14. Pégame

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Me acerco al tablón en el que se encuentra la hoja de inscripciones para la obra y descubro que se ha apuntado mucha gente. Más de la que habría esperado. Y la mayoría son chicas. No me sorprende eso último.

Vuelvo por donde he venido a paso ligero porque tenemos que estar en el gimnasio para no sé cuál actividad deportiva. Trato de darme prisa para no llegar tarde, pero una melena rizada y de color lila me frena. Mamá lila. Lleva un jersey de punto fino y unos pantalones largos, anchos, estampados.

Se me corta la respiración de golpe. Mi madre está en el instituto. Lo saben. Saben que yo rompí la ventana.

Me ve enseguida y viene hacia mí, con una de sus sonrisas cálidas y pacíficas. ¿Estaría sonriendo si supiera que yo lancé la piedra? No lo estaría. Quizá no está aquí por la ventana. Tal vez Finn se metió en otro lío.

—Hola, Kayla —me saluda—. No te asustes. Vengo a dar una clase de meditación a los de segundo.

Todo mi cuerpo se relaja de inmediato. A veces viene a hacer sesiones de esas porque Adela contacta con ella.

—Guay —respondo—. Nosotros tenemos una actividad en el gimnasio.

—Ah, qué bien. Pues vete, anda. Nos vemos en casa. —Me sonríe como despedida y sigue de largo por el pasillo, con una seguridad y calma llamativa, como si paseara por su casa.

Corro hacia el gimnasio del instituto. La gente de mi clase acaba de llegar y todos están colocándose en círculo alrededor de dos personas que no conozco. Me apresuro para meterme entre ellos y quedar al lado de Anais. A su lado se encuentra Loren y a la derecha de la rubia se ha colocado Dennis. Comparto una sonrisa fugaz con ella.

Resulta que las dos personas que no conozco son los dos monitores que van a dirigir la clase. Son un chico y una chica que se dedican a enseñar a hacer boxeo. Y eso es lo que nos van a enseñar a nosotros.

—Genial —murmura Loren, asqueada—. Como se me dan tan bien los deportes...

Dennis escucha su comentario, sonríe por ello y le responde:

—Seguro que eres buena dando puñetazos.

Sí, señor. Interacción entre Loren y Dennis. Si yo estoy emocionada, no me quiero imaginar cómo está ella.

Los monitores empiezan a hablarnos sobre el boxeo y nos van enseñando técnicas, tipos de golpes y movimientos... hasta que nos piden que hagamos parejas y practiquemos. Nosotras tres nos miramos, sabiendo que una va a quedar fuera. Me agarro a Anais rápidamente, dejando sola a Loren con la intención de que aproveche la cercanía de Dennis. Mi plan funciona: yo hago pareja con la morena y la rubia se va con el musculitos.

Los monitores sacan de unas cajas un montón de pares de guantes de boxeo y comienzan a repartirlos entre nosotros. Yo me pongo a pensar en lo poco higiénico que resulta. Esos guantes se los ha puesto mucha gente y ahora me los voy a poner yo. Estoy a punto de negarme a cogerlos, pero, al ver que nadie pone ninguna pega, termino cediendo.

Anais y yo tratamos de seguir las indicaciones de los monitores, como el resto de alumnos, pero somos un poco inútiles. Hay que admitirlo. Nosotras, vestidas con nuestras falditas, los accesorios y los labios brillando por el gloss, no encajamos demasiado con una clase de boxeo. Igualmente, lo hacemos lo mejor que podemos. Practicamos técnicas de defensa y de ataque. Esquivo sus movimientos y le golpeo en sus guantes. Realmente, nosotras estamos más centradas en ver cómo interactúan Loren y Dennis. Hablan, se ríen, se golpean... Parece que pinta bien.

Cuando los monitores anuncian un cambio de parejas, nos quedamos sin saber qué hacer. Pienso por un instante y voy a por la única persona de toda la clase a la que le aflojaría un buen guantazo sin remordimientos. Y no, no es Claudia, aunque podría serlo por haberme arruinado el beso con su hermano.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora