26. Ponte en la cola

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Se ríe por mi comentario. Frunzo el ceño, entonces, mirándole sin entender esta situación.

—¿Qué haces tú aquí, por cierto? —pregunto lo obvio.

—¿En el baño de chicas? —Echa un vistazo a su alrededor y se coloca el pelo—. Dando un paseo.

—Me refiero a... aquí, conmigo, preocupándote por lo que pueda pasarme. —Me aparto del lavabo y me dirijo a la puerta.

—No me preocupo por ti —responde, andando por el pasillo a mi lado—. Solo me interesa el chisme.

Compartimos una mirada de diversión y entonces nos topamos con Loren y Anais. En ese momento, sabemos que nuestros caminos se separan. Sigue de largo sin decir nada y yo me paro junto a mis amigas. Parece que estaban buscándome. Ambas mantienen los ojos sobre Louis, con caras de confusión.

—¿Es que ahora sois amigos?

—No lo sé. —Pongo los ojos en blanco ante la pregunta de Loren.

—Yo te dije que era buena gente —sigue la rubia, entusiasmada por pensar que llevaba razón—. Me ayudó en la piscina y cuando hablamos es bastante amable. Nada que ver con el idiota de su amigo Eiden, que...

—¿Cuándo hablas tú con él? —la interrumpo y me sorprende que me interese.

—Bueno, pues hemos hablado en clase y en casa de Anais cuando...

—Chicas —interviene Anais con seriedad—. Nos estamos desviando del tema. Aquí lo importante ahora es si hoy Kay saldrá viva del despacho de Adela.

Básicamente, mantengo con ellas una conversación similar a la que tuve con Louis. Les cuento mi plan A y me preguntan si necesito ayuda con algo. Niego de inmediato. Yo solo me he metido en esto y yo sola saldré.

—Esto puede salir terriblemente mal —avecina Anais—. Estás loca.

—O puede salir perfectamente bien —aporta Loren—. No podremos saberlo hasta que ocurra.

La mañana en el instituto más tensa de mi vida. Se suponía que hoy ya iba a contar con bastante preocupación por culpa del reencuentro con Marc, sin embargo, me ha salido un problema extra. Cuando esto termine, le voy a arrancar a Claudia las extensiones de pestañas una a una.

***

El timbre de la última hora suena y a mí se me revuelve el estómago. Siento que en breve tendré que salir corriendo hacia el baño para potar.

—Te acompañamos.

Mis amigas me sorprenden detrás de mí, dispuestas a seguir andando hasta el despacho de Adela.

—No es necesario —me niego—. Os cuento todo cuando salga.

La charlita se puede alargar demasiado y no quiero que estén esperando por mí. El padre de Loren estará fuera y no hay necesidad de que se retrasen por mi culpa.

—Pero... —intenta hablar Anais.

—En serio —insisto—, no es necesario.

Y, con mi mirada, les pido por favor que se marchen. Se lo piensan un poco, pero terminan cediendo. Me quedo sola ante el peligro. Agarro mi bolso con fuerza y camino con paso decidido. Voy pasando puertas, una tras otra, hasta que llego a la de Adela. Está entreabierta. Me siento en el sillón nuevo que han colocado en el pasillo para esperar y respiro profundamente. Repaso la estrategia: negarlo todo hasta el final, hasta que no me quede más remedio de sacar el comodín. En este caso, lo llamaremos el comodín del vídeo.

El pasillo permanece vacío por poco tiempo. Los profesores van pasando de un lado a otro, yendo a los despachos y a la sala principal para recoger sus cosas. Todos se van yendo a casa, menos yo. Intento pensar en que esto se podría asemejar a un ensayo de teatro. Vengo a mentir y a interpretar. Se me dará bien.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora