño. Es pequeño, pero tiene todo lo necesario. Corro a abrir la ducha.

—Mira qué maravilla de presión del agua —comento.

Él empieza a mostrarme los pequeños armarios que hay junto al espejo y todo el espacio que hay para colocar los productos de higiene. Su cara de indignación es similar a la mía.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora