11. Amistad, por supuesto

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En fotografía no ocurre nada fuera de lo común. Nos mandan un nuevo trabajo y le pido a Yeslie que si quiere hacerlo conmigo, porque es demasiado vergonzosa como para que me lo hubiera preguntado ella antes. Me dice que sí y propone ir a su casa. Nunca he ido a su casa, sinceramente.

Al salir del aula, me doy un paseíto por el instituto, buscando especialmente la zona de los despachos de los profesores. Por la tarde el instituto está más vacío, solo ocupado por la gente que acude a extraescolares, así que los pasillos se sienten extraños y solitarios. Yo solo estoy buscando a Marc. No sé con seguridad si sigue aquí. Hay días en los que los profesores tienen que quedarse por las tardes por temas de reuniones entre ellos y con las familias, pero no sé si hoy es uno de esos días para él. En cualquier caso, pruebo. No pienso tocarle en la puerta, solo me doy un paseo por si casualmente me lo encuentro. Quizá los títulos de aquellos libros le dieron qué pensar y quiere hablar conmigo de algo...

En fin, soy una ilusa. Sé lo que estás pensando. Sé que piensas que lo de Marc y yo nunca va a pasar. En el fondo, yo también lo pienso. No soy tan tonta y tan optimista. ¿Profesor y alumna? ¿Cliché que solo pasa en las películas? Lo entiendo. Es poco probable. Es arriesgado. Es peligroso. Pero quiero probar de todas formas. Me divierte.

Llego a la puerta de su despacho. Está cerrada y aparentemente todo lo que hay en su interior es silencio. Aparentemente. Cuando acerco la oreja, descubro que sí hay alguien dentro. Escucho algo. Escucho una voz, pero como en susurros. Me agacho para mirar por la rendija. Si ahora mismo abriera la puerta, esto sería una escena cómica.

No veo nada, en realidad, pero percibo sombras moviéndose. Efectivamente, está ahí dentro.

Vuelvo a pegar la oreja con el objetivo de descubrir si se encuentra solo o hay alguien más. Aguanto unos segundos. Aguanto, aguanto... hasta que identifico sonidos extraños. So-ni-dos-ex-tra-ños.
Luego oigo un "shh". Alguien manda a callar a alguien.

Uy, esto no me está gustando. No quiero pensar cosas, pero las pienso.

Me alejo. Me alejo de la puerta, del pasillo y salgo del instituto. Bordeo el edificio hasta que por un lateral llego a las ventanas que corresponden a ese pasillo. ¿Pensaste que me iba a marchar sin más? No, cariño. Yo he venido a investigar.

Debería ser la ventana número seis, o siete... aproximadamente. La seis tiene la persiana totalmente subida y no hay nadie en el despacho. No es el de Marc. Me voy a la siguiente. La persiana está bajada del todo pero dos pestañitas están rotas y se puede ver un poco hacia el interior.

Primero que nada: la persiana bajada ya es raro. ¿Si estás dentro de tu despacho por qué no querrías luz natural? ¿Estás durmiendo? ¿Viendo una peli? ¿Estás ocultando algo?

Acerco el ojo a uno de los huecos y trato de enfocar hacia el interior. El campo visual no es muy amplio pero voy distinguiendo objetos: la puerta, el armario donde guarda muchas carpetas, veo una esquina de la mesa, veo por el suelo... Por el suelo veo ropa. ¿¡Ropa tirada en el suelo!?

Me cambio al otro hueco porque por este no veo bien. Desde aquí percibo un ángulo diferente. Y me cago en mi vida. Por aquí veo mucho mejor. Y tanto que veo, joder.

Es Adela. Su pelo larguísimo en ondas es inconfundible. La ropa que hay tirada por el suelo es la de ella: unos vaqueros, un jersey marrón... Está desnuda. La directora está desnuda y le estoy viendo las tetas saltando una y otra vez con energía.

La mandíbula me va a llegar al suelo.

Está de rodillas en el suelo, a horcajadas sobre un cuerpo masculino que deduzco que se trata de Marc por los tatuajes de los brazos. Por la posición de la mesa, no le puedo ver bien la cara, pero es él.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora